Correr al máximo nivel. Arthur Lydiard
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En 1971, en Copenhague, dos doctores especializados en cardiología participaron en una carrera de 100 km en la que se inscribieron unos cien principiantes. Era la primera ultra que había visto, de modo que estaba profundamente interesado en el resultado. Y fue curioso observar que, al final de esta carrera, la mayoría de los hombres estaban tumbados y descansando mientras que las mujeres aún estaban en pie y charlando.
Las mujeres no corren tan velozmente como los hombres, porque no tienen la misma fuerza muscular—probablemente, un 30 o 40 por ciento menos—, aunque también hay hombres que son débiles. Añadiría, además, que su nivel de absorción de oxígeno no es tan elevado, de modo que el rendimiento cardiorrespiratorio no es tan grande, aunque su rendimiento cardiovascular sí que puede llegar a serlo. Podría estar equivocado, pero la evidencia parece bastante convincente.
Esto significa que no tienen la capacidad de correr maratones con tanta velocidad como los hombres, porque no pueden generar fuerza, impulso y velocidad tan económicamente como ellos, que tienen mayor capacidad de absorción de oxígeno. Sin embargo, no hay ningún motivo por el que las mujeres no puedan, más pronto o más tarde, correr un maratón en 2:18, pero tienen las mismas limitaciones que los hombres, tal como ya predije hace 30 años. Entonces dije que, a aquellas alturas de la evolución humana, era físicamente imposible que un hombre corriera un maratón en menos de dos horas y que 2.05 sería el tiempo más rápido que podrían lograr. Creo que actualmente estamos situados en este tiempo más o menos.
Los tiempos en los maratones femeninos han ido mejorando y son más rápidos en comparación con los tiempos logrados en los maratones masculinos durante los últimos años, porque, hasta hace diez o veinte años, había pocas mujeres que corrieran maratones. Actualmente, hay muchas corredoras de maratones que se entrenan tan intensamente como los hombres, con lo cual sus tiempos bajan velozmente en comparación con los masculinos.
Siempre cito el maratón de Boston como ejemplo de carrera creada para conseguir tiempos rápidos, porque los corredores descienden unos 60 m de altitud y siempre tienen el viento del oeste a favor que los ayuda. Hace algunos años, llevé a Maria Moran a Boston para que me ayudara en unos cursos. Maria era de un lugar llamado Taiko, situado al pie de una sierra en la isla Sur (Nueva Zelanda). Yo la había entrenado para que fuera la campeona junior de fondo en campeonatos de instituto en Nueva Zelanda. Continuó durante cuatro años con un curso de educación física en la Universidad de Otago, en Dunedin, la mayor parte del cual se hace en unas colinas empinadas. Así que, mientras estuvimos en Estados Unidos, le sugerí que corriera en Boston. «Nunca he corrido un maratón», me dijo. Yo le respondí: «Bueno, te he entrenado yo. Así que puedes correr este maratón. Sólo has de meterte y correr».
De modo que Maria corrió. No era una corredora de talón a punta. Corría con el tercio anterior del pie. Aun así acabó en 3:12, aproximadamente. Se limitó a hacer jogging y parecía que hubiera ido a dar una vuelta alrededor del barrio.
Aquella tarde, después de la ceremonia final de la carrera, alguien le preguntó: «¿Es su primera vez en Boston?». Ella respondió: «Sí». Le preguntaron entonces: «Bueno, ¿qué le parece la cuesta de Heartbreak Hill?». A lo que María respondió: «No he visto ninguna cuesta».
En Boston, la subida de Heartbreak Hill es muy conocida, pero para Maria, gracias a su experiencia entrenándose en colinas, sólo se trataba de una pequeña subida.
Los niños pueden empezar a correr a la edad de cinco o seis años haciendo jogging con sus padres. No hay ningún motivo por el que no puedan participar en carreras cortas en la escuela o en algún club. 60 o 70 m es la distancia preferida; los sprints prolongados, de 200 a 400 m, no son recomendables. La mayoría de los niños tienen un corazón fuerte y les encanta ganar y, en largas distancias, corren bien y con fuerza hasta que llegan a la recta final y empiezan a cansarse. El riesgo entonces es que noten la presión por querer contentar a sus padres o ganar a quien va por delante de ellos.
