Construcción política de la nación peruana. Raúl Palacios Rodríguez

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Construcción política de la nación peruana - Raúl Palacios Rodríguez

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misma, la cual suele estar rodeada de una pequeña y primorosa baranda. A través de una gran puerta doble se penetra a una sala espaciosa cuyo mobiliario consiste en una hamaca, un sofá y una larga fila de sillas. Sobre el suelo hay decorativas esteras de paja. Una mampara de vidrio lleva a una segunda habitación, algo más pequeña, llamada la cuadra, decorada en forma elegante, frecuentemente muy lujosa y con alfombras de lana. Aquí se recibe a las visitas. Junto a la cuadra se hallan los dormitorios, comedor, cuartos para niños y demás. Por medio de una segunda puerta, la cuadra comunica con el traspatio, el cual suele estar decorado con hermosas pinturas al fresco. Aquí están la cocina, el corral y un primoroso jardín. El primer patio se comunica con el segundo por un callejón por el cual se llega a los caballos. Cuando falta el callejón, como suele ser en algunas casas más pobres, los caballos tienen que ser conducidos a través de la sala y de la cuadra. Si la casa tiene dos pisos, su disposición es algo diferente. En este caso, la cuadra, que comunica con el balcón, se encuentra encima del zaguán; delante de ella, la sala. Las demás habitaciones están construidas sobre los cuartos que rodean la sala. Sobre la cuadra y sala del primer piso, no hay habitaciones en el segundo piso sino una terraza amplia, de piso de piedras de laja, con una balaustrada que da sobre el patio. Esta terraza sirve de lugar de recreo para adultos y niños; se le adorna con macetas de flores y se protege contra el sol por medio de un enorme toldo. El techo de la casa es plano y consiste de caña cubierta con esteras y empastado con barro o cubierto de ladrillos livianos. Parte de las ventanas de las habitaciones se abren en el techo. Las demás ventanas, que son muy pocas, están colocadas a ambos lados de las puertas y tienen artísticas rejas de fierro que suelen ser lujosamente adornadas. Las puertas y ventanas se mantienen abiertas casi todo el tiempo debido al calor. Algunas casas se distinguen por sus bellos decorados, tal como ocurre con la afamada Casa de Torre Tagle, cerca de la concurrida iglesia de San Pedro. (Tschudi, 1966, pp. 81-82)

      En términos cuantitativos, no se conoce con exactitud el número total de pobladores que tenía el país al concluir la gesta emancipadora20. La inestabilidad política, la crisis económica y los azares propios de la prolongada campaña militar, por un lado, y las dificultades geográficas antes descritas, por otro, impidieron la realización de un censo que nos hubiese permitido conocer el rostro humano del Perú de aquellos días de manera precisa y satisfactoria21. Ante esta enorme e insalvable dificultad, no queda otra opción metodológica que recurrir a la comparación e inferencia estadística y elaborar un cuadro provisional que nos permita aproximarnos al paisaje social del Perú en el período inicial republicano. En efecto, de acuerdo a los datos disponibles sabemos que en enero de1796 el virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos presentó su Memoria y en ella calculaba que el “Reyno tenía más de 1 300 000 habitantes” (citado por Puente Candamo, 1959, p. 4). ¿Cómo obtuvo el dato? Él mismo lo dice: “a través principalmente de las matrículas para el cobro de la contribución personal de indígenas de predios rústicos y urbanos”.

      Según esta cifra censal, el orden de los grupos (de mayor a menor) era el siguiente: indios, mestizos, blancos, pardos y esclavos negros; con clara preeminencia del primero. Asimismo, señala que la región sur albergaba al 52 % de la población total; la del centro al 28,3 %; y la del norte al 19,1 %. En este caso, la mancha india predominaba en la parte meridional del territorio (Gootenberg, 1995, pp. 28-29). En este contexto, ¿a cuánto ascendía la población de Lima y cómo estaba compuesta? Según R. J. Shafer (1958), la capital tenía una población aproximada de 52 000 individuos, incluyendo 17 000 españoles (peninsulares y criollos). De este total, casi 5000 eran religiosos o vivían en comunidades religiosas. Por otro lado, la ciudad tenía no menos de 400 mercaderes, 60 fabricantes, 1027 artesanos, 2900 sirvientes libres de raza mestiza y 9200 esclavos. En una palabra, “la población estaba drásticamente compartimentada en razas y condiciones” (p. 157).

