Cosas vivas. Luis Alberto Suárez Guava

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Cosas vivas - Luis Alberto Suárez Guava Diario de campo

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      1 La misma fuente de Tylor es usada por Gell (1998) y en su versión traducida al castellano en este texto.

      2 Aunque sé que adeptos y conversos al giro ontológico afirman un origen parcialmente no europeo, creo que lo metropolitano de las tendencias teóricas se define por el tipo de fuerza que ejercen, como hechos sociales, sobre las academias periféricas. El mismo tipo de fuerza se reproduce gracias a los lugares que ocupan o tienden a ocupar en las jerarquías institucionales locales. En Latinoamérica, esta perspectiva de análisis teórico tiende a llenar parte del lugar de tendencias que lucen menos robustas que en el pasado cercano (p. ej., posmodernos, estudios culturales y estudios poscoloniales). Habría que señalar que la otra gran fuerza teórica de la actualidad está constituida por los autodenominados estudios decoloniales. De hecho, ya existen ontologías decoloniales.

      3 Colincharse es una voz colombiana que se refiere a la práctica en desuso de subirse a un automotor sin la anuencia del conductor, generalmente colgándose en el parachoques trasero para transportarse sin pagar pasaje.

      4 Se trata de barrios populares y periféricos que quedan sobre los cerros de Bogotá. Sus nombres no hacen más que describir ciertos principios de la ética colonial.

      5 Y como el conocimiento antropológico es una mercancía, y una mercancía depreciada por la pérdida de la voz pública de la antropología (a lo cual responde Ingold), no hay quien pague por el tiempo necesario para hacer trabajos prolongados, pero tampoco hay impulso ni ganas para hacerlos. Nuestras carreras están renunciando a formar conciencias y sucumben por las razones que sea (que siempre pueden ser comprensibles dado que las relaciones objetivas son siempre económicas) a formar firmadores del requisito (antropólogo o social), de tal manera que para todos (docentes, administrativos y estudiantes) resulta una pérdida de tiempo hacer trabajo de campo. Mucho menos tener algún compromiso que desborde las razones prácticas de tesistas y directores de tesis. No obstante, siempre y en todos lados hay gente intempestiva.

       Daniela Castellanos

      Universidad Icesi

      Helí Valero, a sus más de sesenta años, contaba sin exaltarse que “los boteros1 son muy envidiosos” y no se les pueden poner vasijas cerca porque “las chitean”.2 Metido en la bóveda del horno, hablaba apilando de manera cuidadosa y metódica la loza cruda, cerciorándose de dejar buen espacio entre los boteros, y entre estos y las demás vasijas. Mientras, afuera, su hijo y esposa hacían una cadena de manos que conducía otras vasijas crudas desde distintos rincones de la enramada del taller hasta la puerta del horno. Su comentario desprevenido fue el punto de entrada en mi trabajo de campo a la posibilidad de que las cosas y no solo las personas fueran envidiosas: ¿cuál es este mundo en el que los boteros pueden ser envidiosos? ¿Hay otras cosas-materia aparte de las vasijas con estos atributos-vicios?3 Y a propósito de esto, ¿qué hay de la vida que ostenta el mundo material? (figuras 1, 2 y

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