Observando observadores. Rodrigo Flores

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Observando observadores - Rodrigo Flores

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formas habitualizadas de conocimiento. Esta última operatoria corresponde más bien a disciplinas ligadas a fenómenos naturales o si se prefiere físico-químicos, como la biología, la química y la física, las cuales utilizan de forma preferente métodos experimentales de investigación.

      La observación de nuestras ciencias, en cuanto proceso de aplicación de distinciones, remite a una observación de segundo orden. ¿Quién realiza observación de segundo orden? Habitualmente, las ciencias cuyo objeto de estudio son observadores. Aquí entran las ciencias sociales. Es propio de las ciencias sociales que se dediquen a fenómenos de gran complejidad. Ello porque observan fenómenos como la cultura, la sociedad, la política, en sus diferenciaciones estatales y de regímenes gubernamentales, e incluso fenómenos acotados como la personalidad y la conciencia, y las formas y estrategias fiables y válidas de intervención en dichos fenómenos. Obviamente no es lo mismo observar la conciencia que las regularidades sociales, pero la operatoria de la ciencia es equivalente en su conformación funcional. Opera con los mismos mecanismos selectivos.

      La observación de segundo orden pretende dar cuenta, en ciencias sociales, la observación de sistemas observadores (Luhmann, 1993; Ibáñez, 1991). Análogamente, el sistema de las ciencias sociales lo que hace es dar cuenta de la observación y descripción que realizan distintos observadores de fenómenos sociales. La importancia de entender a las ciencias sociales como un sistema observador de segundo orden recae en que esta perspectiva tiene el privilegio de poder distinguir y describir lo que otros observadores no pueden hacer, iluminando sus puntos ciegos o funciones latentes. La observación de segundo orden oferta posiciones para observar a otros observadores, mientras aplican sus distinciones en sus observaciones. Su objetivo central consiste en hacer distinguible las formas del distinguir. Su propio conocimiento emerge mediante operaciones de observación y descripción que indican cómo otros sistemas llevan a cabo sus operaciones y cómo, en dependencia de ellas, construyen su quehacer (Arnold y Robles, 2000).

      En parte, la observación de segundo orden se relaciona con la distinción entre la perspectiva Etic —objetivismo u observación de primer orden— y la Emic —apunta a los esquemas y modelos de significación de los observados. La aplicación de estos términos en la teoría social fueron mejor explicados por Harris (1994), con el fin de diferenciar dos estrategias en investigación cultural: aquellas que dirigen su observación a las dimensiones de la cultura de acuerdo a categorías internas a ellas mismas y las que observan las culturas de acuerdo a categorías externas, propias de la ciencia.

      Toda observación social representa la operación de esquemas diferenciadores —también abiertos a la observación—, que permiten consignar la realidad en un sentido u otro y hacer de ella horizonte para acciones y experiencias. La observación de las distinciones pretende dar cuenta de los esquemas que utilizan los sistemas sociales, los que pueden ser agrupados en conjuntos ordenados de distinciones. Conjuntos ordenados no significa necesariamente igualitarios, reglamentados o coherentes. La coherencia no tiene nada que ver con los fenómenos sociales estudiados, tal como lo señalara Radcliffe-Brown (1974). Con el término conjuntos ordenados hacemos referencia a que ellos tienen cabida en la sociedad y en la cultura. Desde orientaciones constructivistas los llamaremos ahora esquemas de distinciones, al poseer las propiedades antes expuestas (Flores, 2006a).

      En cuanto objeto de estudio preferente, los esquemas de distinciones hacen posible la comprensión de un sistema social y cultural. Apelan, por ejemplo, a valores, creencias profundas, concepciones acerca del bien y del mal, la moral, creencias religiosas, el valor de la amistad, el dinero, entre otros. El registro de esquemas de distinciones abre la posibilidad, desde las ciencias sociales, de interceptar —interferir, intervenir— comunicaciones y adentrarnos en los fundamentos de lo social —expectativas cognitivas, explicaciones y haceres— en sistemas complejos.

