Vacuidad y no-dualidad. Javier García Campayo
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Práctica: el yo como protagonista: yo máximo
Las dos prácticas que siguen puedes hacerlas con alguien, algún amigo o conocido que quiera escucharte, o puedes hacerlas solo, como si te lo estuvieses contando a ti mismo.
1 Empieza relatando una situación en la que tú hayas sido protagonista. Debe ser una situación especialmente positiva o negativa para ti por alguna razón. No hace falta relatar el mayor trauma de nuestra vida; si es algo negativo, basta con que sea una situación de intensidad intermedia. Intenta contarla de forma objetiva, neutra, sin apego. Como si estuvieses hablando de una tercera persona. Si estás con alguien, la otra persona no interviene, solo escucha los cinco minutos que dura la práctica. Ella te puede avisar cuando «te identifiques demasiado» con el protagonista. Cuando acabes, observa la tendencia natural a involucrarte con la historia.
2 En las mismas circunstancias, describe alguna de tus características de personalidad o tu forma de ser a otra persona amiga o a ti mismo. De nuevo, intenta contarla de forma objetiva, desapasionada, como si estuvieses describiendo a alguien conocido que no eres tú. Tras cinco minutos, observa la tendencia a identificarte, a justificarte, a desear ser entendido y querido.
Los dos yoes: biográfico y experiencial
La experiencia práctica en meditación permite identificar dos yoes diferentes. Al primero, del que todo ser humano es consciente y cree que es el único existente, se le denomina «yo biográfico», y se encuentra continuamente presente cuando no existe experiencia meditativa o esta es mínima. Este yo, como veremos a continuación, va asociado a nuestra biografía, al nombre y a la memoria, y se mantiene por el diálogo interno. Este es el yo que se va a ir modificando con la práctica, como describen Hölzel y cols. (2011), al hablar de los mecanismos de acción de mindfulness. Este cambio en el yo es una de las principales causas de la eficacia de la meditación. Este es el primer yo que se va diluyendo con la práctica.
El segundo yo es mucho más sutil y solo es perceptible en las personas que practican meditación o en algunas situaciones de elevada conciencia muy especiales y se denomina «yo experiencial». Vemos que, ocasionalmente, puede aparecer cuando se empieza a meditar, pero se desarrolla de forma estable cuando la práctica meditativa está bien establecida. En ese momento evolutivo de la mente, apenas hay diálogo interno, por lo que las características biográficas no son mantenidas por la memoria. Este yo no tiene características de ningún tipo: género, edad, profesión u otro calificador, ya que no existe diálogo interno que las mantenga. Es la pura capacidad de conocer, sin juzgar, sin prejuicios sobre lo que ocurre, ya que estos vienen determinados por las categorías que ha estructurado el yo biográfico a lo largo de nuestra vida. La sensación de experimentar el yo experiencial, tanto en la meditación como en la vida diaria, se asocia a una gran sensación de paz, libertad y bienestar. Con la práctica, incluso este yo se diluye, dando origen a la experiencia de no-dualidad. En este capítulo nos centraremos en el yo biográfico.
Bases biológicas de los dos yoes
Se han realizado estudios de neuroimagen sobre autoconsciencia, comparando sujetos sin experiencia previa en mindfulness con individuos que habían completado un curso de MBSR (Mindfulness Based Stress Reduction, Reducción del estrés basado en la atención plena) (Farb y cols., 2007). Los autores distinguieron entre dos formas diferentes del yo:
el «narrador o autobiográfico», caracterizado por un flujo de pensamientos no anclados al presente, y
el «experiencial», que se focaliza en el presente y está atento en cada momento a pensamientos y sentimientos sin reflexionar sobre ellos. Aquí no hay diálogo interno.
