Para mi biografía. Héctor Adolfo Vargas Ruiz

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Para mi biografía - Héctor Adolfo Vargas Ruiz

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la luz de tus ojos, ilumíname,

      que es sólo para ti mi corazón.

      Te Esperé

      Te esperé hasta donde pude,

      pero no llegaste a tiempo;

      tu lugar ya está ocupado,

      ya pasó mi sufrimiento.

      Mal hado te hizo pensar

      en ambición tan mezquina,

      pues mi horizonte es muy amplio:

      tú ya volteaste la esquina.

      Te llevas la bolsa llena

      de monedas devaluadas,

      pero a mi cofre de ensueños

      no podrás robarle nada.

      Porque en él guardo mi orgullo,

      mi altivez y mi nobleza

      que nada tienen que ver

      con tu ruindad y vileza.

      Vestía de Verde

      Fue un día de aquellos de primavera

      cuando la vi por última vez

      y desde entonces sufro por ella

      y me hastía el mundo sin su querer.

      Un bello traje vestía aquel día

      la robadora de mis amores,

      un traje verde que, desde entonces,

      por donde quiera llevo en visiones.

      La esperanza, dicen, viste de verde

      y ese verde esperanza era mi sueño,

      pero la que antes era tan mía

      ya ¡ni esperanzas! era otro el dueño.

      Más sus recuerdos siempre los llevo

      como una espina en el corazón,

      porque sus besos y sus promesas

      fueron la causa de su traición.

      Hoy de la ingrata me compadezco

      porque ella sufre, bien lo sé yo,

      pues su cariño cambió a dinero

      siendo tan mío su corazón.

      En las postrimerías del año 1939 me trasladé a la población de Ráquira tras los encantos de una niña. El lapso de tiempo que permanecí allí fue muy corto, pero el romance sí fue intenso, apasionado y con sinceras intenciones de matrimonio, pues así lo teníamos planeado, aunque hubiera alguna resistencia por parte de la pre-suegra. Entonces, sucedió lo que sospechábamos: en forma misteriosa y sin dejar huella ninguna, la niña desapareció y solamente vine a saber seis meses después en Tunja que la niña había muerto de pena moral por los lados de Paipa, adonde la había transpuesto la mamá.

      Bajo el Sauzal Bambuco

      Estrofa 1

      Si piensas que soy ingrato, piensas muy mal;

      si piensas que te he olvidado, eso jamás;

      tú misma me enseñaste la cualidad

      de ser, antes que todo, noble y leal.

      Si piensas que te he olvidado, piensas muy mal,

      teniendo tantas cosas por recordar,

      desde aquel primer beso tierno y sensual

      que tímidos nos dimos bajo el sauzal.

      Estrofa 2

      Y después, encendidos por la pasión,

      perdido el equilibrio de la razón,

      ¿cómo olvidar podríamos lo que pasó

      sobre aquel verde prado de sombra y sol?

      Y de aquel cataclismo estremecedor,

      repuestos los sentidos y la razón,

      tatuajes indelebles dejáronme

      tus ardientes caricias, plenas de amor.

      Ahora que vuelvo al paso de aquel lugar

      en que aprendimos juntos el don de amar,

      parece que llorara el viejo sauzal

      añorando aquel beso tierno y sensual.

      Y yo, como los sauces, sentimental,

      tendido sobre aquel breve lecho nupcial,

      impaciente y frustrado porque no estás,

      inconsolable lloro mi soledad (bis).

      (Bogotá, marzo 2 de 1990)

      Bajo El Sauzal

      Humanamente

       Pasillo lento

      Estrofa 1

      Humanamente, mujer, te estoy queriendo

      con los cinco sentidos de la vida,

      pues al verme en tus ojos me deslumbras

      y al percibir tu aliento me fascinas.

      Estrofa 2

      Tu voz a mis oídos es arrullo,

      es canto celestial, es oración

      y al degustar el néctar de tus labios,

      en tus labios se va mi corazón.

      Mas al tomar tu cuerpo entre mis manos

      para estrechar tu frágil escultura,

      sangre y nervios se agitan en mi cuerpo

      con pasión desbordante con locura.

      Más allá de lo humano también te amo,

      porque estás en mi ser divinizada

      y

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