Jóvenes, cultura y religión. Jorge Manzi

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Jóvenes, cultura y religión - Jorge Manzi

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& Rodríguez Duplá, 2006; Hervieu-Léger, 1985; Tobey, 2014), a la disminución de la religiosidad en las poblaciones de países en vías de desarrollo. Dichas teorías han mostrado sus límites no solo en el caso emblemático de Estados Unidos (país con altos niveles de desarrollo y modernización y, a su vez, con niveles aun llamativamente elevados de religiosidad), sino también en Latinoamérica, continente en el que gran parte de la población sigue siendo mayoritariamente religiosa (católica y evangélica), incluso en las últimas décadas, marcadas por un mayor desarrollo económico, con excepción, como se ha visto, de Uruguay y Chile (Fundación Latinobarómetro, 2013). Probablemente ello tenga que analizarse considerando otros factores, relacionados con el cambio en los valores, y el tipo de sistema social, cultural y económico sobre el cual se sustenta el desarrollo chileno. Adicionalmente, en este y en un próximo volumen, se analizarán otros factores que pueden estar relacionándose con los cambios que experimentan las identidades y creencias religiosas (por ejemplo, experiencia de crisis, configuración socio-demográfica de las familias, problemáticas y motivaciones, relaciones intergrupales, entre otros).

      Aunque la mayoría de los estudiantes de la universidad se declaran “católicos”, se verá que este catolicismo no es vivido de manera uniforme y homogénea, sino que se despliega en una pluralidad significativa de creencias y prácticas. Es posible presumir que ello se deba a la predominancia cultural católica en Chile, lo que permite pensar que la adhesión de las personas viene, en parte, dada por la pertenencia cultural y no tanto por una convicción personal, otorgándole mayor variabilidad interna a este grupo religioso.

      Un interesante estudio en Reino Unido, llamado “Pertenecer sin creer”, ilustra el mismo fenómeno cultural: los jóvenes allí investigados manifestaron pertenecer a la iglesia anglicana (predominante en ese país), sin necesariamente creer en Dios (Francis & Robbins, 2007). El peso del aspecto cultural de la religión en casos como estos se evidencia en que este grupo, que se identifica anglicano sin necesariamente creer, tiene importantes diferencias con respecto a los declarados no creyentes y que además no pertenecen a un grupo religioso: tienen actitudes más favorables con respecto a la relación entre iglesia y sociedad, así como a involucrar a la iglesia en ritos de paso en su propia vida, a apoyar la educación religiosa, y a adoptar una visión de la cristiandad que no involucra necesariamente la asistencia a la iglesia. Recientemente, se ha constatado también que en las mismas redes sociales se expresa esta posibilidad de “creer sin pertenecer”, aunque paradojalmente la misma red ofrece una alternativa de ser y estar con otros, de compartir; lo cual lleva a pensar que en esta forma de creencia no hay pura subjetividad e individualismo (Bobkowski & Pearce, 2011; McIntosh, 2015).

      Para efectos de analizar la diversidad que se da al interior del catolicismo, en el presente estudio se han analizado algunas otras variables religiosas para reconocer las diferencias dentro del gran grupo de católicos. Estas se detallan a continuación.

      En primer término, se ha recurrido a la distinción tradicional que se establece en razón de la frecuencia con que se participa en acciones cultuales, diferenciándolos entre practicantes, observantes y nominales. Se ha entendido por “católicos practicantes” a aquellos que realizan prácticas cultuales regulares, con frecuencia semanal; por “católicos observantes” aquellos creyentes que tienen prácticas no regulares, con frecuencia menor a la semanal; y por “católicos nominales” aquellos que se identifican como católicos, pero que reconocen no realizar prácticas religiosas cultuales o hacerlo en muy pocas ocasiones (PNUD, 2002)10.

      De acuerdo con ello, se puede observar que, en el momento de la primera medición, la mayoría de los estudiantes que se declaran católicos son o bien observantes (48%) o practicantes (22%), con niveles medio o alto de compromiso con la fe que profesan, respectivamente. Adicionalmente se identificaron los católicos nominales (29%) quienes se identifican como católicos pero tienen bajos niveles de práctica religiosa (ver Figura 1-8).

      En la Figura 1-8 se puede observar también la evolución que viven estos subgrupos, donde la disminución en términos absolutos que experimenta el grupo de católicos en la muestra no fue igualmente distribuida en los tres tipos de católicos descritos. Así, el grupo de católicos observantes, que constituye el grupo mayoritario en el inicio del estudio, es el que experimenta la mayor disminución (alrededor del 8%), seguido por los católicos practicantes (cerca del 5%). Como contrapunto, los católicos nominales aumentan consistentemente en los tres tiempos de medición, llegando a convertirse en el grupo mayoritario dentro de los católicos al final del estudio, aumentando en total cerca de 12 puntos porcentuales. Lo anterior permite concluir que, a modo general, los estudiantes católicos no han modificado su identidad religiosa, sino su nivel de práctica, hacia una menor frecuencia de ella.

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      Con la intención de relacionar estos resultados con otras investigaciones similares, se ha querido tener en consideración los datos disponibles del estudio “Jóvenes Españoles” (González & Elzo, 2006; González-Anleo, González, Ayuso & López, 2010). En ellos, la categorización interna del grupo católico es diferente a la presentada aquí, pero permite tener otros antecedentes a la hora de analizar estos resultados.

      En el año 2005, los jóvenes pudieron autodefinirse dentro de tres niveles de catolicidad: “muy buen católico”, “católico practicante” o “católico no muy practicante”. En ese año, el primer nivel alcanza solo el 1,6 %; el segundo, el 7,8%; y el tercero, 39%. El año 2010, el estudio inserta una modificación a la categorización, integrando ahora una cuarta categoría (además de las anteriores): “católico no practicante”. Esta vez, los resultados son los siguientes: 2,3% muy buen católico; 7,9% católico practicante; 13,6% católico no muy practicante; 29,7% católico no practicante.

      Mostrando una tendencia similar, un estudio más reciente en jóvenes españoles encontró una alta presencia de religiosidad entre ellos, alcanzando el 60%, pero con un contrastante 75% de la muestra que declara no participar en ritos religiosos (Jiménez & Esquivel, 2011). De hecho, en el mismo estudio, el grado en que las personas creyentes poco practicantes asisten a la iglesia es casi igual a la asistencia que tienen personas que se declaran no creyentes.

      Volviendo al estudio de este libro, y como más adelante se podrá observar, los tres grupos de católicos no solo tienen un comportamiento diferente respecto de la frecuencia en sus prácticas religiosas, sino que también se diferencian –de modo muchas veces marcado– respecto de la mayoría de las temáticas que han sido objeto de este estudio. Justamente con el interés de contrastar esta distinción entre los católicos (practicantes, observantes y nominales), se quiso preguntar, entre otras cosas, por el nivel de identificación, compromiso e importancia que cada cual reconocía en relación con su propia opción religiosa. A partir de las respuestas entregadas por los estudiantes, se pudo construir una escala11 que se presenta en la siguiente figura (Figura 1-9). La confiabilidad de la escala fue alta en todas las mediciones (α=,92 para la primera medición y α=,87 para la segunda y tercera medición).

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      A la luz de estos resultados es posible concluir dos aspectos. En primer lugar, los distintos grupos de católicos muestran diferencias importantes en su grado de identificación con su religión, en donde los practicantes presentan niveles

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