Todo pasa. Horacio Serrano

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Todo pasa - Horacio Serrano

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no siempre enseña.

      ¿DELINCUENTES?

      23 de marzo de 1966

      Una sala larga. Baluartes de madera. Gente que espera. Fisonomías adustas. Fatiga, resignación (¿les ha llegado su hora?). Las ventanas dan a la cárcel de Santiago. Abajo, radiopatrullas, policías, agentes (ese que va ahí entre dos, ¿mató?). Llaman un nombre en la sala. Se acerca el nombrado. Cabizbajo, entrega varios papeles timbrados. Paga con billetes. Le entintan los dedos. Manchas digitales. Ellas son él ahora. Espera. Más espera.

      ¿Qué pasa en esa sala? ¿Delincuentes? No, son personas que en Chile quieren viajar. Sospechosos. Sus pasos reflejan una actitud hostil generalizada que se ha desarrollado en su contra, “porque el país no tiene dinero para que sea botado en el extranjero”.

      ¿Cómo se ha podido llegar a esa conclusión? Dicen las autoridades que el año tal se han gastado tantos miles de dólares en viajes. No dicen cuántos miles de dólares han reportado al país esos mismos viajes. Basta una sola mirada al mapamundi para ver la lejanía de Chile, “punta de rieles” distante de todos los centros del progreso espiritual y material. Otra mirada, esta vez a la historia, hace ver que el sitio destacado mantenido por Chile en sus instituciones, su arte y su técnica, se debe al buen criterio de haber mantenido contacto vivo y permanente con esos centros a través de viajeros.

      Las personas que van al exterior han desempeñado un rol distinguido en el desarrollo nacional desde que el carruaje de caballos desplazó a la carreta como señaladora de ritmo y desde que los caballos fueron encerrados en el motor a explosión. Ahora con el jet y la cápsula espacial ad portas, el progreso ha adquirido un ritmo acelerado y el viaje, más que nunca, es artículo esencial. Es evidente que muchas personas que no deberían moverse de aquí (¿por varias generaciones?) viajan. Pero son las menos. De ahí a decir que el país no tiene dinero para comunicarse con los centros de desarrollo donde está todo, cultura, capitales, técnica, hay una distancia infranqueable. Con la aceleración del progreso, entre la caverna y la oficina puede mediar hoy solo un paso: un viaje.

      LA NARANJA

      7 de septiembre de 1966

      Los chilenos que van a Florencia −y que a Dios gracias, son cada vez más numerosos− deben haber reconocido en varios cuadros del Renacimiento un árbol que ellos cultivan: el naranjo. Fra Angélico en San Marcos hace reposar a Cristo bajo su sombra; Domenico Ghirlandaio decora con él en su Última cena la consternación de los discípulos. Los reyes magos de Benozzo Gozzoli ofrecen a Jesús Niño preciosas naranjas. Sin embargo, los evangelistas no se refieren a ellas.No las conocieron.

      Los evangelistas no. Los cruzados sí. Fueron ellos quienes hablaron de su sabor y color como de algo maravilloso. Los artistas del Renacimiento creyeron entonces que eran de Tierra Santa y las pintaron en las escenas de la vida de Cristo. No obstante, Él no las vio nunca.

      ¿Cómo que la naranja no nació en el Mediterráneo? No. Muy lejos de ahí. Es del sur de China. Ahí está hoy el mayor número de sus variedades. Es la jyu, palabra difícil que no resistió la exportación. De China pasó a la India y en libros de medicina de ese país de hace dos mil años se habla de “naranja”, en que la primera sílaba na denota aroma y fragancia. La palabra misma es derivación del sánscrito. No puede tener antigüedad más respetable.

      De la India la tomaron los persas y de ellos −como tantas cosas que los occidentales creen propias y no lo son− se hicieron cargo los árabes que la llevaron al Mediterráneo. Se dio muy bien ahí. Vino la palabra, latinizada arangium, de donde se derivó orange, en francés, que alcanzó realeza al ser llamado un príncipe provenzal a ocupar el trono de los Países Bajos. La Casa de Orange tuvo ramificaciones e influencias en Europa y América. Hoy la naranja ha terminado su peregrinación desde China. Está en todas partes. El mundo perdería color, frescura y sabor sin ella.

