Mentalidades matemáticas. Jo Boaler

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Mentalidades matemáticas - Jo Boaler

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Los conductores de autobús solo aprenden rutas sencillas y únicas, y los estudios mostraron que su cerebro no había experimentado el mismo desarrollo (Maguire et al., 2006). Esto confirmó la conclusión de los científicos de que la formación inusualmente compleja por la que habían pasado los taxistas era la razón del espectacular desarrollo de su cerebro. En un estudio adicional, se descubrió que, tras jubilarse, el hipocampo de estos taxistas volvía a reducirse (Woollett y Maguire, 2011).

      Actualmente hay muchos estudios realizados con los conductores de los taxis negros (Maguire et al., 2006; Woollett y Maguire, 2011), que han mostrado un grado de flexibilidad cerebral (o neuroplasticidad) que ha sorprendido a los científicos. Antes de llevar a cabo los estudios, los investigadores no habían previsto que fuese posible un desarrollo cerebral tan grande como el que midieron. Esto condujo a un cambio, en el mundo científico, en los planteamientos relativos al aprendizaje y la «capacidad» y la posibilidad de que el cerebro cambie y se desarrolle.

      Alrededor de la época en que surgieron los estudios sobre los conductores de los taxis negros, sucedió algo que sacudiría aún más el mundo científico. Una niña de nueve años, Cameron Mott, sufría unos ataques que los médicos no podían controlar. Su médico, el doctor George Jello, propuso algo radical: extirpar la mitad de su cerebro, todo el hemisferio izquierdo. La operación fue revolucionaria, y se llevó a cabo con éxito. En los días que siguieron a la intervención quirúrgica, Cameron quedó paralizada. Los médicos esperaban que permaneciera discapacitada durante muchos años, ya que el lado izquierdo del cerebro controla los movimientos físicos. Pero con el paso de las semanas y los meses, los sorprendió al recuperar determinadas funciones y movimientos, lo cual solo podía significar una cosa: el lado derecho de su cerebro estaba desarrollando las conexiones que necesitaba para realizar las funciones propias del lado izquierdo. Los médicos atribuyeron esto a la increíble plasticidad cerebral y solo pudieron llegar a la conclusión de que, en efecto, el cerebro de Cameron había vuelto a crecer, y lo había hecho más rápidamente de lo que se creía posible. En la actualidad, Cameron corre y juega con otros niños, y el único signo significativo de su pérdida cerebral es una leve cojera (esta noticia podía leerse en www.today.co).

      El nuevo descubrimiento de que el cerebro puede crecer, adaptarse y cambiar conmocionó al mundo científico y dio lugar a nuevos estudios sobre el cerebro y el aprendizaje, en los que se emplearon nuevas tecnologías y equipos de exploración cerebral. En uno de ellos, que creo que es muy importante para quienes estamos en el mundo de la educación, investigadores del Instituto Nacional de Salud Mental estadounidense dieron a los sujetos un ejercicio de diez minutos en el que aplicarse cada día durante tres semanas. Compararon el cerebro de quienes hicieron el ejercicio con el de los sujetos del grupo de control, que no lo hicieron. Los resultados mostraron que el cerebro de quienes habían trabajado en el ejercicio durante unos minutos cada día experimentaron cambios estructurales. El cerebro de los participantes se «reconfiguró» y se desarrolló en respuesta a una tarea mental de diez minutos realizada a diario durante quince días laborables (Karni et al., 1998). Estos resultados deberían hacer que los educadores abandonasen las ideas fijas tradicionales sobre el cerebro y el aprendizaje que actualmente inundan las escuelas; ideas como que los niños son inteligentes o tontos, rápidos o lentos. Si el cerebro puede cambiar en tres semanas, ¡imagina lo que puede suceder en el transcurso de un año de clases de matemáticas si a los alumnos se les dan los materiales adecuados y si reciben mensajes positivos sobre su potencial y su capacidad! En el capítulo cinco se explica la naturaleza de las mejores tareas matemáticas en las que los estudiantes deberían trabajar para experimentar este desarrollo cerebral.