      En cuanto proceso de observación de segundo orden, el conocimiento de los fenómenos sociales se construye, dinámica y activamente, como resultado de operaciones de observación del sistema. Es el propio sistema científico el que realiza procesos de observación de la distinción realizada por los sistemas observadores de los sistemas sociales. Su descripción, propia del proceso de observación realizado, se encuentra ligada al mismo sistema. Ello, clausura la operación de conocimiento realizado por nuestras disciplinas, poniendo en tela de juicio las aseveraciones que indican que las ciencias sociales se realizan en los patrones sociales de los actores y no desde ella misma.

      Esta constatación, por cierto, lo único que hace es abrir las posibilidades de nuestras disciplinas a futuras distinciones. La más importante dice relación con el criterio de aceptación de la comunicación generada en la investigación social. La contingencia nunca puede ser reducida del todo, por lo cual la comunicación de la descripción de la observación de la experiencia del fenómeno social no garantiza, en ningún caso, su aceptación. Ninguna observación realizada por el sistema, introducida en la sociedad como comunicación, tiene garantizada su comprensión ni menos aun su aceptación. Ella puede también no ser comprendida por la comunidad científica o puesta en tela de juicio, y sus efectos se encuentran siempre sujetos a la observación cuando se actualizan en la comunicación.

      Un elemento importante de destacar desde el punto de vista constructivista, es que las explicaciones y descripciones que se realizan de las experiencias vividas por los observadores no reemplazan en ningún caso a lo que ellas explican o describen. El observador que las escucha o las rememora sólo hace eso: escuchar y rememorar, pero en ningún caso “vive” esa experiencia vivida y rememorada. La “realidad” de la experiencia vivida no puede ser “re-vivida”. La “realidad” queda restringida al observador en su experiencia concreta y acotada, y lo transmitido por medios especializados se convertirá en una “nueva realidad” que alude a una experiencia concreta pasada, pero que no “es” la experiencia concreta pasada.

      En este sentido, es interesante relevar los aportes realizados por el biólogo chileno Humberto Maturana (1986), y su implicancia para la metodología cualitativa, al cuestionar radicalmente la existencia de una realidad objetiva que se encuentre fuera del observador, y que a la vez pueda ser conocida por éste. Maturana, al partir de la premisa de la imposibilidad de distinguir entre ilusión y percepción, da cuenta de la improbabilidad de apoyar la tradicional investigación científica en el objeto externo o realidad objetiva, como un factor que permita validar el conocimiento científico. En este contexto, la objetividad tan propia de las concepciones tradicionales, pasa a ser relativizada o simplemente puesta entre paréntesis. Desde allí se emprenden decididos y obligados pasos hacia la descripción detallada de la perspectiva según la cual se hacen posibles las “observaciones” realizadas, las que adquieren “real” corporeidad en el lenguaje.

      Para este biólogo, los dominios cognoscitivos son cerrados, por lo cual su validación no se produce por la referencia a condiciones exteriores. Por el contrario, ellos están determinados por el criterio de validación de las afirmaciones que les son propias y que especifican el modo de ser en él. La ciencia, vista como un dominio cognoscitivo, se encuentra definida por su particular y consensual criterio de validación. Desde ahora y en adelante, el criterio de validación científica debe basarse en nuevas concepciones, de forma que sea comprendida como la proposición de un mecanismo generativo que a partir de la experiencia del observador, pueda explicar un objeto o fenómeno, usando otras experiencias distintas de aquellas que se explica, y que sea aceptada como tal por otros observadores a partir de su escuchar con algún criterio propuesto por ellos (Maturana y Varela, 1984: 14; Maturana, 1986: 116).

      En este contexto, el planteamiento de Maturana constituye una redefinición de gran importancia para el quehacer científico. La rigurosidad propia de la investigación en la ciencia adquiere mayor relevancia por el carácter asumido en la explicación científica. La responsabilidad del investigador se hace inexcusable, dado que ya no puede responsabilizar de sus errores a un objeto externo, sino a su propia experiencia o a sus explicaciones de ésta.

      La objetividad no debe ser comprendida en este sentido como adecuación al objeto, sino

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