Las leyes de la naturaleza humana. Robert Greene

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Las leyes de la naturaleza humana - Robert Greene Biblioteca Robert Greene

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y la sensación que te produce. ¿Qué tan bien te escucha? ¿Hace contacto visual contigo constantemente? ¿Daría la impresión de que, aunque te oye, está absorto en sí mismo? Si eres objeto de súbita atención pero ésta parece poco confiable, es probable que quien te la presta quiera pedirte algo, usarte y manipularte de algún modo.

      Esta clase de empatía depende en alto grado de las neuronas espejo, las que se activan en el cerebro cuando vemos que alguien hace algo, como tomar un objeto, tal como si lo hiciéramos nosotros mismos. Esto nos permite ponernos en sus zapatos y sentir lo que siente. Los estudios han revelado que quienes obtienen una puntuación elevada en pruebas de empatía suelen ser excelentes mimos. Cuando alguien sonríe o hace una mueca de dolor, ellos imitan inconscientemente esa expresión, lo que les brinda una sensación de lo que el otro experimenta. Cuando vemos que alguien sonríe y está de buen humor, esto tiene un efecto contagioso en nosotros. Usa conscientemente ese poder cuando intentes entrar en las emociones de otros, imitando sus gestos faciales o evocando experiencias parecidas. Antes de que escribiera Raíces, Alex Haley pasó un tiempo en el interior de un barco, intentando recrear el horror claustrofóbico que habían experimentado los esclavos. Una asociación visceral con sus sentimientos le permitió inscribirse en su mundo a través de esa novela.

      Como un apéndice de lo anterior, todo intento de servir de reflejo a la gente atraerá una respuesta empática. Ésta puede ser física, y se conoce como el efecto camaleón. Quienes hacen contacto físico y emocional en una conversación tienden a imitar sus gestos y posturas, y cruzar ambos las piernas, por ejemplo. Hasta cierto punto, puedes hacer lo mismo de forma consciente y crear una vinculación imitando deliberadamente a alguien. Si asientes con la cabeza y sonríes mientras él habla, la vinculación será más fuerte. Mejor aún, podrías entrar en el espíritu de aquella persona si asimilas profundamente su estado de ánimo y se lo reflejas. Crearás de este modo una sensación de afinidad. La gente anhela en secreto esa afinidad emocional en su vida diaria, porque es muy raro que la consiga. Dicha afinidad tiene un efecto hipnótico y apela al narcisismo de los demás cuando te conviertes en su espejo.

      Cuando practiques este género de empatía, ten en mente que debes conservar cierta distancia. No te enredes en emociones ajenas; te dificultará analizar lo que percibes y podría inducir una insana pérdida de control. Asimismo, exagerar o volver obvia la empatía tiene un efecto indeseable. Asentir, sonreír e imitar en momentos selectos debe ser un acto sutil, casi imposible de detectar.

      Empatía analítica: la razón de que seas capaz de entender tan bien a tus amigos o a tu pareja es que posees mucha información de sus gustos, valores y pasado familiar. Todos hemos tenido la experiencia de pensar que conocemos bien a alguien, pero con el tiempo debemos ajustar la primera impresión que nos causó una vez que disponemos de más información. Así, aunque la empatía física es muy eficaz, tiene que complementarse con la analítica. Ésta puede ser muy útil con personas que nos resistimos a tratar y con las que nos cuesta trabajo identificarnos, sea porque son muy diferentes a nosotros o porque hay algo en ellas que repelemos. En este caso, tendemos naturalmente a juzgarlas y clasificarlas. Hay individuos que no valen la pena el esfuerzo, supremos idiotas o psicópatas genuinos. Pero respecto a los demás que parecen difíciles de comprender, debemos ver este hecho como un magnífico reto y una manera de mejorar nuestras habilidades. Como dijo Abraham Lincoln: “No me agrada ese sujeto, debo conocerlo mejor”.

      La empatía analítica ocurre sobre todo a través de la conversación y la recopilación de aquella información que te permita entrar en el espíritu de los demás. Algunos datos son más valiosos que otros. Por ejemplo, tienes que informarte de los valores de la gente, los cuales se establecen en los primeros años de vida. Las personas desarrollan conceptos de lo que consideran fuerte, delicado, generoso y débil con base en sus padres y su relación con ellos. Una mujer verá el llanto de un hombre como signo de sensibilidad y le atraerá, mientras que otra lo juzgará débil y repulsivo. Si no conoces los valores de la gente en este nivel, o si sólo proyectas los tuyos, malinterpretarás sus reacciones y crearás conflictos innecesarios.

