Los inicios de la automatización de bibliotecas en México. Juan Voutssás Márquez

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Los inicios de la automatización de bibliotecas en México - Juan Voutssás Márquez

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monedas. Las bibliotecas podían adquirirlas en versiones de diez o veinticinco centavos de dólar (ALA Bulletin 1964, 238). La misma revista reportó en 1966 que ya eran usadas en bibliotecas cuatro marcas de fotocopiadoras operadas con monedas: Docustat, Vico-Matic, Denison y Xerox 914. El costo para el usuario era en promedio cinco centavos de dólar por copia (Piez 1966, 507).

      En la Gaceta UNAM del 15 de marzo de 1965, se menciona como un gran avance la adquisición del primer modelo de la fotocopiadora Xerox 914 por parte del Centro de Cálculo Electrónico:

      […] con la que dará servicio a los directores, investigadores, profesores, funcionarios y estudiantes universitarios. Como es sabido, mediante esta máquina es posible copiar sobre cualquier tipo de papel con excelente legibilidad, y tiene además la ventaja de que pueden copiarse páginas de libros o revistas sin desencuadernar el original. Es posible también reproducir dibujos hechos a mano, con máquina, estampados o trazados con grafio. Se produce cualquier número de copias deseadas en forma automática sin necesidad ni de alimentar el papel en que se copia, ni de mover el original. Dadas las grandes ventajas que este tipo de copiadoras ofrece, el Centro de Cálculo Electrónico desea ponerla a disposición de la comunidad universitaria cargando solamente el costo nominal por página copiada ($0.75 por página de tamaño carta o menor y $1.25 por página tamaño oficio o mayor) (Gaceta UNAM 15-3-1965, 6).

      Puede verse por la redacción de la nota cuán innovador era ese dispositivo en ese entonces, que ameritaba hasta un anuncio en la gaceta universitaria. Dado que el tipo de cambio en 1965 era de 12.50 pesos por un dólar, las copias en México costaban en ese entonces, sin intenciones lucrativas, el equivalente a seis y diez centavos de dólar, respectivamente. Considérese además que un dólar de 1965 es equivalente a 7.90 dólares de 2018. Puede deducirse de ello que en sus inicios la fotocopia era algo muy innovador y cómodo, pero no era barato en lo absoluto; tardó algunos años en convertirse realmente en una opción económica y masiva.

      Tan solo unos meses después, en la Gaceta UNAM del 22 de noviembre de 1965, se mencionó por primera vez la reciente adquisición de una fotocopiadora ya en la Biblioteca Central:

      […] Desde el pasado mes de octubre, funciona en la Biblioteca Central de Ciudad Universitaria una máquina copiadora automática que operan los propios estudiantes. Mediante una cuota módica, el interesado puede adquirir en unos cuantos segundos una copia de actas de nacimiento, documentos personales, reportes escolares, páginas de libros, periódicos, trabajos artísticos, etcétera, sin peligro de dañar el original (Gaceta UNAM 22-11-1965, 6).

      La Gaceta UNAM del 12 de abril de 1965 menciona además que en la Biblioteca Central ya había “[…] un aparato visor para micropelícula, que puede ser utilizado gratuitamente por maestros y estudiantes” (Gaceta UNAM 12-4-1965, 2).

      A partir de entonces, las fotocopiadoras fueron proliferando lentamente en las bibliotecas mexicanas. Una década después de haber sido introducidas, solo existía un número limitado de ellas. No había muchas bibliotecas públicas entonces, pues el Programa Nacional de Bibliotecas Públicas comenzó hasta 1983. Adolfo Rodríguez menciona al respecto en las Jornadas de AMBAC de 1974: “[…] Pocas bibliotecas ofrecen servicios de fotocopia y es usual que, cuando lo proporcionan, la fotocopiadora se encuentra en la dirección de la escuela o facultad, lo que afecta la eficiencia del servicio, pues le dan prioridad a los asuntos administrativos” (Rodríguez 1974,116). A nivel masivo, las fotocopiadoras en las bibliotecas tuvieron un auge hasta principios de la década de los ochenta.

      Había otros productos más económicos que contendían con este problema: Las máquinas duplicadoras no xerográficas existen desde fines del siglo XIX, y durante la primera mitad del XX se fabricaron docenas de marcas, modelos y tecnologías en este aspecto. Fueron diseñadas para oficinas, pero las bibliotecas no tardaron en adoptar muchas de ellas: las bibliotecas adquirieron y usaron hasta los años ochenta multígrafos, mimeógrafos, ciclostiles, duplicadores de alcohol y adresógrafos, por citar algunos cuantos.

      Las técnicas para reproducir documentos fueron muy numerosas. Uno de los dispositivos más representativos de esta variedad fue el mimeógrafo —otra de las tecnologías de automatización no computacionales usadas en bibliotecas—, el cual consistía en una máquina reproductora mecánica basada en un esténcil o matriz de impresión para estarcir. Aunque hubo variantes, la más común se basaba en una hoja de papel encerado en la cual se mecanografiaba un texto, en este caso el de una ficha catalográfica. Al teclear un texto con la máquina de escribir sobre la hoja, el tipo metálico de cada letra removía la cera al golpear sobre la hoja con la forma de esa letra. Es decir, al final se tenía una hoja cubierta de cera con excepción de las letras tecleadas en ella. Ésta era la “matriz”; era instalada en el mimeógrafo, el cual por medio de la rotación de una banda de tela entintada permitía que la tinta de ésta pasara a una hoja de cartón en las partes no protegidas por la cera; esto es, se transferían al papel o cartón las letras del texto. De esta forma, se aceleraba el proceso de reproducción de las tarjetas, pero de cualquier modo los encabezamientos de materia debían ser mecanografiados en la parte superior de cada ficha.

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Xerox 914 ad, 1961. Warshaw collection, duplication device box 1. National Museum of American History Archives. © Smithsonian Institution. (Permiso de Fair Use del Smithsonian) (Este anuncio aparece desde marzo de 1961 en Boletín de ALA).
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Anuncio de Xerox de 1965 donde introduce por primera vez la posibilidad de copiar tarjetas de catálogo en cartón. Imagen en acceso abierto en: College & Research Libraries, vol. 26, num. 6, November 1965, p. 464.
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Copiadora Docustat de monedas. Hawken, William (1964). Photocopying from bound volumes, Supplement no. 1, p. 4. Chicago: Library Technology Project, American Library Association. Acceso abierto en Hathi Trust Library https://catalog.hathitrust.org/Record/000839220
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Monedero Xerox.
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Anuncio de la Copiadora Xerox 914 de monedas, 1966. Revista Billboard, Abril 2, 1966, p.76 https://www.americanradiohistory.com/Archive-Billboard/60s/1966/Billboard%201966-04-02.pdf Imagen en dominio público vía Google Books.
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Variedad de fotocopiadoras para libros tipo “Reflex”, 1982, Hawken, William, Photocopying from bound volumes, p. XVI. Chicago, Library Technology Project. American Library Association. Acceso abierto en Hathi Trust Library - https://catalog.hathitrust.org/ Record/000839220

      Con o sin mimeógrafo, el proceso consumía mucho tiempo, además de que requería de la mayor minuciosidad, ya que los errores mecanográficos debían ser corregidos al instante con una pasta especial, y el mimeógrafo con frecuencia ensuciaba con tinta las tarjetas. Existieron otras variantes semejantes del mimeógrafo, como los multígrafos y los ciclostiles, y

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