Jóvenes, cultura y religión. Jorge Manzi

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Jóvenes, cultura y religión - Jorge Manzi

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ofrecen a los jóvenes las siguientes alternativas de autodenominación religiosa: católicos, evangélicos, ninguna religión u otras religiones. Por ello, es presumible que el grupo “Ninguna religión” integre tanto a jóvenes que son creyentes, pero que no adhieren a una religión institucionalizada, como a aquellos que no son creyentes, sean agnósticos o ateos.

      Con todo, y a pesar de esta dificultad metodológica, es posible visualizar y es interesante de relevar que la suma de los tres grupos (creyentes no adherentes, agnósticos y ateos) dentro de la muestra de la UC es superior al nivel nacional del grupo “Ninguna religión” (34% en la primera medición frente a 24,5% en 2006); 55% en la tercera medición frente a 35,6% en 2012). Una vez más, es probable que aquí juegue un rol relevante la configuración socioeconómica de la muestra de la UC dado que, tal como se observa en los datos del INJUV, este grupo (“Ninguna religión”) es considerablemente mayor en estratos socioeconómicos altos que en los bajos (33,5% versus 15,6% en 2006). De todas maneras, en ambas muestras se observa una tendencia al aumento, subiendo alrededor de 9 puntos porcentuales entre la primera y la segunda medición.

      Por su parte, la Encuesta Nacional Bicentenario 2014 constató que entre los años 2006 y 2014 las personas que en Chile se reconocían en el grupo “ninguna religión/ateo/agnóstico” habían subido desde el 12% al 22% de la población total (Universidad Católica & Adimark, 2014). Y que de ese 22%, el 29% se declara no creyente, mientras que el 65%, aunque no profesa ninguna religión, aún se declara creyente. Sin embargo, cuando a ese 22% se le pregunta por su “espiritualidad/religiosidad”, el 46% declara no ser una persona “ni religiosa ni espiritual”, y el 48% afirma ser una “persona espiritual, pero no religiosa”. Datos como estos, puntos más o puntos menos, están indicando principalmente dos cosas: primero, un aumento del número de personas que declaran no pertenecer a ninguna religión; y, segundo, que este grupo está conformado principalmente por personas que aún declaran ser creyentes o espirituales, aunque también por un creciente grupo de personas –especialmente jóvenes– en los que “avanza un patrón de increencia propiamente tal” (Universidad Católica & Adimark, 2014).

      Estos datos de la realidad chilena se pueden complementar, además, con la situación de otros contextos latinoamericanos. En el caso de Colombia, el 70,9% de la población se sigue identificando como católica, seguidos por los grupos protestantes que conforman el 16,7% de la población. Mucho más bajo es el porcentaje de agnósticos y ateos, que alcanzan el 2,5% y el 2,2% de la población colombiana respectivamente, y quienes se identifican con frases como “creo en Dios pero no en la religión”, “creo en Dios a mi manera” y “soy católico a mi manera”, que constituyen el 3,5% (Beltrán, 2013). Este último grupo es equiparable al grupo de creyentes no adherentes encontrados en el presente estudio. Se puede apreciar, entonces, que la población colombiana muestra porcentaje asociados a religiosidad por sobre las distribuciones de Chile, y más aún por sobre la muestra de esta investigación.

      En una escala más amplia de comparación, se encuentra el estudio mundial “Las culturas de los jóvenes en las universidades católicas”, que examina, entre otras cosas, aspectos de la religiosidad de estudiantes de universidades católicas pertenecientes a 55 de ellas en 35 países. Esta investigación presenta algunos datos relativos a la afiliación religiosa, agregados por sectores geográficos. En América del Sur (que integra a todo este sector continental, con excepción de Brasil), se evidencia un nivel de cristianismo superior al de la presente muestra, alcanzando el 65% de jóvenes católicos y 7,7% de jóvenes cristianos no católicos. En relación con otros sectores continentales, América del Sur es el segundo con mayor número de católicos, después de Europa Oriental (74%), y uno de los más bajos en representación de otros cristianos (solo en Europa Occidental y Asia Este tienen niveles más bajos, alrededor de un 6%) (Centro de Investigación, Federación Internacional de Universidades Católicas, 2014).

      El proceso de declive de la religiosidad que se evidencia en la muestra se condice con procesos similares que están ocurriendo en países europeos. Un primer caso con el cual se compararán constantemente los resultados del presente estudio es el de España. En dicho país, un interesante análisis ha indagado sobre la religiosidad y otros aspectos de la vida juvenil (González & Elzo, 2006; González-Anleo et al., 2010), que muestra la variabilidad de la religiosidad en los diferentes años, pero con una tendencia a la disminución de la autodenominación religiosa, en todas sus posibilidades, y un aumento de la increencia (ver Tabla 1-2).

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      Fuente: Estudio “Jóvenes Españoles 2010”, Fundación Santa María.

      Un segundo caso es el de Holanda, en donde un estudio encontró que el declive de la religiosidad presente en dicha sociedad se puede atribuir a una disminución de la importancia de la religión en contextos familiares (Groen & Vermeer, 2013). Más aún, se ha observado que este descenso no solo ocurre al interior del ciclo vital de cada individuo, sino que se relaciona con un proceso social de disminución de la religiosidad a través de las generaciones (Crockett & Voas, 2006).

      Un análisis de la evolución de los grupos religiosos a lo largo de los tres tiempos de medición del estudio (ver Figura 1-1), muestra que el número total de estudiantes que se declara católico fue disminuyendo progresivamente, llegando a perder más de siete puntos porcentuales con respecto al total de la muestra. Como contraparte, todos los otros grupos aumentaron de tamaño, aunque en distinta medida. El grupo con el mayor aumento es el de los creyentes no adherentes, concebidos como aquellas personas que se consideran creyentes, pero fuera de los marcos de una religión institucionalizada. Este grupo, que a su vez es el segundo más grande de la muestra, sufrió un importante aumento de 5%. Un patrón de crecimiento algo menor presentan los ateos (4%) y agnósticos (2%). A su vez, el grupo de participantes evangélicos también creció, pero en una medida mucho menor que lo observado en los demás (1%).

      Por ser un estudio de tipo panel, este permite hacer análisis sobre la estabilidad o los cambios que las identidades religiosas sufren a lo largo del tiempo que este aborda. Por ello, más allá de la constatación de los resultados para cada tiempo y el cambio en los tamaños de los grupos en términos absolutos, vale la pena analizar cómo se dio la evolución de la adhesión religiosa. Para ello, a continuación, se presenta la movilidad de cada uno de los cinco grupos mayoritarios de la muestra (católicos, evangélicos, creyentes no adherentes, agnósticos y ateos), considerando la identidad religiosa que los participantes declararon al inicio del estudio (T1), y observando si esta se mantuvo o varió, y de ser así, qué dirección tuvo dicha modificación.

      El grupo de estudiantes católicos sufrió la mayor disminución en términos generales (Figura 1-2). Aun así, la mayoría de los estudiantes que se declararon católicos en el T1 se mantuvieron estables en su identidad religiosa a lo largo del estudio. La migración, por su parte, ocurrió mayoritariamente hacia el grupo de creyentes no adherentes, donde cerca de dos tercios de los estudiantes que dejaron de ser católicos se identificaron con este nuevo grupo religioso al final del estudio.

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      Como contrapunto, se puede observar que la identidad religiosa evangélica (ver Figura 1-3) muestra el mayor nivel de estabilidad a lo largo del estudio. En

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