      Tu meta es reunir toda la información que puedas de los primeros años de las personas a las que estudias y de su relación con sus padres y hermanos. Ten en mente que su relación actual con su familia también dice mucho sobre su pasado. Intenta descifrar sus reacciones frente a las figuras de autoridad. Esto te ayudará a ver hasta qué punto tienen una vena dócil o rebelde. El tipo de personas que les gusta como pareja es también un dato muy revelador.

      Si se resisten a hablar, prueba las preguntas abiertas o empieza con una admisión sincera de tu situación para generar confianza. Por lo común, a la gente le encanta hablar de sí misma y de su pasado, y es fácil lograr que se abra. Busca disparadores (véase el capítulo 1) que indiquen puntos de sensibilidad extrema. Si procede de otra cultura, es muy importante que la conozcas desde el punto de vista de tu interlocutor. Tu meta es descubrir qué lo vuelve único. Lo que buscas es precisamente lo distinto a ti y las demás personas que conoces.

      La habilidad empática: volverse empático implica un proceso, como cualquier otra cosa. A fin de cerciorarte de que avanzas y mejoras en tu capacidad para comprender a la gente en un nivel más profundo, necesitas retroalimentación. Ésta puede llegar en una de dos formas: directa o indirecta. En la forma directa, interrogar a la gente acerca de sus pensamientos y sentimientos, para hacerte una idea de si tus conjeturas fueron correctas. Haz esto con discreción y sobre la base de cierto nivel de confianza; podría ser una medida muy atinada de tu habilidad. Después está la forma indirecta: percibes más afinidad y el modo en que te han funcionado ciertas técnicas.

      Para trabajar en esta habilidad, ten en mente varias cosas: cuantas más numerosas sean las personas con que interactúes frente a frente, mejor. Y entre mayor sea su variedad, tu habilidad será más versátil. Asimismo, persigue una sensación de flujo. Nunca conviertas en juicios tus ideas sobre la gente. En un encuentro, fíjate cómo cambia la otra persona en el curso de la conversación y el efecto que ejerces en ella. Mantente alerta. Ve interactuar a los demás con otras personas aparte de ti; suelen adaptarse al individuo con el que tratan. No te centres en categorías sino en el tono emocional y el estado de ánimo que la gente te transmite, y que cambian sin cesar. Cuando mejores en esto, descubrirás más señales sobre la psicología de los otros. Percibirás más. Mezcla continuamente lo visceral con lo analítico.

      Ver adelantos en tu nivel de habilidad te animará y motivará a llegar más lejos. Vivirás en general más tranquilamente, porque evitarás conflictos y malentendidos innecesarios.

      El principio fundamental de la naturaleza humana es el ansia de ser apreciado.

      —WILLIAM JAMES

      CUATRO EJEMPLOS DE TIPOS NARCISISTAS

      1. El narcisista de control absoluto. En la etapa temprana de su periodo como primer ministro de la Unión Soviética, José Stalin (1878-1953) causaba muy buena impresión en casi todas las personas que empezaban a tratarlo. Aunque era mayor que buena parte de sus lugartenientes, les pedía que lo tutearan. Se mostraba muy accesible incluso entre los funcionarios de bajo rango. Escuchaba con tal intensidad e interés que penetraba con los ojos y parecía captar las dudas y pensamientos más profundos. Sin embargo, su principal rasgo consistía en hacer sentir importantes y parte del círculo íntimo de revolucionarios a sus interlocutores. Les rodeaba los hombros con un brazo cuando se despedía de ellos en su oficina y siempre terminaba sus reuniones con una nota íntima. Como tiempo después escribiría un joven, quienes lo trataban “ansiaban verlo de nuevo”, porque “les hacía sentir que ya los unía a él un lazo indestructible”. En ocasiones se mostraba un poco distante de sus cortesanos, y eso los volvía locos; luego recuperaría su buen humor, y volverían a gozar de su afecto.

      Parte de su encanto residía en el hecho de que personificaba la Revolución. Era un hombre del pueblo, tosco y algo rudo, pero con quien un ruso promedio podía

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