Construcción política de la nación peruana. Raúl Palacios Rodríguez
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c) En el contexto anterior, y no obstante que nuestra clase política —como ya se dijo— fue subordinada u opacada por la actuación descollante y protagónica de los jefes militares extranjeros (San Martín, Bolívar, Sucre), no puede obviarse la permanente y trascendental participación (visible o anónima) de muchísimos peruanos al lado de aquellos. Como colaboradores visibles e inmediatos en la administración pública (Unanue, Sánchez Carrión, Pando, Vidaurre); como oficiales combatientes en las largas y fatigosas campañas guerreras (Agustín Gamarra, Ramón Castilla, José de La Mar, Andrés de Santa Cruz, José Andrés Rázuri); o como prestos montoneros dispuestos a dar sus vidas (Ignacio Quispe Ninavilca, Gaspar Huavique, José María Palomo, Francisco de Vidal), la sangre peruana no estuvo ausente en aquellos decisivos días. Talento, valor y osadía fueron los rasgos fundamentales de esos tres estamentos, respectivamente.
d) Las campañas gloriosas de Junín y Ayacucho en 1824, marcaron no solo el ritmo del ímpetu libertario de un pueblo en particular (Perú), sino también la ilusión legítima de toda la América meridional. “La libertad del Nuevo Mundo —escribió José Martí (1970)— era la esperanza del universo y, en particular, del continente”. En este sentido, Junín (6 de agosto) fue el inicio y la antesala de la victoria anhelada; Ayacucho (9 de diciembre) fue la culminación de una utopía hecha realidad. “Ayacucho, sublime nombre donde se ha completado el día que amaneció en Junín”, escribió la Gaceta del Gobierno en su edición del 18 de diciembre de aquel año. Si Junín fue la batalla que abatió el orgullo español (más que una sangrienta acción de armas fue un encuentro de incalculables proyecciones psicológicas), Ayacucho fue la cita última de la libertad y el laurel de la perseverancia. ¿El común denominador? El afán de América de perpetuarse como una comunidad sacudida de servilismo, tutela o patrocinio externo. Se tuvo clara conciencia, en todas partes, de la terminación victoriosa de una larga guerra iniciada en 1810. En su despacho de Viena, el Príncipe de Metternich reconoció el signo de los tiempos. “El Perú —escribió en abril de 1825— ha desaparecido como colonia. En estas circunstancias, me atrevo a preguntar al gobierno español si también está dispuesto a sacrificar del mismo modo a Cuba” (citado por Kossok, 1968, p. 57).
e) Como hecho de enorme gravitación histórica, la Capitulación de Ayacucho (no mencionada con ese nombre en el texto primigenio) representa un hito imperecedero en la historia de América Latina. Ella simboliza, más allá del marco temporal, no solo el reconocimiento tácito al triunfo bélico, sino también al derecho de ser libres para siempre en armonía con los principios entonces imperantes en el mundo civilizado. A partir de entonces, el reloj de la historia marcaría el rumbo de cada país en consonancia con sus propias esperanzas, vicisitudes, aciertos o errores.
f) Finalmente, es oportuno indicar que tanto las fuentes primarias como secundarias acerca del período independentista nacional, en su conjunto, se muestran abundantes y provechosas; mas no así en lo que concierne específicamente a la Capitulación de Ayacucho. Sobre ella y su entorno histórico, las fuentes no solo resultan escasas e insuficientes, sino también sin mayor trascendencia en el ámbito historiográfico. En este sentido, anhelamos que el presente volumen contribuya, por un lado, a una mejor comprensión de cuánto hicieron los peruanos por su independencia y por la independencia de América, y, por otro, a una cabal interpretación de la Capitulación de Ayacucho como hecho culminante de aquella aspiración colectiva. Debemos puntualizar que en la elaboración del presente volumen se ha utilizado una buena parte de los resultados de la investigación histórica realizada hasta ahora sobre el período 1821-1826 (denominado el de la “formación de la nacionalidad”), al igual que los aportes de las fuentes primarias impresas (diarios de viajes, informes de campañas militares, memorias ministeriales, periódicos de la época, reportes oficiales y otras).