En ambos casos, los sujetos que habían completado el curso sobre mindfulness mostraron una reducción de la actividad del córtex prefrontal medial (relacionado con el «narrador») y un incremento del procesamiento de la ínsula lateral (más relacionado con el córtex somatosensorial secundario del «experimentador de sí mismo»). Los autores notaron que los patrones de conectividad entre experiencias pasadas («narrador») y el presente («experimentador») pueden ser diferenciados y actúan independientemente después de practicar mindfulness. Un ejemplo es un estudio (Farb y cols., 2010) en el que se mostraron imágenes con contenido emocional a sujetos sin experiencia de meditación y a sujetos después del curso de mindfulness. Los que habían completado el curso mostraron una menor activación de las imágenes con contenido emocional triste y, a su vez, menores tasas de depresión, en comparación con los sujetos que no habían tomado el curso.
Por tanto, las bases neurobiológicas asociadas a cada yo son:
Yo biográfico: la narrativa personal continua se ha ligado a la actividad del hemisferio cerebral izquierdo en pacientes con cerebro escindido (Gazzaniga 2005) y a la actividad del córtex prefrontal medio y el córtex cingulado posterior en las pruebas de neuroimagen (Denny y cols., 2012; Brewer y cols., 2013).
Yo experiencial: es la experiencia de lo que ocurre en el momento presente sin elaboración conceptual. Este aspecto del yo se ha descrito como el «yo mínimo» (Gallagher 2000) o «yo fenoménico mínimo» (Blanke y Metzinger, 2009) y se cree que está asociado a la actividad de regiones relacionadas con la interocepción, como la ínsula (Craig, 2009; Seth, 2013; Critchley y Seth, 2012) y la unión temporoparietal (Ionta y cols., 2011; Damasio, 2012).
El yo biográfico
El yo es la biografía
Todos nosotros tenemos una idea muy estructurada de cómo somos. A lo largo de nuestra vida nos han ocurrido una serie de sucesos, y nosotros hemos intentado entender sus causas y consecuencias, dando sentido a todo lo que nos ha pasado. Ese relato explicativo de nuestra historia es lo que denominamos biografía. El diálogo interno, esa charla continua que mantenemos con nosotros mismos y que evalúa y comenta todo lo que nos pasa, actualiza y refuerza continuamente nuestra idea de cómo somos. Por eso, cuando nos enfrentamos a nuevas situaciones, ya casi sabemos lo que va a pasar, porque nos basamos en todo lo que nos ha ocurrido anteriormente. Este fenómeno se denomina en psicología «profecía autocumplida», es decir, lo que pensamos que nos va a pasar, sobre la base de nuestra experiencia biográfica, es, generalmente, lo que nos ocurrirá.
Sin embargo, nuestra biografía no es lo que nos ha pasado, sino la interpretación que hemos hecho de lo que nos ha pasado. No es lo mismo. De hecho, en cualquier psicoterapia, lo que intenta el terapeuta es «reescribir» la biografía del individuo de una forma más objetiva y menos negativa para la persona. En la tabla 1 tenemos un ejemplo de la diferencia entre «lo que nos ha pasado» y «lo que pensamos sobre lo que nos ha pasado», como ocurre en la biografía de cualquier persona. Son datos reales de una persona que vino a recibir psicoterapia a nuestra consulta. El ejemplo podría aplicarse a cualquiera de nosotros.
En la parte izquierda, se relatan los hechos desnudos, sin interpretación, de lo que le ha ocurrido a esta persona. En la parte derecha, esos hechos están interpretados y, además, la explicación de unos y otros está concatenada, ofreciendo un hilo de continuidad a la biografía. La diferencia es que una biografía «no interpretada» como la del lado izquierdo no implica que el individuo sea de una forma concreta y no presupone lo que va a ocurrirle en el futuro. Por el contrario, una biografía «interpretada», como son habitualmente las nuestras, como la que aparece en el lado derecho, implica que tenemos una forma de ser muy determinada y difícil de modificar, por lo que nuestro futuro va a estar muy predeterminado por esa forma de ser.
Tabla