Las razones del altermundismo. David Montesinos
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Cuando estos movimientos de resistencia comenzaron a formarse a mediados de la década de 1990, parecían ser un conjunto de partidarios del proteccionismo que se reunían por la sola necesidad de combatir todo lo que tuviera alcance global. Pero a medida que los militantes se han unido por encima de las fronteras, ha aparecido un programa distinto, que sigue integrando la globalización pero que requiere arrancarla de manos de las multinacionales. Los inversores éticos, los piratas culturales, los defensores de los espacios públicos, los sindicalistas de McDonald’s, los hacktivistas de los derechos humanos, los militantes universitarios y los vigías anticorporativos de Internet constituyen los primeros capítulos de la lucha para que exista una alternativa ciudadana al imperio internacional de las marcas. Esa exigencia, que en algunas partes del mundo se sigue susurrando apenas, como para evitar el mal de ojo, consiste en construir un movimiento de resistencia a la vez popular y altamente técnico; un movimiento tan global y capaz de una acción coordinada como las multinacionales que intenta subvertir. (Klein, 2005a, p. 512)
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Lo que queda de Seattle
La contracumbre lo cambió todo
Durante más de medio siglo de duración del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio)6 se celebraron ocho rondas. La ronda que se celebró en Seattle se llamó Ronda del Milenio, término enunciado como si fuera a durar para siempre, pero que desapareció súbitamente y sin dejar rastro. Eran las últimas semanas de 1999, por lo que el nombre otorgado a la cumbre parece explicarse por lo inminente del 2000. Aquella grandilocuencia contenía propósitos en apariencia trascendentes: era el momento de que las naciones elaboraran una agenda común para el desarrollo y la convivencia, la globalización era la oportunidad para que la prosperidad y las libertades se mundializaran tanto como el comercio.
Hoy sabemos que se trataba de una farsa. El objetivo no confeso era avanzar en el ciclo liberalizador, lo que supuso incrementar la brecha norte-sur y la asimetría de los intercambios. Si hasta la década de los ochenta el contenido de las reuniones de la OMC (Organización Mundial del Comercio) solía centrarse en la vigilancia de las actividades de las empresas, en vísperas del nuevo siglo eran los Estados quienes recibían advertencias respecto a sus malas costumbres. En otras palabras, reuniones como la de Seattle, en el fondo, pretendían forzar a los países en vías de desarrollo a desactivar los marcos regulatorios internos con los que gravaban las operaciones de las corporaciones extranjeras.
Naomi Klein ha recordado años después que, en No logo: el poder de las marcas, se refirió varias veces a un activista inglés llamado John Jordan, cuyas intervenciones se le antojaron proféticas, pues, poco después de publicarse ese libro, ocurrió lo de Seattle. En el libro de Klein, se recogen las siguientes palabras de Jordan:
Las multinacionales están dañando la democracia, el trabajo, las comunidades, la cultura y la biosfera. Sin darse cuenta nos han ayudado a ver que todos los problemas responden al mismo sistema, a relacionar todos los temas con otros y a no pensarlos como si fueran independientes entre sí. (Klein, 2005a, p. 318)
En torno al movimiento Recuperando las Calles, Jordan estableció conclusiones sobre los métodos usados en algunas algaradas de ecologismo urbano, en ciudades como Londres, al enfrentarse a los bulldozers que destruían calles para facilitar el tránsito automovilístico. Se celebraban fiestas donde se leían poemas, se colgaban falsas televisiones de los árboles, se repintaban los pasos de cebra… Se trataba de convertir el arte y la imaginación en un instrumento político útil y eficaz. La experiencia que Jordan refirió a Klein fue profética incluso en lo relativo a los problemas de todo movimiento social. En una ocasión, el movimiento Recuperando las Calles consiguió celebrar una fiesta espontánea con veinte mil participantes nada menos que en Trafalgar Square. Aquello escapó de las manos de los activistas, quienes no pudieron evitar la hooliganización del acto, que acabó en duros enfrentamientos con la policía. Esto animó a los periódicos, al día siguiente, a hablar de vándalos y anarquistas que aterrorizan a los vecinos con consignas antisistema.
