El orden de 'El Capital'. Carlos Fernández Liria

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El orden de 'El Capital' - Carlos Fernández Liria Pensamiento crítico

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Smith, Ricardo y Sismondi. Marx jamás se había arrogado ese mérito (al contrario que Rodbertus, que sí lo hace y muy injustamente). Ni siquiera los términos «plusvalor», «plustrabajo» o «plusproducto» había sido Marx el primero en utilizarlos. Y, de hecho, tampoco a este respecto Marx reivindicó ningún derecho de autor especial.

      Lo que no entiende Rodbertus, explica Engels, es que el sentido de la revolución teórica que introduce Marx en economía consistía en otra cosa muy distinta. Y es entonces cuando introduce una comparación que resulta, para nosotros, muy clarificadora:

      ¿Qué es, entonces, lo nuevo que ha dicho Marx acerca del plusvalor? […] La historia de la química puede ilustrárnoslo por medio de un ejemplo. Hacia fines del siglo pasado aún reinaba, como es sabido, la teoría flogística, que explicaba la naturaleza de toda combustión diciendo que del cuerpo en combustión se desprendía otro cuerpo, un cuerpo hipotético, un combustible absoluto, al que se llamaba flogisto. Esta teoría bastaba para explicar la mayoría de los fenómenos químicos entonces conocidos, aunque no sin, en algunos casos, tener que violentar los hechos.

      Ahora bien, en 1774 Priestley produjo una especie de aire que «encontró tan puro o tan exento de flogisto que, en comparación con él, el aire ordinario estaba ya viciado». Lo llamó aire desflogistizado. Poco tiempo después Scheele produjo, en Suecia, la misma especie de aire y probó su presencia en la atmósfera. Comprobó, además, que este gas desaparecía cuando en él se quemaba un cuerpo, o cuando se quemaba un cuerpo en el aire ordinario; lo llamó «aire ígneo»…

      Priestley y Scheele habían producido el oxígeno, pero sin saber lo que tenían entre manos. Fueron incapaces de desprenderse de las categorías flogísticas tal como las encontraron establecidas. El elemento que iba a trastornar por entero la concepción flogística y revolucionar la química, en sus manos, quedaba condenado a la esterilidad.

      Encontramos aquí, otra vez, la famosa metáfora que Marx utiliza en el Epílogo a la segunda edición alemana del Libro I de El capital. Ahí Marx nos decía que su método era el método dialéctico de Hegel, pero puesto del derecho, pues, en la filosofía hegeliana, es como si la dialéctica anduviese «cabeza abajo». En el capítulo siguiente nos ocuparemos de esta problemática referencia a la dialéctica y de lo que esta metáfora puede significar. Lo que sí que podemos señalar ahora –tal como en su día subrayó con acierto Althusser– es la gran superioridad que tiene la utilización que hace Engels de la metáfora de la inversión en este texto que estamos citando. En el texto de Marx se trata de una mera imagen sin explicación. Engels nos informa de lo que esa imagen significa: «poner sobre sus pies» significa cambiar la problemática general, cambiar la base teórica, el sistema de categorías con el que se pretende conocer. Estamos hablando, por tanto, de una ruptura epistemológica, de una revolución teórica, que consiste en la constitución de un nuevo objeto científico.

      Marx es, en relación con sus predecesores, en cuanto a la teoría del plusvalor, lo que Lavoisier es a Priestley y a Scheele. Mucho tiempo antes de Marx se había establecido la existencia de esta parte del valor del producto que llamamos ahora plusvalor; igualmente, se había anunciado más o menos claramente de dónde derivaba, a saber, del producto del trabajo que el capitalista se apropia sin pagar el equivalente. Pero no se había ido más lejos; los unos –economistas burgueses clásicos– estudiaban al máximo la relación según la cual el producto del trabajo es repartido entre el obrero y el poseedor de los medios de producción. Los otros, socialistas, encontraban injusta esta repartición y trataban de poner fin a esta injusticia según medios utópicos. Los unos y los otros se encontraban prisioneros en las categorías económicas tal como las habían encontrado establecidas.

      Entonces vino Marx para tomar la contrapartida directa de todos sus predecesores. Donde habían visto una solución no vio sino un problema. Vio que no había aquí ni aire desflogistizado ni aire ígneo, sino oxígeno; que no se trataba aquí ni de la simple comprobación de una realidad económica, ni del conflicto de esta realidad con la justicia eterna y la verdadera moral, sino de una realidad llamada a trastocar la economía entera, y que ofrecía –a quien supiera utilizarla– la llave de toda la producción capitalista. Partiendo de esta realidad, sometió a examen el conjunto de las categorías que había encontrado establecidas, igual que Lavoisier, partiendo del oxígeno, había sometido a examen las categorías establecidas de la química flogística. Para saber lo que es el plusvalor, le era necesario saber lo que es el valor. Antes que nada, había que someter a crítica la teoría del valor del propio Ricardo. Marx estudió entonces el trabajo en relación a su propiedad de formar valor, por qué y cómo lo forma; estableció, además, que el valor no es, en suma, sino trabajo coagulado de esta especie –un punto que Rodbertus jamás logró entender–. Marx estudió en seguida la relación entre la mercancía y el dinero y mostró cómo y por qué, en virtud de su calidad inherente de ser valor, la mercancía y el intercambio mercantil generan necesariamente el antagonismo de mercancía y dinero […] Investigó la transformación de dinero en capital y demostró que la misma se funda en la compra y venta de la fuerza de trabajo. Al reemplazar aquí el trabajo por la fuerza de trabajo, por el atributo creador de valor, resolvió de un solo golpe una de las dificultades que habían ocasionado la ruina de la escuela ricardiana: la imposibilidad de conciliar el intercambio recíproco de capital y trabajo con la ley ricardiana de la determinación del valor por el trabajo. Al comprobar la diferenciación del capital en capital constante y capital variable logró por primera vez presentar el proceso de formación de plusvalor en su curso real y hasta en los menores detalles, y por tanto explicarlo, algo que ninguno de sus predecesores había logrado; comprobó, pues, una diferencia dentro del capital mismo, con la cual ni Rodbertus ni los economistas burgueses estaban en situación de emprender absolutamente nada, pese a que la misma proporcionaba la clave para la solución de los problemas económicos más intrincados, prueba contundente de lo cual la ofrecen aquí el libro segundo y, aún más –como se verá–, el libro tercero. Prosiguiendo con la investigación del plusvalor mismo, encontró sus dos formas: el plusvalor absoluto y el relativo, y demostró el papel diverso, pero en ambos casos decisivo, que han desempeñado dichas formas en el desarrollo histórico de la producción capitalista. Sobre el fundamento del plusvalor desarrolló la primera teoría racional que tengamos del salario y trazó, por primera vez, los rasgos fundamentales de una historia de la acumulación capitalista, exponiendo, además, la tendencia histórica de la misma.

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