Cristianismo Práctico. A. W. Pink

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Cristianismo Práctico - A. W. Pink

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comprenden la razón por la cual necesitan salvación, que ese evangelio popular es tan felizmente aceptado. Una vez que se entienda que la fe salvadora es mucho más que creer que «Cristo murió por mí», y que implica una rendición completa de mi corazón y mi vida a Su gobierno, muy pocos pensarán que la poseen.

      Una vez que se entienda que Cristo vino a salvar a Su pueblo no solo del infierno, sino del pecado, de su propia voluntad y sus propios deseos, entonces muy pocos desearán Su salvación.

      El Señor nunca enseñó que la fe salvadora fuera un asunto sencillo, esto está muy lejos de su enseñanza. En lugar de decir que la salvación del alma fuera algo simple, en la cual todos podían tener parte, Él dijo:

      «porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan» (Mateo 7:14).

      El único camino que nos lleva al cielo es uno muy duro y laborioso: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios» (Hechos 14:22):

      El entrar en ese camino requiere grandes esfuerzos del alma, «Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán» (Lucas 13:24).

      Después de que el joven rico se había apartado muy triste de Cristo, el Señor Se dirigió a Sus discípulos y les dijo:

      «Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Marcos 10:24–25)

      ¿Dónde colocamos un pasaje como este en la teología (si se le puede llamar así) que se enseña en las «Escuelas Bíblicas» de instrucción en evangelismo y liderazgo? No tiene lugar alguno. De acuerdo con ese punto de vista, es tan fácil para un millonario ser salvo como lo es para un pobre, ya que todo lo que tienen que hacer es «descansar en la obra consumada de Cristo». Pero los que se revuelcan en sus riquezas no piensan en Dios:

      «En sus pastos se saciaron, y repletos, se ensoberbeció su corazón; por esta causa se olvidaron de mí» (Oseas 13:6).

      Los discípulos al oír estas palabras de Cristo «se asombraban aún más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?» Si nuestros contemporáneos hubiesen oído esto, hubiesen colocados sus temores en el descansar en Cristo, y les hubiesen asegurado que absolutamente todos pueden ser salvos si creen en el Señor Jesús. Pero el Señor no los alentó con esto. En lugar, les dijo inmediatamente

      «Para los hombres es imposible, más para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.» (Marcos 10:27).

      El pecador no puede arrepentirse, creer para salvación en Cristo ni venir a Él de manera genuina. «Para los hombres es imposible» excluye la posibilidad de alguna apelación especial a la voluntad humana. No es sino un milagro de gracia lo que puede llevar a cualquier pecador a ser salvo.

      Y ¿por qué es imposible para el hombre producir fe salvífica? Dejemos que la respuesta sea trazada desde el caso del joven rico. Él se apartó triste de Cristo, «porque tenía muchas posesiones». Este joven estaba envuelto en sus riquezas. Era su ídolo. Su corazón estaba atado a las cosas de este mundo. Los requerimientos de Cristo fueron muy específicos: dejar todo lo que tenía y seguirle, era más de lo que la carne podía soportar. Querido lector, ¿cuáles son tus ídolos? El Señor le dijo: «una cosa te falta» ¿Qué era? Ceder a las demandas obligatorias de Cristo; un corazón rendido a Dios. Cuando el alma está llena de las inmundicias de este mundo, no hay espacio alguno para las cosas celestiales. Cuando un hombre está satisfecho con sus riquezas carnales, no pensará ni deseará las riquezas espirituales.

      Esta misma verdad es expuesta en la parábola de «la gran cena». El banquete de la gracia Divina es extendido, y a través del evangelio, se da a los hombres un llamado para que sean parte de él. Y ¿cuál es la respuesta?

      «Y todos a una comenzaron a excusarse» (Lucas 14:18).

      Y ¿por qué hicieron esto? Porque estaban más interesados en otras cosas. Sus corazones estaban fundados en tierras (verso 18), en bueyes (verso 19), en comodidades (verso 20). La gente está dispuesta a «aceptar a Cristo» bajo sus propias condiciones, pero no bajo las del Señor. Las condiciones del Señor son descritas en el mismo capítulo: entregarle el primer lugar de nuestro corazón (verso 26), la crucifixión de nuestras vidas (versos 27), abandonar por completo todo ídolo (verso 33). Por eso Él preguntó:

      «¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre [figura de la ardua tarea de poner la mira en las cosas de arriba], no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?» (Lucas 14:28).

      «¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?» (Juan 5:44)

      ¿Acaso estas palabras describen el ejercicio de la fe salvadora como algo simple que muchos pueden producir? La palabra «gloria» significa claramente aprobación o alabanza. Mientras que los judíos estaban pendientes de mantener su posición y buena opinión entre sí, eran indiferentes a la aprobación de Dios, era imposible que ellos fueran a Cristo:

      «Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios» (Santiago 4:4).

      El venir a Cristo de manera genuina, para creer en Él con fe salvífica, implica apartar nuestros corazones del mundo, alejando nuestra estima de los impíos y compañeros religiosos, y así identificar nuestras vidas con el despreciado y rechazado Señor Jesucristo. Esto implica someternos a Su yugo, rendirnos a Su señorío y vivir para Su gloria. Y esto no es una tarea fácil:

      «Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre» (Juan 6:27).

      ¿Expresa esto que obtener la vida eterna es algo fácil? Pues no, y está muy lejos de serlo. Esto indica que el hombre debe en completa entrega, someter todos sus intereses durante su búsqueda, como también debe estar preparado para esforzarse de manera ardua y superar las dificultades. Entonces, ¿este versículo enseña que la salvación es por obras y por nuestros propios esfuerzos? No, y sí. No, en el sentido que cualquier cosa que hagamos pueda ameritar salvación, pues la vida eterna es un «regalo». Sí, en el sentido de que después de ser salvos, se nos demanda una búsqueda incondicional de Dios y un uso diligente de los medios prescritos de gracia. En ninguna parte de las Escrituras hay alguna promesa para la negligencia (Comparar con Hebreos 4:11).

      «Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero» (Juan 6:44).

      Claramente este pasaje declara mentira la teoría común de que en la voluntad del hombre está el poder de escoger. Por otro lado, vemos de manera obvia que este pasaje contradice la idea carnal y egocéntrica de que cualquiera puede recibir a Cristo como su Salvador en el momento que decida hacerlo. La razón por la cual el hombre natural no puede venir a Cristo a menos que el Padre lo «trajere», es porque es esclavo del pecado (Juan 8:34), de deleites diversos (Tito 3:3), cautivo del diablo (2 Timoteo 2:26). El poder del Todopoderoso debe romper sus cadenas y abrir las puertas de sus prisiones (Lucas 4:18) antes de venir a Cristo. ¿Puede alguno que ame las tinieblas y odie la luz, revertir el proceso por su propio poder? No, ningún hombre puede sanar por su propia voluntad una enfermedad que padezca. ¿Puede el etíope cambiar su color de piel o el leopardo cambiar sus manchas? Nada bueno pueden hacer los que están acostumbrados a la maldad (Jeremías 13:23).

      «Y:

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