Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo. Creusa Muñoz

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Historia de una desobediencia. Aborto y feminismo - Creusa Muñoz

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incitadas por las francesas –tanto por la necesidad de crear una identidad propia como por la experiencia de los grupos de autoconciencia estadounidenses–, se manifestaron tempranamente, en 1966, en Milán, con el grupo Desmitificación del Autoritarismo Patriarcal (DEMAU), el cual establecía que: “las mujeres no son un problema social, sino que más bien han de plantearse el problema que la sociedad (les) crea a ellas”. (95) Surgido por iniciativa de Daniela Pellegrini, en sus comienzos se constituyó como una agrupación mixta. Se dieron a conocer a través de un manifiesto y luego su producción se caracterizó por la publicación de textos escritos por activistas de las diferentes izquierdas. Otra colectiva de significativa trayectoria fue Anábasis. Su fundadora, Serena Castaldi, al regresar de Estados Unidos intentó reproducir en Milán la experiencia de los grupos de autoconciencia en relación con las sexualidades y el aborto. (96)

      Cuando se formaron los grupos feministas dentro de los sindicatos, lograron una expansión jamás pensada en todo el país. Entonces las militantes de las tendencias obreristas comenzaron a ensayar un enfoque diferente con respecto a esta corriente. Así, al resultarles inflexible reconciliar el feminismo con los cánones marxistas, decidieron pegar la retirada multitudinaria para ingresar de lleno en la lucha feminista y en la desobediencia sexual. A partir de ese momento, hubo una decisión política de relacionar las fuerzas dispersas con el objetivo de obtener legislaciones más aggiornadas en relación con el derecho de familia, el divorcio vincular y el aborto. En consecuencia, se inauguró un espacio de acuerdos dirigido a abolir las vetustas regulaciones que se arrastraban del régimen fascista y reflejaban la moral católica en su más pura expresión.

      La Lotta Femminista aglutinó fuerzas del norte del país que tenían conexiones internacionales con Inglaterra, Estados Unidos y Canadá. Sin pérdida de tiempo, se constituyeron grupos de autoconciencia en Milán, Roma y Florencia. Tales cenáculos fueron adquiriendo una influencia notoria, dado que en cada ciudad funcionaba un grupo de mujeres con una comunicación permanente mediante sus redes de afinidades; sin olvidar la publicación de boletines, revistas y todo tipo de expresión impresa. En junio de 1973, sucedió que una muchacha fue procesada por haber abortado y condenada a tres años de prisión. Sin proponérselo, ella se convirtió en un símbolo de la lucha en torno de la cual se organizaron agrupaciones feministas, de sindicatos y partidos para visibilizar su práctica. A partir de ese momento, se pasó a la acción directa y comprometida con el método abortivo. El artículo “El aborto ya no es más un delito en Italia”, publicado en la revista Persona, de julio de 1981, sostiene que “este proceso se convirtió en un acta de acusación contra una sociedad con una doble moral. Las activistas del MLD que asistieron al Tribunal declararon también haber abortado”.

      En 1974 se ganó el referéndum solicitado por las organizaciones católicas para derogar la ley que había aprobado el Parlamento. Para que esa consulta no cayese, Roma amaneció con miles de personas que marchaban por sus calles empedradas mientras el movimiento feminista activó por la defensa del divorcio vincular mediante acciones callejeras y nuevas formas de intervención pública, lo cual generó una acumulación de experiencia. Por un lado, provocó la articulación de grupos de mujeres que funcionaban de manera autónoma. Por el otro, después de lograda esta conquista el feminismo se fortaleció de tal manera que se impuso ir por más.

      Mientras tanto, el movimiento feminista organizó un programa llamado Soccorso Rosa (Socorro Rosa). ¿En qué consistía este proyecto de jugado color? Asistir a las mujeres de diferentes regiones del país que deseaban realizar un aborto. “Para ello las feministas se lanzaron a practicarlos en domicilios particulares o reuniéndose en oficinas o en sótanos, donde las mujeres recibían ayudan”. Siguiendo el traqueteo de estas ingeniosas activistas italianas, en el artículo anteriormente citado de la revista Persona se hacía referencia a que “se fundaron centenares de consultorios y centros de asesoramiento sobre métodos anticonceptivos mientras allí se realizaban abortos gratuitos”. Estas iniciativas no solo se organizaron en centros urbanos sino también en pequeñas zonas campesinas de Calabria y Sicilia.

      El ejemplo se esparció como un reguero de pólvora y una diversidad de luchadoras se congregó alrededor de uno de los motores centrales en la batalla por la conquista de la legalización de dicha práctica como fue el Coordinamento Romano Contraccezione Aborto (CRAC). Fundada por Simonetta Tosi, esta red, constituida por un número importante de médicas, se convirtió en una herramienta imprescindible para convocar a protestas masivas. Asimismo, se volcaron de lleno a llamamientos públicos por la difusión y liberación de los métodos anticonceptivos

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