Porno feminista. Группа авторов

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Porno feminista - Группа авторов UHF

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mi padre ausente. Empapada de una cultura que transmite a las chicas jóvenes que nuestra principal posesión es nuestro atractivo, llegué a la conclusión de que mi sexualidad era la forma en la que conseguiría satisfacer mis necesidades. ¿Y qué mejor manera de obtener el amor y la aprobación que tanto deseaba que convertirme en una solicitada estrella del porno?

      El tiempo que pasé en terapia me trajo la paz y autoaceptación que buscaba. Yo pensaba que mi viaje introspectivo me llevaría a un cierre del capítulo pornográfico de mi vida, pero de hecho me lanzó más profundamente hacia el mundo del porno de lo que yo podía haberme imaginado. Al ganar la claridad y autocompasión que necesitaba para seguir adelante con mi vida, empezó a invadirme una cierta curiosidad. Me descubrí preguntándome qué aspecto tendrían las películas porno que las mujeres encontraran atractivas. También comencé a sentir un deseo de compensar a las mujeres tras haber actuado en un porno centrado en los hombres, y que dejaba a la mujer a un lado. Así que, ¿por qué no crear películas para adultos que proporcionaran información útil sobre el sexo y fueran representativas del deseo de la mujer? Después de todo, hasta hacía poco, para muchas personas el porno había sido la única fuente de información sexual. Empecé a vislumbrar su potencial como una manera de educar y al mismo tiempo entretener a sus espectadores, y así compensar tanto a las mujeres como a las parejas que quisieran entender mejor las necesidades del otro.

      En 1983, varios eventos culturales se unieron para crear el momento perfecto para que floreciera este concepto. El movimiento de liberación de la mujer les había dado a las mujeres permiso para explorar su sexualidad. Tenían curiosidad por ver películas sexis, pero la mayor parte de las mujeres no estaba cómoda con lo que encontraba en el porno existente. Resultó que también había muchos hombres que estaban buscando algo diferente, y querían encontrar películas que sus compañeras pudieran disfrutar. Al mismo tiempo llegaron al mercado la televisión por cable y el vídeo doméstico, con lo que de repente había una manera de ver películas en la privacidad de tu hogar. Ahora las mujeres podían echar un ojo desde la seguridad de sus propios dominios, y las parejas podían disfrutarlas en privado, en vez de sentarse entre tíos sospechosos envueltos en gabardinas, en sórdidas y oscuras salas de cine con suelos pegajosos. Ahora lo único que necesitaban eran las películas; y ahí estaba yo.

      Acepté encantada el reto de crear erotismo explícito que fuera excitante, hecho con buen oficio y, sobre todo, positivo para la mujer. Estaba convencida de que había un mercado comercial para ello y decidida a demostrarlo. Como incentivo añadido cualquier esperanza que albergara de hacer que Candida Royalle se olvidara se perdió en el momento en el que el porno de los años setenta estuvo disponible en vídeo y televisión por cable. Ponerme detrás de las cámaras me permitió crear películas con las que estar orgullosa de que se me asociara. Era mi manera de servir a la comunidad y al mismo tiempo reivindicar mi nombre, además de ayudar a las mujeres a estar más cómodas con su sexualidad. Todavía vivíamos en un mundo en el que «las chicas buenas no lo hacen», donde los personajes femeninos con un deseo sexual activo de las películas y la televisión tenían que acabar castigadas o arrepentidas de sus pecados. Creí que el entretenimiento para adultos podía ser una herramienta para el conocimiento sexual y el empoderamiento de las mujeres, y podía ayudar a los hombres a entender cómo se sienten las mujeres y qué desean.

      Sabía que el elemento más importante que había que cambiar era la representación erótica. No estaba interesada en crear el típico guión de telenovela con lo que pensaban los productores que querían las mujeres, y luego, una vez que llegara el momento de la escena de sexo, pasar a la típica escena de sexo formulista. Aquí aparece mi primera socia empresarial, Lauren Neimi, una fotógrafa con un gran talento y una idea genial: vídeos eróticos rock desde una perspectiva femenina. La mtv hacía furor entonces y Lauren había ido a Nueva York buscando apoyos. Una amistad en común la escuchó vender su idea y le sugirió que hablara conmigo. Yo pensé que era la solución perfecta. El padre de mi marido era un productor de éxito en Europa que había invertido en varios largometrajes estadounidenses de gran presupuesto, y había mencionado varias veces que pensaba que yo sería una buena directora, así que cuando oyó la idea se ofreció a financiarla. Como todas las piezas encajaron tan bien y con tanta facilidad, parecía que era cosa del destino, con lo que abandoné la idea de dejar atrás a Candida Royalle y me rendí a lo que parecía ser mi verdadera vocación.

