Cristianismo Práctico. A. W. Pink

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Cristianismo Práctico - A. W. Pink

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Henry dijo:

      «Esto es la mejor manera de poder asegurar la salvación de sus almas, hay tantas tentaciones y dificultades las cuales enfrentar: mucho pecado a ser mortificado; la puerta es tan estrecha, y el camino tan angosto, que es más de lo que el justo puede hacer para ser salvo. Dejemos que la necesidad absoluta de salvación haga un equilibrio con sus dificultades. Considera que tus dificultades son grandes solo al principio, sobre todo porque Dios brinda Su ayuda y gracia; la lucha no durará por mucho tiempo. Se fiel hasta la muerte y Dios te dará la corona de la vida (Apocalipsis 2:10)».

      Igualmente dice John Lillie

      «Después de todo lo que Dios ha hecho enviando a Su Hijo y al Espíritu Santo, es con suprema dificultad que la obra de salvación del justo avanza hacia su consumación. La entrada al reino descansa en las muchas tribulaciones que se deben padecer, en las luchas contra las seducciones del mundo, en el debilitar la carne».

      Entonces, pues, he aquí las razones por las cuales la fe salvífica es tan difícil de ponerse en función.

      (1) Por naturaleza, los hombres son completamente ignorantes de su propia condición, y por lo tanto son engañados fácilmente por las artimañas de Satanás. Pero incluso cuando ellos están bíblicamente informados al respecto, tristemente le dan la espalda a Cristo, tal cual como lo hizo el joven rico cuando entendió las condiciones del discipulado, o sino profesan con hipocresía lo que en realidad no poseen.

      (2) El poder del ego reina con poder en ellos, y negarse a sí mismos es algo demasiado grande para un no regenerado.

      (3) El amor por las cosas del mundo y el obtener la aprobación de sus amigos los detiene de andar por un camino de completa rendición a Dios.

      (4) El carnal repugna la exigencia de que Dios debe ser amado con todo el corazón y que debemos ser «santos en toda vuestra manera de vivir (1 Pedro 1:15).

      (5) Ser vituperados por causa de Cristo, ser odiados por el mundo religioso (Juan 15:18), sufrir persecución a causa de la justicia, es algo que es rechazado por la carne.

      (6) La humillación de nuestro corazón ante Dios, rindiendo y sujetando nuestra propia voluntad, es algo que un corazón duro aborrece.

      (7) Pelear la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12) y resistir al diablo (1 Juan 2:13) es una tarea demasiado difícil para aquellos que aman su propia comodidad.

      Muchos desean ser salvados del infierno (lo que es un instinto natural de auto preservación) más están reacios a ser salvados del pecado. Hay cientos de miles que han sido engañados en el pensamiento de que ellos tienen que «aceptar a Cristo como su Salvador» mientras que sus vidas reflejan que lo han rechazado como Señor. Para que un pecador pueda tener el perdón de Dios debe «dejar su camino» (Isaías 55:7). Ningún hombre puede volverse a Dios hasta que no abandone sus ídolos (1 Tesalonicenses 1:9). Por esta razón el Señor Jesús insistió que

      «cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo»(Lucas 14:33).

      Lo más grave es que muchos predicadores de hoy en día, bajo la pretensión de magnificar la gracia de Dios, han presentado a Cristo como el Ministro del pecado; como Aquel que ha provisto una indulgencia para que los hombres continúen satisfaciendo sus deseos carnales y mundanos. Si un hombre profesa creer en el nacimiento virginal y en la muerte vicaria de Cristo, y afirma estar descansando en Él para salvación, hoy en día puede pasar como un cristiano verdadero en cualquier parte, aunque su diario vivir no muestre diferencia alguna de la moral mundana de uno que no profesa nada.

      El diablo está adormeciendo y dirigiendo a miles al infierno por medio de este gran engaño. El Señor Jesús dice: «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?» (Lucas 6:46); e insiste: «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos» (Mateo 7:21).

