Vacuidad y no-dualidad. Javier García Campayo
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Por tanto, el concepto convencional cuando se dice «yo soy» se refiere a todo este paquete de conceptos; es lo que se denomina «persona» o «yo». Pero si analizamos este concepto de yo, vemos que tiene incongruencias insalvables:
¿Cuántos yoes somos?
Cuando donamos un órgano para un trasplante, ¿damos parte de nuestro yo, o solo es una parte del cuerpo?
¿Nuestras creencias religiosas forman parte del mismo yo que, aquí y ahora, oye el canto de un pájaro?
¿Nuestro yo cambia continuamente, como mi cuerpo, que envejece cada día, o permanece estable, como mi personalidad, que se forjó en la juventud y apenas cambia, según afirma la psicología? ¿O es que ambos no son el mismo yo?
Por supuesto, estas incongruencias han sido descubiertas por los pensadores occidentales. Filósofos de la agudeza de Ludwig Witgenstein afirman que: «el yo es solo una sombra generada por el lenguaje». El concepto del yo es una convención social que nos permite no discutir sobre aspectos como:
La posesión de las cosas: si no hay un yo claro, ¿quién es el dueño de los objetos que uso? No sería fácil manejarnos socialmente a ese nivel, a menos que viviésemos en una sociedad sin propiedad privada, como ocurre con los pueblos cazadores-recolectores.
Las normas sociales: mis acciones son mías y eso tiene una repercusión legal. Si dijese que solo soy el observador de mis acciones y, por tanto, yo no soy el responsable, ¿quién se haría cargo de las consecuencias?
No es un problema usar la convención social del «yo» cuando hablamos entre nosotros para situar dónde está ocurriendo una experiencia (dentro o fuera de mí). El problema es creer que ese concepto existe. Tampoco se niega la responsabilidad del individuo por los actos que comete, ya que, a nivel convencional, quien comete un delito irá a la cárcel. Lo que se afirma, desde la visión profunda que permite la meditación, es que el yo que cree realizar los actos es una pura entelequia basada en percepciones distorsionadas sobre la naturaleza de la mente.
Práctica: desafiando la coherencia del yo en un momento dado
Adopta una posición cómoda y trae a la memoria una situación reciente en la que hubiese discrepancias entre tus emociones o la sensación en tu cuerpo y el pensamiento. Por ejemplo, tú te sentías culpable por algo que habías hecho, aunque pensases que era irracional sentirte así, o querías hacer una cosa y te sentías mal por hacerla, o situaciones similares. ¿Puedes ver la lucha entre los pensamientos, las emociones y el cuerpo por tener el control, es decir, por dirigir tu voluntad, que al final se transforma en lo que haces?
Observa la lucha y entiende cómo se resuelve al final en tu caso. Intenta identificar dónde está el yo en ese momento.
No-self y not-self
En español es difícil ver esta diferencia, pero en inglés sí se puede. El budismo no niega la existencia del yo, porque piensa que existe una cierta sensación del yo, sino que niega la existencia del yo tal y como nosotros la tenemos conceptualizada. En las discusiones de la filosofía budista sobre la no existencia del yo, un tema clave es «entender el objeto de negación», porque lo que se defiende no es que no haya un yo sin más, sino que cualquier objeto al que queramos atribuirle la cualidad del yo no es el yo.
Hay expertos que dicen que traducir «no-self» implica que el no yo se puede encontrar en cualquier sitio, y no es así. También dicen que la ausencia de yo no es nombrada en todo el Canon Pali. Lo que se dice en la tradición budista, y que traduciríamos por «not-self», es que «esto (lo que sea) no es el yo». Es decir, que cualquier cosa que confundamos con el yo (por ejemplo, el cuerpo, la mente, mis actos o mi voluntad) no es el yo. Pero si no hay nada que confundamos con el yo, no se puede rebatir el yo, porque no hay base de negación. Algunos autores expertos en este tema, como Guy Armstrong (2017), piensan que ambas expresiones pueden ser válidas, pero que «not-self» es más precisa. En definitiva: se niegan las identificaciones que tiene el yo en un sentido posesivo: «mis pensamientos», «mis sentimientos», «mis deseos», «mis acciones». ¿Por qué se niegan estas posesiones? Porque el yo, como algo continuo, no aparece por ningún sitio, al margen de esas identificaciones o posesiones pretendidas. El yo es solo una idea o sensación.
El mecanismo fundamental del yo: la autoidentificación
Si alguien te pregunta «¿cuántos años tienes?», y pongamos que contestas: «cuarenta años», lo que estás diciendo es que tu cuerpo, con el que está identificando el yo en ese momento, tiene la edad descrita. No decimos «el cuerpo tiene cuarenta años», sino que «yo tengo cuarenta años». La tendencia a considerar que somos un aspecto de la experiencia global que tenemos en ese momento lo llamamos IDENTIFICACIÓN.
Imagina que esa persona quiere saber «¿de qué religión eres?», y contestas: «agnóstico». El cuerpo no tiene ninguna religión. Ahí te estás identificando con tu mente, concretamente, con los pensamientos que hay en tu mente. De nuevo no contestas: «la mente es agnóstica», sino «yo soy agnóstico». Te has vuelto a identificar. Pero hay una discrepancia: ese pensamiento seguramente no tiene cuarenta años como tú y tu cuerpo, sino que es muy posterior, pongamos veinte años. ¿Por qué no dices que tienes veinte años si tú eres tus pensamientos? Porque para esa pregunta concreta de la edad te estas identificando con tu cuerpo, no con tus pensamientos.
También nos pueden interrogar: «¿Cómo estás de ánimo?», y puedes contestar: «Feliz». Realmente, es una emoción, un estado de la mente. Por cierto, poco duradero, quizá días o meses, pero no cuarenta años. Lo que pasa es que ahora te estás identificando con la mente, concretamente con las emociones que hay en ella, y no con el cuerpo. No dices: «La mente es feliz», sino: «Yo soy feliz».
Por último, te pueden preguntar «¿Qué deseas hacer por la tarde?» Y puedes contestar: «Ir al cine». Ahora te estás identificando con los impulsos o deseos de tu mente. Por cierto, igual tu cuerpo está muy cansado, porque por la mañana has hecho deporte. Entonces no piensas que «el cuerpo prefiere quedarse en casa», sino que «tú estás muy cansado». Cuando decidas si vas o no, ¿quién decide?, porque tú eres el cuerpo y eres los pensamientos de la mente.
Alguien pasa corriendo a tu lado y te propina un intenso pisotón en el pie. En realidad, han pisado tu cuerpo, pero tú dices: «Me has hecho daño». La sensación de dolor, sobre todo si es intensa, hace que la aparición del yo sea automática. Ahora te has identificado con las sensaciones, que pueden ser tanto corporales (dolor, picor, hormigueo) como de los sentidos (sonidos, olores, sabores, objetos visuales y sensaciones táctiles).
En suma, el yo aparece por identificación con el cuerpo o con los cuatro fenómenos mentales o agregados, como los llama la tradición budista, que son:
1 Sensaciones (del cuerpo y de los sentidos),
2 Pensamientos,
3 Emociones y
4 Impulsos o deseos.
Por tanto, el yo tendría que ser uno de esos cinco elementos o, como alternativa, el poseedor/observador de esos elementos.
Ejercicio: entender la identificación del yo
Siéntate en una posición cómoda. Imagina cualquier pregunta que te pueda hacer