Johannes Kepler. Max Caspar

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Johannes Kepler - Max Caspar Biografías

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ángel vestido de gules, con alas doradas y apoyando las manos sobre la línea de división. Sobre el yelmo forrado de gules y oro hay un sombrero picudo de oro ribeteado de azur y coronado por una protuberancia de oro, azur y gules, de la que surge un airón de color sable salpicado de un oropel dorado. Este blasón le fue otorgado al abuelo Sebald y a sus hermanos a instancias del emperador en el año 1563, y Johannes Kepler solía lacrar con él. Se desconoce el lugar donde residía y tenía su hacienda aquel Friedrich, antepasado caballeresco. Según una anotación de nuestro Kepler, el emperador Segismundo lo armó caballero «junto a otros caballeros suabos» [5], por lo que podríamos deducir que su patria era Suabia. Sin embargo, no hay que atribuir demasiado valor probatorio a este dato. En la explicación de la ejecutoria se comenta que el emperador quiso recompensar especialmente a aquellos hombres «cuyos antepasados se habían mostrado en todo momento al servicio del Sacro Imperio», de donde se deduce que los ancestros respondieron como valientes vasallos, tal como atestiguan además documentos antiguos que dan fe de hazañas diversas realizadas por portadores del nombre «Keppler» o «Kappler», sin que conste si aquellos hombres pertenecían o no a nuestra saga Kepler. Lo mismo puede decirse de un Friedrich Keppler, noble del siglo XIII registrado en Salzburgo, de quien un documento del registro vienés de la nobleza relata que actuó con bravura y lealtad tanto en tiempos de guerra como en tiempos de paz. No obstante, resulta interesante que ese noble luciera un ángel en su escudo de armas. El hecho de que por las venas de Kepler corría sangre castrense se confirma asimismo porque tanto el bisabuelo Sebald como, más tarde, el abuelo Sebald cobraron laureles militares bajo estandarte de Carlos V y sus seguidores, y obtuvieron privilegios por ello. Desconocemos qué fue lo que incitó al bisabuelo Sebald a cambiar Nuremberg por la pequeña localidad de Weil y abandonar así una ciudad en la que la actividad artística y profesional había alcanzado una tradición espléndida y que ofrecía múltiples posibilidades a la gente capaz. ¿Acaso visitó Weil en uno de sus viajes y quedó prendado de ella, o tal vez algún pariente lo animó a afincarse allí? Sea como fuere, es evidente que portadores del nombre Kepler residían en Weil ya desde finales del siglo XV, tal como manifiestan las matrículas de la Universidad de Tubinga. No se puede constatar nada más al respecto, y lo mismo sucede con otros muchos detalles interesantes de la historia familiar de los Kepler relacionados con Weil der Stadt porque la documentación archivística ya no existe. Quedó reducida a cenizas al final de la guerra de los Treinta Años cuando, aún en octubre de 1648, justo en los días en que se firmó la paz de Westfalia, los franceses sitiaron e incendiaron la ciudad. Gran parte de los edificios quedaron arrasados, y los registros parroquiales y la mayoría de los archivos fueron pasto de las llamas.3

      Weil der Stadt fue y sigue siendo tan pequeña y recogida como orgullosos y ufanos se han mostrado siempre sus habitantes por la libertad que le procuraba el privilegio de ser ciudad imperial. Fundada por la dinastía de los Hohenstaufen, la pequeña localidad adquirió esta libertad imperial hacia finales del siglo XIII, después del interregno, bajo la soberanía de Rodolfo I. La imagen que ofrece en la actualidad aún permite hacerse una idea del aspecto que tenía en tiempos de Kepler. Las callejuelas, el mercado espacioso rodeado de casas con gabletes elevados, las torres y puertas de las murallas de la ciudad, conservadas en gran parte, se presentan a la vista igual que antaño, como un conjunto acogedor. La localidad, erigida en una pendiente suave que desciende por el ancho valle del riachuelo Würm, está inmersa en un paisaje ondulado en los márgenes de la Selva Negra, rodeada de jardines y prados, cultivos y bosques. La guinda del cuadro y su adorno más bello lo constituye la esbelta iglesia gótica de tres torres que, visible desde lejos, destaca entre la maraña de tejados como una catedral espléndida. Cual gallina clueca con sus polluelos, reúne las casas a su alrededor y las acoge bajo su protección; una presencia persuasiva para la mentalidad devota de los ciudadanos de antaño, conscientes de lo que debían ubicar en el punto central de su existencia. Con una diligencia suaba, sus habitantes procuraron mantener la ciudad con buen orden y salvaguardar sus fueros con un espíritu democrático. La mayoría de los campesinos y de los artesanos, entre los que destacaban curtidores y tejedores, debían restringir sus preocupaciones y sus esperanzas a lo imprescindible para vivir. Dejaban que el Sol, la Luna y las estrellas siguieran su curso, y la ciencia elevada quedaba lejos de su horizonte intelectual, si bien del municipio salieron algunas mentes brillantes. Teniendo en cuenta que en aquella época la comunidad consistía tan solo en unos doscientos vecinos con sus familias respectivas, se comprende que la ciudad imperial libre de Weil no tuviera ningún peso en los asuntos de Estado del Sacro Imperio Romano. Si una vez al siglo llegaba el emperador de visita, se convertía en todo un acontecimiento que se registraba con celo en los anales locales. Lo que alteraba los ánimos eran las desavenencias en cuanto a aranceles y leyes de caza con el vecino duque de Württemberg, cuyas tierras circundaban el municipio. También los acontecimientos bélicos apartaban sin duda a los ciudadanos de su quietud. Su disposición para alzarse en armas por defender la libertad la demuestra su participación, junto a la liga de ciudades, en la trágica batalla de 1388 contra el duque de Württemberg, que se libró en las inmediaciones de la cercana Döffingen y dejó sesenta ciudadanos tendidos en el campo de batalla.

      Tal como se conserva desde antaño, la vivienda del abuelo Sebald quedaba algo apartada de una esquina de la plaza del mercado, en una calleja corta que conduce a la iglesia, de manera que desde la casa se divisaban la fuente del mercado con la estatua del emperador Carlos V y la imponente torre oriental del templo. El edificio fue víctima del incendio que asoló la ciudad en 1648, pero hay motivos para pensar que fue reconstruido con su aspecto original. Con certeza podemos considerarla la residencia donde nació nuestro Johannes, dado que su padre, Heinrich, siguió viviendo allí después de su boda, celebrada el 15 de mayo de 1571. Aunque desde fuera parece pequeña, la vivienda posee en su interior el espacio suficiente para albergar a una gran familia. Al parecer, el burgomaestre Sebald no incrementó su patrimonio hasta pasados unos años, sobre todo a través de la herencia.

      A la edad aproximada de veinticinco años Johannes Kepler tomó apuntes de las

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