El entrenamiento anaeróbico es lo que destroza a los corredores jóvenes. Ha habido gente que se quejaba de que los niños no deberían correr tanto como yo les mando; pero les hago practicar ejercicios aeróbicos que son beneficiosos para ellos. No hago entrenamiento anaeróbico.
Volvamos a los africanos. Entrenan siempre con ejercicios aeróbicos, como los niños, y practican muchísimo. Es el principal motivo por el que vencen a la mayoría de contrincantes cuando crecen.
Los niños corren desde hace siglos. La mayoría de ellos lo hacen descalzos, de manera que sus pies se desarrollan adecuada y naturalmente. En general, no se meten estas dichosas zapatillas llenas de artilugios para correr que provocan problemas. Evidentemente, sus huesos no están completamente desarrollados hasta que son adultos, pero mientras corran con facilidad no surgirán problemas.
No sufrirán ninguna lesión, porque correr, entre las muchas cosas que hacen, es algo natural. Los niños obesos son una excepción y probablemente deberían vigilar su alimentación.
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Capítulo 4: El desarrollo de la forma física
S i deseamos añadir velocidad a nuestra resistencia, nos apartamos de la carrera básica porque ahora hay que utilizar un conjunto de músculos contra la resistencia rápida, como en los ejercicios isotónicos. También debemos dejarlos descansar durante largos periodos de tiempo, porque las fibras blancas, las fibras de contracción rápida que dictan nuestra velocidad, carecen de mioglobina, un pigmento rojo relacionado con la hemoglobina de la sangre. La mioglobina es, probablemente, un importante depósito de reserva de oxígeno y hierro en la fibra. Este pigmento es esencial en el transporte de oxígeno y hierro entre las células. Da su nombre a las fibras rojas, que producen contracciones lentas y fuertes. Las fibras rojas no se cansan fácilmente. Morehouse y Miller descubrieron que si se cortaba el tendón de un músculo rojo y luego se cosía al muñón del tendón de un músculo blanco, forzando al músculo rojo a asumir la función del músculo blanco, su contenido de mioglobina y su resistencia a la fatiga disminuían gradualmente. Esto demuestra que la aparición y la resistencia de un músculo son en gran parte el resultado de la clase de trabajo que éste debe realizar.
Si queremos desarrollar el volumen de los músculos a través de las fibras rojas, podemos practicar ejercicios de pesas y de resistencia. Eso sí: el aumento de estos ejercicios debe ser progresivo. El equilibrio depende de la actividad deportiva que practiquemos y de cómo queramos abordar el desarrollo del rendimiento muscular, la fuerza y la potencia. Pero todo ello se ha de construir sobre esta base sólida de resistencia y fortaleza.
Muchas personas se apuntan a un gimnasio, pagan su cuota anual y piensan: «Ahora me pondré en forma». Evidentemente, algunos sudarán mucho y mejorarán su rendimiento muscular, su fuerza y su complexión. Pero, a menos que mejoren el rendimiento vascular, a menos que aumenten sus niveles de absorción de oxígeno, difícilmente conseguirán estar tan en buena forma y tan saludables como lo estarían si se hubieran puesto unos pantalones cortos y unas zapatillas para correr, o una bicicleta, hubieran salido al aire libre y hubieran pasado un rato haciendo ejercicios aeróbicos regulares. Es un error pensar que haciendo ejercicio en un gimnasio con pesas y aparatos parecidos se va a conseguir un mejor rendimiento cardíaco.
Durante los Juegos de la Commonwealth en Nueva Zelanda, los doctores MacDonald y Mclauchlan, que tienen un laboratorio de pruebas psicológicas en Wanganui, examinaron a diversos atletas. Se encontraron con un levantador de pesas asiático que