      La tarea más difícil para muchos de nosotros no es aprender, sino desaprender. Muchos de los mismos hijos de Dios han bebido tanto del dulce veneno de Satanás, que no se les hace fácil expulsarlo de sus cuerpos; y mientras lo mantienen dentro, su entendimiento se embrutece. Esto llega a ser de tal manera, que la primera lectura de un texto como este puede impactarles como si fuera un ataque directo a la suficiencia de la obra consumada de Cristo, como si estuviéramos enseñando que al sacrificio expiatorio del Cordero, se le necesita agregar algo de la criatura. No es eso lo que estamos diciendo, sino que solo los méritos de Cristo pueden darle al pecador el privilegio de estar frente al grandioso Santo Dios. Pero lo que estamos argumentando es ¿Cuándo imputa Dios la justicia de Cristo al pecador? Indudablemente no mientras este en oposición a Dios.

      Por otra parte, no podemos honrar la obra de Cristo hasta que definamos de manera correcta el motivo para la cual fue ideada. El Señor no vino a morir para proporcionar el perdón de los pecados, y llevarnos al cielo mientras nuestros corazones permanecen aún anclados a la tierra. No, Él vino a preparar el camino al cielo (Juan 10:4; 14:4; Hebreos 10:20–22; 1 Pedro 2:21), para llamar a los hombres a que anden en ese camino, y por medio de Sus preceptos y promesas, de Su ejemplo y Su Espíritu, Él pueda formar y moldear sus almas para ese estado glorioso y hacerlos que abandonen todas las cosas por Su causa. Él vivió y murió para que Su Espíritu viniera y resucitara a los muertos en pecados y les diera vida, haciéndolos nuevas criaturas en Él, y haciendo de su permanencia en este mundo como la de aquellos que ya no están allí, cuyos corazones ya han partido. Cristo no vino para que el cambio de corazón, el arrepentimiento, la fe, la santidad personal, el amor supremo por Dios y la obediencia sin reservas a Él sean innecesarias, o para que sea posible ser salvos sin estas cosas ¡qué pensamiento tan insensato sería ese!

      Querido lector, esto se convierte en una prueba para cada uno de nuestros corazones al enfrentar honestamente la pregunta, ¿Esto es realmente lo que anhelo? Así como Bunyan preguntó (en su obra The Jerusalem Sinner Saved [El pecador de Jerusalén redimido])

      «¿Cuáles son tus deseos? ¿Deseas ser salvo? ¿Ser salvado con una salvación completa? ¿Ser salvado de toda culpabilidad y de toda inmundicia? ¿Deseas ser un siervo del Señor? ¿Estás cansado del servicio a tu viejo maestro: el diablo, el pecado y el mundo? ¿Estos deseos te han hecho correr? ¿Corres al Señor el cual es el Salvador de la ira venidera, para vida? Si estos son tus deseos, y no son fingidos, entonces no temas».

      «Muchas personas piensan que cuando predicamos la salvación, queremos decir salvación de ir al infierno. No queremos decir eso, sino mucho más: predicamos salvación del pecado; decimos que Cristo puede salvar a un hombre, y queremos decir que Él puede salvarlo del pecado y hacerlo santo; hacerlo un nuevo hombre. Ninguna persona tiene el derecho de decir «Soy salvo,» mientras continua en pecado como siempre. ¿Cómo puedes ser salvo del pecado mientras vives en él? Un hombre que se esté ahogando no puede decir que es salvo del agua mientras sigue hundido en ella; un hombre que está congelado no puede decir que es salvo del frío mientras este endurecido en medio del invierno. No amigo, Cristo no vino a salvarte en tus pecados sino de tus pecados, no vino para suavizar la enfermedad de tal manera que no te afecte tanto. Él vino para tratar con ella como una enfermedad mortal, y removerla de ti y a ti de ella. Jesucristo vino a sanarnos de la plaga del pecado, vino a tocarnos con sus manos y decir «Yo quiero, sé limpio» (C. H. Spurgeon, acerca de Mateo 9:12).

      Aquellos que no anhelan de corazón la santidad y la justicia, se engañan a sí mismos cuando pretenden querer ser salvos por Cristo. El hecho es que muchos hoy en día lo que quieren es simplemente una medicina para calmar sus consciencias, que les permita tranquilamente andar en un camino de placeres y continuar en sus caminos mundanos

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