Conviene no olvidar estas alusiones a la experiencia como activista de Jordan, pues desvelan algunas claves de una forma de insurgencia ciudadana que tuvo, unos meses después de la publicación del primer libro de Naomi Klein, su pistoletazo de salida en la ciudad de Seattle. La creación del Foro Social Mundial, cuya primera edición se realizó dos años más tarde en Porto Alegre, es su resultado más palpable.
Pero ¿qué pasó en Seattle? No es objetivo de este trabajo dar cuenta periodística exhaustiva de unos hechos que parecen lejanos en el tiempo, sobre todo si consideramos todo lo que ocurrió después (el 11 de Septiembre, la segunda invasión de Irak, la Gran Recesión, el brexit, el ascenso de los partidos neofascistas en Europa, la elección de Trump…). Nos interesa conocer las conclusiones que Naomi Klein, y con ella los principales agentes del FSM, han ido obteniendo sobre lo ocurrido. Esto no fue fácil en aquel momento porque fue una sorpresa monumental para todo el mundo, sobre todo para los participantes a la cumbre oficial y para la prensa internacional, que no supo interpretar este acontecimiento y se limitó a dar por fracasado el evento y la llamada Ronda del Milenio.
La semana de protestas contra la cumbre se inicia el 28 de noviembre, y se establece un calendario dedicado a temas específicos como el derecho a la vivienda, del medio ambiente, de la mujer, derechos laborales, democracia, etcétera. Al día siguiente, se producen las primeras detenciones por descolgar una pancarta desde una grúa de setenta metros; hay una cadena humana por la condonación de la deuda; el conocido agricultor francés José Bové ofrece sus productos en las puertas de un McDonald’s. Al día siguiente, cientos de jóvenes manifestantes bloquean el hotel Sheraton, donde se ha de celebrar la cumbre; intervienen los antidisturbios y empiezan los supuestos enfrentamientos; la respuesta de los manifestantes a la violencia policial es la resistencia pasiva. Se suspende el acto inaugural porque la mayoría de delegados no ha conseguido acceder, así que permanecen en las habitaciones de sus respectivos hoteles. El 1 de diciembre se declara el estado de emergencia y se prohíbe cualquier acto de protesta en un amplio radio alrededor del Sheraton. Más de seiscientos activistas son detenidos y llegan noticias de malos tratos en los calabozos por parte de la policía. Las protestas continúan con actos y conciertos que reúnen cantidades crecientes de participantes. Días después se da por cerrada la reunión sin ningún acuerdo reseñable.
Conviene no olvidar los nombres de las organizaciones que tuvieron una participación decisiva en la contracumbre. Acción Global de los Pueblos (AGP) fue determinante por su capacidad organizativa, que le permitió coordinar con grupos de activistas contra la injusticia ambiental y social de todo el mundo para citarlos en Seattle. También fue importante Industrial Workers of the World, sindicato norteamericano de inspiración anarquista y que contaba, entre sus asociados, con Noam Chomsky. Direct Action Network (DAN), formado básicamente por estudiantes, estaba vinculado a los ingleses de Recuperando las Calles y coordinó con jóvenes de EE. UU. y Canadá. Public Citizen, con una espectacular cifra de miembros, se puede definir como un movimiento norteamericano de consumidores. Indigenous Enviromental Network, un grupo de indígenas de toda Norteamérica que defiende los planteamientos ecologistas y critica la fiebre desreguladora que en materia medioambiental defendía la OMC.
La lista es mucho más amplia. Para resultar inesperada, debemos reconocer que la contracumbre estaba perfectamente planificada por sus participantes. Pese a algunas acusaciones poco fundadas de violencia y desobediencia civil por parte de algunos grupos libertarios, la impresión general recogida por la prensa es que los disturbios sucedieron por el nerviosismo que provocó el acontecimiento en las autoridades más que por la