      A principios de 1984 Lauren y yo creamos Femme Productions. Vimos varios tipos de películas porno y eróticas, para que nos ayudaran a determinar cómo hacer que nuestro trabajo funcionara de forma diferente y estuviera más orientado a la mujer. En primer lugar, nos pusimos de acuerdo en que el sexo sería explícito. No estábamos interesadas en tomas excesivamente gráficas de genitales gigantes o lo que llamábamos el «primer plano ginecológico», pero tampoco nos interesaba promover la idea de que los genitales eran feos y debían esconderse de la vista. Como se confirmó con las cartas que recibimos, los espectadores querían verlo todo, pero querían verlo hecho con gusto y sutileza, en vez de que se lo restregaran por la cara. Lo segundo, el todopoderoso money shot tenía que desaparecer.

      Pensamos que ya que el 99,9 % del porno acababa todas las escenas con un cum shot, ya era hora de que la gente tuviera una alternativa. Preferíamos mostrar las caras de las personas mientras llegaban al orgasmo, o sus manos apretándose, o sus cuerpos o culos contrayéndose. Y tercero, la fórmula pornográfica también tenía que desaparecer. Queríamos tirarla y empezar desde cero, para centrarnos menos en los genitales y más en la sensualidad. Queríamos retratar una sensación de conexión, ternura, comunicación, pasión, excitación y anhelo. Queríamos retratar mujeres con cuerpos reales, de todo tipo y edad, con las que se pudieran identificar y relacionar nuestras espectadoras, así como hombres a los que pareciera que les importaban sus compañeras, que quisieran complacerlas.

      A nivel técnico, tuvimos que crear una manera de rodar completamente nueva. En el porno tradicional, parece mecánico porque es mecánico. Básicamente estás rodando basándote en una lista predeterminada, y tienes que conseguir mucho material de cada tipo de actividad sexual, desde todos los ángulos habituales, para poder cumplir con las obligaciones contractuales con tu distribuidor. Así que instalas las luces y las cámaras para rodar unos veinte minutos de felación desde un determinado ángulo, y luego paras, mueves todas las luces y las cámaras para rodar desde otro ángulo, y así sucesivamente. Claramente esto deja muy poco espacio para la espontaneidad y hace que el trabajo del actor mucho más duro mientras intenta mantener su erección; y la actriz lo hace lo mejor que puede para mantenerlo excitado en ese arrancar-parar durante horas y horas.

      Lauren y yo empleamos un estilo de rodaje más cinéma vérité donde muy poco estaba predeterminado, aparte de hablar con los intérpretes sobre el tipo de cosas que pensábamos que podrían hacer sus personajes y el tipo de cosas que nos gustaría ver. Les dejábamos que aportaran algo de sí mismos a la escena mientras estuviera dentro del papel, incluso si era simplemente una viñeta de fantasía, como pasaba en nuestros primeros trabajos. Permitirles que pudieran participar en la decisión de con quién trabajar, prefiriendo nosotras en primer lugar que fueran parejas reales, aseguraba un sentido del deseo mucho más auténtico. Al mismo tiempo, dábamos carta blanca a nuestros operadores de cámara para que se movieran libremente alrededor de los amantes, sin restricciones de ángulos y posiciones predeterminados, capturando los momentos según sucedían.

      Tanto si dirigía Lauren como si dirigía yo, intentábamos sentarnos lo bastante cerca de los actores y el cámara o los cámaras para poder susurrar instrucciones, pero al mismo tiempo estorbar lo menos posible. Con el tiempo fui incorporando argumentos más complejos que necesitaban más trabajo de escenificación y storyboards, pero seguí manteniendo el mismo enfoque a la hora de grabar las escenas eróticas. Cuando funcionaba, se creaba una intimidad entre los actores, la persona detrás de la cámara y la que dirigía, que llevaba a una sensación de pura magia. Sabías que habías creado algo especial, algo que tocaría a la gente en un nivel erótico profundo. No siempre sucedía, pero las veces que sí ocurría mi sensación era de alegría y triunfo.

      Al experimentar

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