A fin de que el lector tenga una información adicional sobre aquellos personajes mencionados a lo largo del texto y que antes, durante o después de la jura de la Independencia tuvieron un rol destacado, se ha juzgado conveniente incluir sus semblanzas biográficas con los datos más relevantes en nuestra opinión (véase el Apéndice biográfico). Para ello, ha sido útil la consulta tanto de aquellas publicaciones de carácter general, como de aquellas de índole específico. En el primer caso, se pueden citar, entre otras, las siguientes: Diccionario histórico-biográfico del Perú de Manuel de Mendiburu; Apéndice al Diccionario histórico-biográfico del Perú de Evaristo San Cristóval Palomino; Diccionario histórico biográfico del Perú. Siglos XV-XX editado por Carlos Milla Batres; Enciclopedia ilustrada del Perú de Alberto Tauro del Pino; Biblioteca Hombres del Perú editada por Hernán Alva Orlandini; Los médicos en la Independencia del Perú; y La escuela médica peruana, 1811-1972 de Jorge Arias Schreiber Pezet; Diccionario de medicina peruana; e Historia de la medicina peruana de Hermilio Valdizán Medrano; El episcopado en los tiempos de la Emancipación americana de Rubén Vargas Ugarte; Fuentes históricas peruanas de Raúl Porras Barrenechea; Historia de la República del Perú e Introducción a las Bases documentales para la Historia de la República del Perú con algunas reflexiones de Jorge Basadre Grohmann; Los presidentes de la Honorable Cámara de Diputados del Perú de Luis Varela Orbegoso; Presidentes del Senado, comisiones, directivas y señores senadores 1829-1960; Historia de los partidos de Santiago Távara y Andrade; Historia del Perú desde la proclamación de la Independencia de Sebastián Lorente Ibáñez; La cultura peruana y la obra de los médicos en la emancipación de Juan B. Lastres Quiñones; Galería de retratos de los gobernantes del Perú independiente, 1821-1871 de José Antonio de Lavalle y Arias de Saavedra. Entre las publicaciones de carácter específico, pueden mencionarse las siguientes: El precursor (Toribio Rodríguez de Mendoza) de Jorge Guillermo Leguía Iturregui; El gran mariscal Riva Agüero de Enrique Rávago Bustamante; José Joaquín de Larriva; Mariano José de Arce; José Toribio Pacheco; y José Faustino Sánchez Carrión de Raúl Porras Barrenechea; El gran mariscal Luis José de Orbegoso: su vida y su obra de Evaristo San Cristóval Palomino; El doctor José Pezet y Monel; Hipólito Unanue; y El general Juan Antonio Pezet, presidente de la República del Perú de Jorge Arias Schreiber Pezet; El doctor Hipólito Unanue de Hermilio Valdizán Medrano; Toribio Rodríguez de Mendoza de Rubén Vargas Ugarte; El protomédico limeño José Manuel Valdés de Héctor López Martínez; Antonio José de Sucre. Gran Mariscal de Ayacucho de Guillermo A. Sherwell.
Al concluir estas líneas introductorias, el autor desea expresar su viva gratitud a las autoridades de la Universidad de Lima en las personas del doctor Óscar Quezada Macchiavello, rector, y del magíster Giancarlo Carbone de Mora Campos, director del Fondo Editorial, por el interés puesto en la presente publicación. A Neil Cárdenas Lezameta, bibliotecario del Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, por su preciado apoyo en la búsqueda del material bibliográfico y documental. A Fiorella, Renzo y Adriano, mis hijos, por su permanente disposición de auxiliarme en el uso correcto de los modernos y sofisticados medios virtuales; y, de manera especial, a mi esposa Gloria Winffel Ríos que, como en anteriores oportunidades, prestó su valiosa e invalorable colaboración no solo en la revisión histórica y lingüística de los originales, sino también en la laboriosa digitación de varios capítulos.
Raúl Palacios Rodríguez
Lima, diciembre del 2020
Capítulo 1
El Perú hacia 1821
1. LA REALIDAD GEOGRÁFICA Y POBLACIONAL*