III Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología. Volumen II. María Lacalle

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу III Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología. Volumen II - María Lacalle страница 11

III Diálogo entre las ciencias, la filosofía y la teología. Volumen II - María Lacalle Razón Abierta

Скачать книгу

que en ese momento se consideró poco adecuada para el nuevo contexto sociopolítico y económico por el que atravesaba la ciudad de París. En Notre Dame confluyeron muchos de los paradigmas que fueron determinantes en la aparición de las catedrales en Europa. Cada catedral —e incluso cada país— tiene sus propias circunstancias,5 pero hoy se da por sentado que la construcción y desarrollo de estos edificios tuvieron una serie de puntos en común, como la vinculación a un entorno urbano, bien en proceso de configuración, bien completamente asentado y conformado. Esto llevaría a preguntarnos incluso algo aparentemente baladí pero que no lo es tanto: ¿qué determina la «orientación el templo»? ¿Pueden más las condiciones de contorno de la ciudad donde se inserta o es más poderoso su papel religioso y su simbología? (Y no hablamos aquí solamente de orientación geográfica, aunque esta puede ser un muy buen termómetro de otros factores más difíciles de demostrar.)

      El islam tiene muy clara la orientación de sus templos y es principalmente teológica. Dar culto a Dios y educar en la fe. Arquitectónicamente, el muro de la quibla orienta a los fieles hacia un único punto en el globo. La Kaaba en Medina (Arabia Saudita) sin posibilidad de error, y ninguna decoración se encargará de captar su atención, solo la oración. En el mundo cristiano, aparentemente con los mismos fines, la orientación del templo es hacia la luz de Cristo, el Oriente, que es por donde nace el sol cada amanecer, la luz de quien da sentido a nuestra existencia, y todo tipo de decoraciones ayudarán a que el fiel conecte con lo divino. Pero ¿de verdad el culto a Dios y la enseñanza de la fe estuvo inamoviblemente en el origen de su construcción? ¿Qué era antes, la población y, cuando esta era suficientemente grande, se abordaba el gran lugar de culto? ¿O era el templo el que marcaba el estatus de la ciudad y, gracias a ella, crecía el comercio y la influencia en la zona? Se puede comprobar que, mientras muchas iglesias se amoldaron como pudieron a la ciudad preexistente donde se establecieron, las grandes catedrales góticas fueron fieles a su misión de magisterio y culto cristiano, y tuvieron la capacidad de reconfigurar la ciudad a su alrededor. Como señala Ruiz Hernando (1990), la ecuación ciudad-catedral suele ser determinante, al margen de otras consideraciones, en el urbanismo medieval.

Image

      Principales catedrales góticas europeas dispuestas según su orientación.

Image

      Principales catedrales góticas españolas dispuestas según su orientación.

Image

      Evolución de la población de París a partir de la construcción de Notre Dame.

      Por último, las catedrales, tienen un indudable valor simbólico que se encuentra intrínsecamente vinculado a la estética de las mismas. Este aspecto viene de la mano del poder político y religioso, lo que no resulta extraño si tenemos en cuenta que, en la Edad Media, el proceso de desvinculación de ambos poderes fue lento y no siempre claro ni definitivo. El rey revestía su persona de ciertas referencias religiosas. Como señala Georges Duby (1993): «Los reyes también se asimilaban a Cristo. Al igual que los obispos […] aquellos eran elegidos por la mediación del Espíritu Santo y aclamados por multitud de clérigos y guerreros en una catedral» (Duby, 1993, p. 57). De hecho, este autor vincula el arte gótico —el estilo por excelencia de buena parte de las catedrales— al arte real en tanto en cuanto los reyes fueron artífices de muchas de las obras religiosas de la época gracias a su financiación, llegando a producir más obras religiosas que profanas. El poder real, al igual que el episcopal, vio en la construcción de las catedrales una forma de celebrar su poder. Si para el burgués la catedral era el triunfo de la ciudad, de la fortuna, del lugar donde se asociaban y desarrollaban gremios, para el monarca era la reafirmación de su poder temporal y su aura religiosa.

      El abad, orgulloso de su obra, la describió en dos tratados que pueden dar luz sobre las intenciones para comprender que el monumento real se concibió como una síntesis de todas las innovaciones estéticas que había admirado poco tiempo antes, cuando visitó las nuevas construcciones monásticas en su viaje por la Galia. Suger concibió el monumento sobre todo como una obra teológica. Naturalmente esta teología se fundó en los escritos del patrono de la abadía, san Dionisio, es decir, Dionisio el Areopagita.

Скачать книгу