Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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donde iban Ambrosio y Marta Harnecker, entonces yo en Lovaina recibía, podemos decir, los dichos de ese seminario. Yo participaba en ese seminario a distancia, por los rumores, por las conversaciones. Cuando iba a París me contaban todo lo que pasaba, entonces yo me sentía casi en la tercera fila, detrás de ellos. Althusser fue muy importante, porque nos mostró un marxismo que para nosotros se presentaba muy reflexivo […]. [Ya de vuelta en Chile,] nosotros nos reuníamos con Ambrosio, con José Joaquín Brunner, con otros intelectuales de por acá, a discutir sobre Althusser. Y a partir de Althusser comenzamos a leer a Marx”. Cuenta que tanto en París como en Santiago organizaban lecturas colectivas de El capital. En Santiago, dice, “se hacían en torno a la figura de Rodrigo Ambrosio. Porque Rodrigo era un dirigente político demócrata cristiano, pero que llegó de Francia con la idea de romper con la juventud demócrata cristiana y crear una opción de izquierda que surgiera del ámbito cristiano27. Y entonces, tanto Brunner como yo leíamos un poco para Ambrosio, leíamos Althusser para Ambrosio y discutíamos con él, estábamos formando al líder, así decía él. ‘Ustedes ayudan a formar al líder’. Bueno, empezamos por Althusser, y cuando leemos Althusser conocemos a Marx, aunque directamente muy poco. Conocíamos, evidentemente, el Manifiesto Comunista, pero el Manifiesto, por ejemplo, no fue estudiado como fue estudiado ‘Contradicción y sobredeterminación’, ‘Ruptura epistemológica’ y demás conceptos de Althusser de un modo minucioso”28. “Mi generación […] se sintió atraída por el marxismo revitalizado por Althusser. Este lo despojó de los residuos mecanicistas y economicistas, lo dotó de un nuevo rigor conceptual y además abrió puertas al diálogo con otras tendencias culturales” (Moulian, 1983a: 9,10).

      Detrás de la fuerza y claridad de los planteamientos de Ambrosio en estas materias intelectuales estaba este trabajo de grupo, esta labor colectiva, que era expresión de motivaciones sociales parecidas, de una amistad fuerte y prolongada, y de una exploración colectiva sobre ideas novedosas, uno de cuyos centros estaba en París.

      Junto con la construcción argumentativa de Althusser, otra faceta suya que atraía a Moulian era su “capacidad de escritura”. “Yo creo, dice Moulian, que Althusser escribe muy, muy bien. Esa es una de sus capacidades por las cuales es capaz de seducir […]. Es un leninista que busca rescatar el leninismo a través de la creación de un modelo distinto y en un lenguaje distinto”. La atención al lenguaje es algo que también caracteriza a Moulian y que va asociada a su gusto por la literatura. Esta faceta, sin embargo, no se manifiesta en sus primeras obras, de escritura más bien árida literariamente.

      Una lectura que después acaparará su atención, especialmente en los años 1970, durante la Unidad Popular, mientras está en el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (Ceren), de la Universidad Católica, será la obra de Lenin, a quien, según dice, leyó obsesivamente. Lenin aparecerá reiteradamente en su obra en estos años, en dos sentidos principales. Primero, en cuanto analista político, que puede servir de orientación para las interpretaciones de coyuntura, un Lenin práctico antes que de principios teóricos generales y a-históricos. Segundo, el Lenin de una particular interpretación, que lo muestra sosteniendo la concepción, como principio general, del Estado como mero instrumento de dominación. Esta interpretación, de un Lenin estalinizado, será reiteradamente criticada por Moulian en lo que escribe entre el golpe y mediados de los años 1980.

      En cuanto a analistas de la realidad nacional, quienes más lo influyeron, según su propio juicio, fueron “los ensayistas del diagnóstico: Aníbal Pinto, Julio César Jobet y Jorge Ahumada”. Pinto, con su libro Chile: un caso de desarrollo frustrado, de 1959; Ahumada, con En vez de la miseria, que en 1958 hace una crítica al desarrollo capitalista chileno. Los reconoce como autores importantes, ambos sin encasillamientos teóricos.

