Cristianismo Práctico. A. W. Pink
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Otra característica de la fe salvífica es que le da al corazón la victoria sobre las vanidades e inmundicias de las cosas del mundo.
«Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo; nuestra fe» (1 Juan 5:4).
Observe que esto no es un objetivo tras el cual el cristiano se esfuerza, sino en realidad es una experiencia presente. En esto el santo ha sido conformado a su Cabeza:
«pero confiad, Yo he vencido al mundo» (Juan 16:33).
Cristo lo venció por Su pueblo y ahora Él lo vence en ellos. Él abre sus ojos para que vean lo hueco e indigno que este mundo ofrece, y desconecta sus corazones para satisfacerlos con cosas espirituales. Él mundo atrae tan poco al verdadero hijo de Dios que éste anhela que llegue el momento en que Dios lo saque de allí. ¡Ay de aquellos que profesan el nombre de Cristo no teniendo ningún conocimiento de estas cosas! ¡Ay de aquellos que han sido engañados con una fe que no salva!
«Un cristiano solamente vive para Cristo. Muchas personas piensan que pueden ser cristianos en términos más fáciles que estos. Ellos piensan que es suficiente confiar en Cristo, aunque no vivan para Él. Pero la Biblia nos enseña que si tenemos parte de la muerte de Cristo también somos participantes de su vida. Si tenemos tal valoración de Su amor al morir por nosotros y llevarnos a confiar en los méritos de Su muerte, seremos llevados a consagrar nuestras vidas a Su servicio. Y ésta es la única evidencia de la autenticidad de nuestra fe». (Charles Hodge acerca de 2 Corintios 5:15)
Querido lector, ¿Has comprobado estas cosas en tu propia experiencia? Si no, ¡Qué indigna y perversa es su profesión! «Por lo tanto, es excesivamente absurdo para cualquiera, el pretender tener un buen corazón mientras se tiene una vida perversa, o no producir el fruto de santidad universal en su práctica. Los hombres que viven en el camino del pecado, y sin embargo alardean de que irán al cielo, esperando ser recibidos como personas santas, sin una práctica santa, actúan como si ellos esperaran hacer de su Juez un tonto. Esto viene implicado en lo que dijo el apóstol (hablando de las buenas obras del hombre y del vivir una vida santa y así mostrar la evidencia de su conversión para vida eterna), «No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará» (Gálatas 6:7). Así que debemos decir, no se engañen a ustedes mismos con una esperanza de cosechar la vida eterna, si no siembran para el Espíritu en esta vida; es en vano pensar que Dios se volverá un tonto por ustedes» (Jonathan Edwards en Religious Affections [Afectos Religiosos]).
Lo que Cristo demanda de Sus discípulos es que ellos Le magnifiquen y Le glorifiquen en este mundo; y que vivían una vida santa para Él, padeciendo pacientemente por Él. Nada honra más a Cristo que aquellos que profesan Su nombre manifiesten el poder de Su amor sobre sus vidas y corazones, mediante una obediencia santa. Por el contrario, nada es de mayor reproche y deshonra para Él, que aquellos que viven para sus propios placeres, quienes están conformados a este mundo, y encubren su maldad bajo Su santo nombre. Un cristiano es uno que ha tomado a Cristo como ejemplo en todas las cosas; y cuán grande es el insulto cuando esos que profesan ser cristianos viven diariamente sin mostrar respeto por Su ejemplo piadoso. Son como una fetidez ante Sus narices; y son causantes de grandes dolores a Sus verdaderos discípulos; ellos son el mayor obstáculo que existe para el progreso de Su causa en la tierra; ellos, sin embargo, encontrarán los lugares más ardientes que han sido reservados para ellos en el infierno. Oh que ellos abandonen su curso de auto placer o que abandonen la profesión de ese Nombre que es sobre todo nombre.