      Los nuevos resultados arrojados por las investigaciones sobre el cerebro nos dicen que todos, con la enseñanza y los mensajes correctos, podemos tener éxito con las matemáticas, y que todo el mundo puede sacar las calificaciones más altas en la escuela en esta asignatura. Hay algunos niños que tienen unas necesidades educativas especiales muy particulares que les dificultan el aprendizaje de las matemáticas, pero la gran mayoría de los niños, alrededor del 95 %, pueden lidiar con las matemáticas escolares, de cualquier nivel. Y el cerebro de los niños que tienen necesidades especiales tiene el mismo potencial de desarrollo y transformación que el de los demás. Los padres y los profesores deben tener esta información tan importante. Cuando les comunico estos hallazgos a los docentes en talleres y charlas, la mayoría se sienten alentados e inspirados, pero no todos. Hace poco estuve con un grupo de profesores, y uno de matemáticas de la enseñanza secundaria se mostró claramente preocupado por la idea. Dijo: «¿No estarás diciendo, verdad, que cualquiera de los estudiantes de sexto de mi escuela podría elegir Cálculo en el último curso de secundaria?». Cuando le respondí que eso era exactamente lo que estaba diciendo, pareció verdaderamente turbado, aunque tengo que reconocer que no rechazó por completo el mensaje. A algunos profesores les resulta difícil aceptar el hecho de que cualquiera puede aprender matemáticas a niveles altos, especialmente si llevan muchos años decidiendo quién puede y quién no puede aprenderlas y enseñándolas en función de esta apreciación. Por supuesto, los estudiantes de sexto han tenido muchas experiencias y han recibido muchos mensajes desde siempre que han retrasado el aprendizaje de algunos de ellos, y ciertos alumnos pueden llegar a sexto con un conocimiento matemático significativamente menor que el de otros compañeros, pero esto no significa que no puedan acelerar y alcanzar los niveles más altos. Serán capaces de hacerlo si reciben la enseñanza y el apoyo de calidad que todos los niños merecen.

      A menudo me preguntan si estoy diciendo que todos nacemos con el mismo cerebro. La respuesta es que no. Lo que estoy diciendo es que las diferencias cerebrales con las que nacen los niños no son tan importantes como las experiencias de desarrollo cerebral que tienen a lo largo de la vida. La gente cree firmemente que la forma en que nacemos determina nuestro potencial, y apuntan a personas conocidas que se consideran genios, como Albert Einstein o Ludwig van Beethoven. Pero los científicos saben actualmente que cualquier diferencia cerebral presente al nacer se ve eclipsada por las experiencias de aprendizaje que tenemos a partir del nacimiento (Wexler en Thompson, 2014). Cada segundo del día se activan nuestras sinapsis cerebrales, y los estudiantes criados en entornos estimulantes en los que reciben mensajes coherentes con la mentalidad de crecimiento son capaces de todo. Las diferencias cerebrales pueden darles ventaja a algunas personas al principio, pero solo una cantidad muy minúscula de individuos nacen con un tipo de ventaja que acabe por ser significativa con el paso del tiempo. Y quienes son considerados genios naturales son los mismos que a menudo subrayan el trabajo duro que han realizado y la cantidad de errores que han cometido. Einstein, probablemente el más conocido entre los individuos considerados genios, no aprendió a leer hasta los nueve años, y dijo muchas veces que sus logros se debieron a la cantidad de errores que cometió y a la persistencia que mostró. Se esforzó, y cuando cometió errores, se esforzó más. Abordó el trabajo y la vida con la actitud de quien tiene una mentalidad de crecimiento. Una gran cantidad de indicios científicos permiten inferir que la diferencia entre quienes tienen éxito y quienes no lo tienen no es el cerebro con el que nacieron, sino su manera de enfocar la vida, los mensajes que reciben sobre su potencial y las oportunidades que tienen de aprender. Y las mejores oportunidades de aprender acuden cuando los estudiantes creen en sí mismos. Demasiados escolares ven obstaculizado su aprendizaje por los mensajes que han recibido sobre su potencial: se los ha inducido a creer que no son tan buenos como otros, que no tienen el potencial de otros. Este libro te proporciona la información que precisas, como profesor o como padre, para darles a los alumnos o a tus hijos la fe en sí mismos que necesitan y deberían tener; para asentarlos en un camino que los lleve a tener una mentalidad matemática, independientemente de las experiencias que hayan tenido con anterioridad. Este nuevo camino implica un cambio en la forma en que se ven a sí mismos y también en la forma en que abordan las matemáticas, como irás viendo.

      Aunque no esté diciendo que todo el mundo nazca con el mismo cerebro, sí estoy diciendo que no existe un «cerebro matemático» o un «don para las matemáticas», como muchos creen. Nadie nace sabiendo matemáticas y nadie nace sin la capacidad de aprender matemáticas. Desafortunadamente, las ideas sobre el talento natural están muy extendidas. Un equipo de investigadores indagó la medida en que los profesores universitarios albergaban ideas sobre el talento

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