      Casi tres décadas más tarde, la Guía de forasteros (publicada en 1828)22 refiere que la población peruana era de tan solo 1 249 723, distribuida del siguiente modo:

DepartamentosHabitantes
Arequipa13 6 81 2
Ayacucho159 608
Cusco216 382
Junín200 839
La Libertad230 970
Lima149 1 1 2
Puno156 000

      ¿Qué significan comparativamente ambas cifras? Que durante esos treintaidós años que mediaron entre el paso del siglo XVIII al XIX, se ha producido una evidente merma en el total de la población23. ¿Las causas? Varias y de diversa índole: físicas, políticas, militares, vitales, etcétera. Por ejemplo, los terremotos que ocurrieron en el tránsito de ambas centurias sepultaron a miles de personas bajo los escombros de sus viviendas de adobe. La guerra de liberación (con sus prolongadas y fatigosas campañas) causó un gran número de bajas, principalmente de indios y negros. El destierro y la emigración voluntaria alejaron a cientos de personas afincadas en el país (españoles y criollos ricos que emigraron a España). Las enfermedades y epidemias (como consecuencia natural de una deficiente atención médica y de la falta de limpieza de las calles) provocaron un alto índice de mortandad. Por último, la muerte natural (con una esperanza de vida muy corta) ocasionó que el número de defunciones fuera el doble que el de nacimientos24.

      En 1836 (bajo la gestión del citado general Andrés de Santa Cruz) se llevó a cabo —según opinión generalizada hasta antes del descubrimiento de Gootenberg— el primer censo de la etapa republicana que arrojó un total de 1 373 736 pobladores distribuídos en las tres regiones (Arca Parró, 1945, p. 28)25. Comparativamente con la cifra de 1828, advertimos una recuperación demográfica más o menos significativa26.

      Llevado a cabo durante el desbarajuste económico-financiero y las luchas armadas de la etapa inicial del caudillismo castrense, este censo (destinado a ser repetido a lo largo de los años siguientes) apareció por primera vez en la Guia de forasteros de 1837, “sin dar razón alguna de su metodología e, incluso, de los recuentos mismos”, como lo advierte Gootenberg (1995), y agrega:

      Esta vez los funcionarios no registraron distinciones étnicas, debido (es de suponer) a sus nuevos ideales de una sociedad libre de castas. El antropólogo George Kubler (1952) sugiere que llamarlo ´censo´ es dignificarlo, otorgándole un título inmerecido. No obstante, él y otros autores continúan citando sus cifras como si fuesen un hecho producto de la realidad. (pp. 11-12)

      Por otro lado, y como dato adicional a todo lo expresado, cabe recordar que para la instalación del primer Congreso Constituyente (que se realizó el 20 de setiembre de 1822), el número de representantes del pueblo fue de 69 diputados propietarios y de 38 suplentes; este número se obtuvo al determinarse “que hubiese un diputado propietario por cada 16 500 almas o por cada fracción igual o mayor a la mitad, de cada una de las once secciones en que se dividía el territorio27.

      Ahora bien, al margen de la inexistencia de la cifra censal para nuestro período (que por inferencia la ubicamos en 1 200 000 personas) podemos plantear las siguientes consideraciones de carácter general:

      a) En su conformación, el marco o la estructura social existente desde comienzos del dominio hispano no sufrió mayor modificación con el paso de la etapa colonial a la republicana (los mismos grupos sociales pervivieron, produciéndose un ligero cambio en el rol o estatus de algunos de ellos). En este contexto —observa Gootenberg (1995)— el temprano siglo XIX representa un período en el cual la otrora dominante sociedad blanca estuvo debilitada por las tensiones generadas por la decadencia económica, el caos político y la incertidumbre institucional de la transición poscolonial.

      b) El Perú inició su vida independiente como una república de propietarios y hacendados criollos, pero también de chacareros mestizos, pastores indígenas y esclavos negros.

      c) En su dinámica vital, el Perú (como la gran mayoría de las naciones del

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