      Una influencia no expresada en libros específicos, sino de carácter más bien atmosférico, fue la revolución cubana. Moulian lo ve como otro foco de enseñanza. Era tema de prensa, de artículos de revistas, de conversaciones. Además, Ambrosio y Harnecker, en su condición de dirigentes políticos de la juventud demócrata cristiana tuvieron la oportunidad de viajar a Cuba. Aparecía como una experiencia inspiradora. Representaba la posibilidad de transformación revolucionaria en el propio continente americano, por la vía violenta. Era un modelo que no se apartará de las discusiones hasta el golpe militar, luego de lo cual se irá extinguiendo.

      Un interlocutor reiterado de Moulian, durante esta década y la siguiente, es su amigo Manuel Antonio Garretón. Este había trabajado primero como ayudante de investigación en Desal, llevado por Vekemans, entre 1963 y 1964. Será, luego, uno de los actores destacados del movimiento de reforma de la universidad. En 1966 es nombrado profesor de la Escuela de Sociología de la Universidad Católica. En 1967, Garretón emprende viaje a París para hacer estudios de doctorado en sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, donde estará tres años, aunque no obtendrá el grado; no había mayor preocupación al respecto: no obtener la certificación formal del grado en esos tiempos no desvelaba a nadie. Allá compartirá las influencias teóricas canalizadas por la vía de Marta Harnecker, pero también recibirá la influencia, que para él será muy significativa en su trayectoria, de Alain Touraine. El énfasis de este en el sujeto y la acción social histórica, y en los movimientos sociales, lo apartan del marxismo. Por vía de Garretón, Moulian, a su vez, toma contacto con las ideas de Touraine más allá de los libros. Es una recepción relativa. No será un autor al que Moulian siga. Y con Garretón mantendrá diferencias de enfoque, expresadas en los reiterados debates entre ambos.

      Durante el gobierno de la Unidad Popular, Moulian realiza variadas actividades. Ante la intensa confrontación política junto con otros miembros del partido crearon un diario mural, El Alerta, del cual Moulian fue director. Era un diario que se pegaba todos los días en las murallas, a la salida de fábricas, en universidades y diversos sitios públicos. Un “típico instrumento de agitación y propaganda”, dice Gazmuri29.

      En ese período, además, Moulian asumió como Jefe del Departamento de Libros de Quimantú, la editorial del Estado, quedando a cargo de las obras de ficción. Para ello fue asesorado por Alfonso Calderón, escritor y profesor universitario que años después, en 1998, obtendrá el Premio Nacional de Literatura. Bajo su dirección nacieron las colecciones “Quimantú para todos”, “Nosotros los chilenos” y se publicaron obras de noveles autores, como Walter Garib y Germán Marín30. Aunque su participación solo duró seis meses, le significó involucrarse en un significativo proyecto cultural político de la Unidad Popular, que buscaba el acceso de las clases subordinadas a la cultura (Moulian, 2018: 8).

      En 1971, Moulian se integra al Centro de Estudios de la Realidad Nacional (Ceren), en donde permanecerá hasta que es disuelto como resultado del golpe militar e intervención de la universidad, en 1973. El Ceren es un centro interdisciplinario de la Universidad Católica creado en 1968 como producto de la reforma universitaria. Su fin era contribuir al estudio y reflexión crítica sobre la sociedad chilena y latinoamericana a través de un trabajo interdisciplinario. Esto incluía labores de investigación y docencia para los alumnos de toda la universidad. Junto con Moulian participan, entre otros, Franz Hinkelammert, Norbert Lechner, Armand Mattelart, Andrés Pascal Allende, José Joaquín Brunner, Juan Enrique Vega, Kalki Glauser, Ariel Dorfman, Rafael Echeverría y Pilar Vergara. Su dirección es encomendada, en un primer período, a Jacques Chonchol, y luego, cuando a fines de 1970 Allende lo designa ministro de Agricultura, el rector Fernando Castillo nombra en su lugar a Manuel Antonio Garretón, quien a principios de ese año había llegado de Francia. Mientras Garretón está en el cargo es nombrado, además, presidente del Centro Académico Progresista de la universidad. Las facetas académicas y políticas están fuerte y manifiestamente entrelazadas en este centro.

      El Ceren contaba con pleno apoyo del rector, Fernando Castillo, para su desarrollo, ya que respondía a la misión de la universidad reformada que él encabezaba. Por su parte, la universidad contaba con el respaldo del gobierno31. Eso lleva a que en 1973 llegue a tener más de 20 profesores de tiempo

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