      TEMPLO DEL CIELO

      28 de septiembre de 1966

      Faltaban pocos años para que naciera Cristóbal Colón cuando en Oriente, en la ciudad de Pekín, un emperador de la dinastía Ming se prosternó por primera vez ante la única entidad más poderosa que él: el cielo. Para este acto había construido con madera, sin un clavo ni una piedra, ni pedazo alguno de metal, un templo circular, con tres techos de tejas vidriadas de color azul, que tenían −y tienen− el extraño privilegio de detener el sol.

      Quiso que la deidad no se sintiera aprisionada, pero sí seducida por la tierra y a algunos pasos erigió un pabellón, también de madera y tejas azules, para tentar al cielo a quedarse ahí en reposo y conversación. Esta estructura, de gracia extraordinaria, no tiene en realidad techo, sino un cielo propio, interno, invertido, obra de la mano del hombre: una cúpula. Es la única en China, ajena a sus arquitectos y artífices, pero afín con la deidad. Bajo ella esperaba meditando el emperador. Sobre ella, por fuera, el cielo grande, la entidad tentada tocaba al pequeño cielo, al tentador, hecho por mano del hombre, puro en pura madera, sin clavos ni piedras ni metal.

      Al frente de este pabellón, el emperador construyó tres círculos concéntricos de piedra. En el centro, un bloque blanco, de tal naturaleza y colocado en tal forma, que quien habla sobre él escucha su voz, solo él, sin que nadie la oiga a su alrededor. Después de arrodillarse en el templo y caminar hacia el pabellón, el emperador subía los tres círculos y en el centro conversaba con el cielo, sin que nadie escuchara sus palabras en la tierra; solo él.

      Estas dos construcciones, los tres círculos y la piedra son el Tien Tan, el templo del cielo, uno de los monumentos más extraordinarios de Pekín. A él ya no llega el emperador, pero siempre el cielo lo circunda, tentado por su belleza.

      SUEÑOS

      30 de noviembre de 1966

      ¿Por qué se sueña?

      Por las influencias de dioses y demonios, se pensó en la antigüedad. La época moderna no ha sabido qué decir. Hasta que solo ayer, en 1900, Freud unió los sueños con la personalidad. No le interesaban a él los sueños como tales, chocó con ellos en su pesquisa del subconsciente y no pudo separarlos. Su Interpretación… es una obra trascendental que por primera vez hizo luz en la caverna donde se retiran todas las noches y parte de los días todos los seres humanos. “Los sueños −dice− protegen a quien duerme”. Sin soñar no se puede dormir y sin dormir la especie pasaría por una corta etapa de locura antes de extinguirse.

      Recientemente se ha dado un paso importante: se ha llenado respecto a los sueños el primer requisito de la ciencia: la capacidad de medir. Hay movimientos de los ojos, cambios en la respiración y en los latidos del corazón, y actividad cerebral, que pueden ahora ser registrados y medidos por el electroencefalograma. Se sabe así que durante varias veces en la noche −en término medio, cuatro veces− el ser humano sueña durante períodos que oscilan entre diez y cuarenta minutos. Los estudios recientes, basados en estas ponderaciones, dan la razón a Freud de que los sueños son una fantasía compensatoria del subconsciente. Quien no sueña no puede reponer su espíritu. Es así que Carl Jung está en lo cierto, al asegurar que un loco no es más que un soñador que ha despertado.

      TÉ

      16 de agosto de 1967

      ¿Por qué Marco Polo no menciona el té? ¿No le gustó? Es el más genuino de los productos de China junto con la seda y la porcelana. A mediados del siglo XIX quiso la Corona inglesa fortalecer la economía de la India y llevó el arbusto desde China. Después de múltiples vicisitudes produjo fruto y al correr de los años se cultivó desde Ceilán hasta las alturas de los Himalayas. Una de sus variedades −Darjeeling−, plantada en esas montañas, dio una fortuna

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