Un pirata contra el capital. Steven Johnson

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Un pirata contra el capital - Steven Johnson

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una parte de su propia anatomía por no entregar su barco se mostraría, desde luego, más solícito a la hora de hacer lo propio con el suyo a la vista de la bandera negra con las tibias cruzadas. La locura, en otras palabras, escondía una estrategia. En su estudio sobre los sorprendentemente ricos sistemas económicos que pusieron en marcha los piratas –de memorable título, El garfio invisible–, el historiador económico Peter Leeson describe ese ejercicio de la violencia extrema por parte de los piratas como una suerte de acto semiótico:

      Aun separados por miles de millas de océano, los editores de Londres, Ámsterdam y Boston se vieron atrapados en un ciclo simbiótico con los propios piratas: los editores querían historias de piratas que les arrancaban el corazón a sus prisioneros vivos para vender más ejemplares y los piratas necesitaban que esas historias circularan lo máximo posible para seguir inspirando el miedo en sus potenciales presas. No es coincidencia que la edad de oro de la piratería coincida casi exactamente con la cultura impresa. Jeanne de Clisson quizá se hiciera un nombre en el siglo xiv atormentando a los marinos franceses en el canal de la Mancha, pero en general establecerse como pirata sin contar con el poder publicitario de los medios habría sido todo un desafío. Si uno quiere ganarse la vida como pirata, viene muy bien cierto apetito por la crueldad y el abuso físico. Pero resulta aún mejor ser famoso.

      6 D’Amato y Salimbeti, 2015, pp. 1.095-1.097.

      7 Edgerton y Wilson, 1936, placas 37-39, líneas 8-23.

      8 Para una comparación matizada de los Pueblos del Mar y los piratas de la llamada edad de oro, véase Hitchcock y Maeir, 2014.

      9 Disponible en https://founders.archives.gov/documents/Jefferson/01-­28-02-­0305 [consultado el 26/05/20].

      10 Para obtener más información sobre la evolución de la palabra terrorism, disponible en https://www.merriam-webster.com/words-at-play/history-of-the-word-terrorism [consultado el 26/05/20].

      11 Leeson, 2017, pp. 113-114.

      12 Ibíd., p. 112.

      13 La descripción completa se repite, aunque solo sea para recordar al lector moderno que los relatos de violencia aparentemente gratuita tienen una larga historia: “Después de azotar al muchacho, lo encurtió en salmuera, lo ató al mástil principal durante nueve días con sus noches, con los brazos y las piernas extendidos todo el tiempo; no contento con esto, lo desató y lo colocó en la pasarela, donde lo pisoteó, y habría obligado a los hombres hacer lo mismo, pero se negaron; exasperado por creer que quizá pudieran estar teniendo lástima del muchacho, lo volvió a patear mientras yacía incapaz de levantarse y le pisoteó el pecho tan violentamente que al muchacho se le salió el excremento involuntariamente, el cual tomó y obligó a este a tragar con sus propias manos varias veces. Esa pobre y desgraciada criatura estuvo dieciocho días agonizando, dándosele de forma cruel el alimento suficiente para mantenerlo vivo y torturado todo ese tiempo, siendo severamente azotado todos los días y, especialmente, el día en que murió. Cuando estaba agonizando, al borde de la muerte y sin palabras, su implacable amo le dio dieciocho azotes; cuando estaba a punto de expirar, se llevó el dedo a la boca, lo que se tomó como una señal de que deseaba beber algo. Cuando el muy salvaje, para llevar su inhumanidad hasta el último momento, entró al camarote tomó un vaso en el que orinó y luego se lo dio como si fuera un refresco; llegó a descender por su garganta un poco de líquido y, apartando el vaso de él, al instante dio un último suspiro. Y Dios, en su misericordia, puso fin a sus sufrimientos y diríase que molestaba al capitán que no hubiesen continuado por más tiempo” (Turley, 1999, pp. 10-11).

      14 Leeson, 2017, pp. 111-112.

      iii

      El auge de los mogoles

      paso de bolán

      663 d. c.

      El año 663 d. C., transcurridos solo treinta y un años de la muerte del profeta Mahoma, una fuerza militar musulmana atravesó el paso de Bolán y descendió por las estribaciones orientales de los montes Brahui hasta el valle del río Indo (entre sus filas habría unos cuantos discípulos del propio Mahoma). Esa incursión marca el primer contacto entre la fe musulmana y las culturas hindúes. En aquel momento, aquella expedición se antojaba continuación natural de las tres décadas de vivaz expansión que siguieron a la muerte de Mahoma. El nacimiento del islam se data convencionalmente en el 622 d. C., coincidiendo con la Hégira, el éxodo del profeta desde La Meca. Para el 650 d. C., las fuerzas musulmanas habían sepultado los últimos vestigios del Imperio romano, extendiéndose por los actuales Siria, Egipto, Irak, Irán, partes de África del Norte y la mayor parte de Afganistán. Parecía inevitable que el islam continuara su expansión hasta la India: los comerciantes musulmanes ya habían empezado a mercadear en los puertos de la costa occidental india y sus barcos cargueros seguían ya entonces las mismas rutas marítimas a través del mar de Arabia que tomaría mil años más tarde el barco de Henry Every.

      Sin embargo, los guerreros que cruzaron el paso de Bolán en el 664 no demostraron su valía como conquistadores y fueron rápidamente repelidos por un brahmán llamado Chach, que gobernaba la provincia de Sind. No obstante, medio siglo más tarde, Mohamed ben Qasim regresó y logró conquistar la provincia y todo el valle del Indo. Durante los siglos siguientes aquellas tierras pasaron de manos musulmanas a manos

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