Quiera el Señor usar este libro para deshacer la falsa confianza de algunas almas engañadas, y si preguntan con sinceridad como obtener una fe genuina y salvífica, respondemos, usa los medios que Dios ha prescrito. Debido a que la fe es Su don, Él la da a Su modo; y si deseamos recibirla, entonces debemos ponernos en el camino donde Él desea comunicarla. La fe es la obra de Dios, pero Él no la obra sin ningún medio, sino a través de los medios que Él ha determinado. Los medios determinados no pueden producir fe en sí mismos. Estos no son más que instrumentos en las manos de Quien es la causa principal. Aunque Él no Se ha atado a ellos, si nos ha atado a nosotros. Aunque Él es libre, para nosotros son medios necesarios.
El primer medio es la oración: «Os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros» (Ezequiel 36:26). He aquí una promesa de gracia, pero ¿De qué manera Él ha de cumplir esta, y otras promesas similares? Pues escucha:
«Así ha dicho Jehová el Señor: Aún seré solicitado por la casa de Israel, para hacerles esto; multiplicaré los hombres como se multiplican los rebaños» (Ezequiel 36:37).
Clama sinceramente a Dios por un nuevo corazón, por Su Espíritu regenerador, por el don de la fe salvífica. La oración es una responsabilidad universal. Aunque un no creyente peque al orar (al igual que lo hace en todo), para él orar no constituye un pecado.
El segundo medio es escuchar la Palabra de Dios (Juan 17:20; 1 Corintios 3:5) o leerla (2 Timoteo 3:15). David dijo:
«Nunca jamás me olvidaré de tus mandamientos, Porque con ellos me has vivificado» (Salmo 119:93).
Las Escrituras son la Palabra de Dios; a través de las cuales Él habla. Entonces, lee la Biblia y pídele que te hable vida, poder, liberación, paz a tu corazón. ¡Que el Señor digne a incluir Su bendición!
Cuando escribimos sobre este tema por primera vez, prácticamente mantuvimos toda la atención en la omnipotencia de Dios mostrada en y a través de la antigua Creación. Ahora, vamos a contemplar el ejercicio de Su poder en, y sobre la nueva Creación. Que el pueblo de Dios a veces es más lento en percibir lo primero que lo segundo está claro en Efesios 1:19, donde el apóstol hace una oración para que los santos conozcan «la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza». De hecho, esto es muy impactante. Cuando Pablo habla sobre el Divino poder en la Creación, dice «Su eterno poder y Deidad» (Romanos 1:20); pero cuando se expresa sobre la obra de gracia y salvación, él lo llama «la supereminente grandeza de Su poder».
Dios proporciona Su poder a la medida y naturaleza de Su obra. La expulsión de demonios proviene de Sus «dedos» (Lucas 11:20); la liberación de Israel de Su «mano» (Éxodo 13:9); pero cuando el Señor salva a un pecador, es Su «brazo santo» el que le da la victoria (Salmos 98:1). Esto se puede ver claramente en Efesios 1:19, donde está tan bien formulado como para mostrar que requiere de la obra completa de la gracia Divina en y sobre los elegidos. Obra que no está limitada al pasado, «quien ha creído según»; ni al tiempo por venir, «el poder que obrara en ti»; sino al presente «la grandeza de su poder para con nosotros los que creemos». Todo esto es la «obra efectiva» del poder de Dios, desde el primer instante de iluminación y convicción, hasta la santificación y glorificación de los creyentes.
Densas son las tinieblas que cubren la gente (Isaías 60:2), y la gran parte de ellos incluso dentro de las «iglesias», consideran que de ninguna manera es difícil convertirse en cristiano. Ellos tienden a pensar que es tan fácil purificar el corazón del hombre (Santiago 4:8), casi como lavarse las manos; que es tan simple el hecho de que la luz Divina atraviese el alma, así como la luz del sol entra a sus recámaras al abrir las persianas; que no es tan difícil que un corazón cambie del rumbo de la maldad a la piedad, del mundo a Dios, del pecado a Cristo, así como cambia de rumbo un barco con un simple movimiento