Las leyes de la naturaleza humana. Robert Greene
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Las leyes de la naturaleza humana - Robert Greene страница 15
La otra dirección que siguen los narcisistas sanos es hacia las personas, con las que desarrollan sus facultades empáticas. Imagina la empatía como la sección más alta de la escala, la total abstracción en los demás. Por nuestra propia naturaleza, los seres humanos poseemos grandes habilidades para entender a la gente desde dentro. En nuestros primeros años nos sentíamos muy ligados a nuestra madre y podíamos percibir cada uno de sus estados de ánimo y descifrar todas sus emociones de forma preverbal. A diferencia de cualquier otro animal o primate, también teníamos la capacidad para extender eso a otros cuidadores e individuos en torno nuestro.
Ésta es la modalidad física de la empatía, que aún sentimos con nuestros amigos, cónyuge o pareja. También poseemos una aptitud natural para adoptar la perspectiva de otros, abrirnos paso en su mente. Estas facultades yacen latentes a causa de nuestro ensimismamiento. Pero después de los veinte años de edad, cuando ya nos sentimos más seguros, empezamos a fijarnos en el exterior, en la gente, y a redescubrir esas facultades. Quienes practican esta empatía suelen volverse magníficos observadores sociales en las artes o las ciencias, terapeutas y líderes del más alto orden.
La necesidad de desarrollar esta empatía es mayor que nunca. Varios estudios han indicado un aumento gradual en el nivel de ensimismamiento y narcisismo en los jóvenes a partir de finales de la década de 1970, con un incremento mucho mayor desde 2000. Esto debe atribuirse en gran parte a la tecnología e internet. La gente dedica ahora menos tiempo a las interacciones sociales y más a socializar en línea, lo que le dificulta cada vez más desarrollar la empatía y afinar sus habilidades sociales. Como cualquier otra habilidad, la empatía depende de la calidad de la atención. Si te distraes una y otra vez porque tienes que consultar tu teléfono inteligente, nunca tendrás un pie dentro de los sentimientos o puntos de vista de los demás. Volverás todo el tiempo a ti mismo y no pasarás de revolotear en la superficie de las interacciones sociales, sin comprometerte jamás. Aun en medio de una multitud, permanecerás esencialmente solo. Los demás acabarán por cumplir para ti una función: no la de establecer vínculos, sino la de aplacar tus inseguridades.
Nuestro cerebro está hecho para la continua interacción social; la complejidad de esta interacción es uno de los factores principales que elevaron drásticamente nuestra inteligencia como especie. En cierto momento, involucrarnos menos con los demás tiene un efecto negativo neto en el cerebro y atrofia nuestro músculo social. Peor todavía, la cultura moderna hace hincapié en el valor del individuo y los derechos individuales, lo que alienta un mayor involucramiento con uno mismo. Cada vez más individuos son incapaces de imaginar siquiera que otros podrían tener una perspectiva distinta a la suya, que no todos somos idénticos en nuestros deseos o pensamientos.
Oponte a esas tendencias y crea una energía empática. Cada lado del espectro tiene una dinámica peculiar. El narcisismo profundo te sumerge en ti, ya que te desconectas de la realidad y eres incapaz de desarrollar tu trabajo o relaciones. La empatía hace lo contrario. A medida que vuelcas tu atención al exterior, recibes una retroalimentación positiva. La gente quiere estar contigo. Desarrollas tu músculo empático; tu trabajo mejora; sin siquiera intentarlo, obtienes la atención con que todos los seres humanos prosperamos. La empatía crea su propio impulso ascendente y positivo.
Los siguientes son los cuatro componentes de la serie de las habilidades empáticas.
La actitud empática: la empatía es, esencialmente, un estado de ánimo, una manera distinta de relacionarte con los demás. El mayor peligro que enfrentas es tu suposición general de que comprendes a la gente y puedes juzgarla y clasificarla con rapidez. Parte en cambio del supuesto de que eres ignorante y tienes sesgos innatos que te harán juzgar incorrectamente a otros. Quienes te rodean exhiben la máscara que mejor se ajusta a sus propósitos y tú confundes esa máscara con la realidad. Abandona tu tendencia a hacer juicios inmediatos. Abre tu mente para que veas a la gente bajo una nueva luz. No supongas que eres afín a los otros o que ellos comparten tus valores. Cada persona que tratas es como un país aún por descubrir, con una química psicológica muy particular que deberás explorar con cuidado. Prepárate para sorprenderte con tus hallazgos. Este espíritu flexible y abierto es semejante a la energía creativa, una disposición a considerar más posibilidades y opciones. De hecho, desarrollar tu empatía también hará que tus facultades creativas mejoren.
El mejor punto de partida para la transformación de tu actitud son tus numerosas conversaciones diarias. Contén tu impulso normal a hablar y dar tu opinión y escucha, en cambio, el punto de vista del otro. Muestra una curiosidad inmensa en esta dirección. Interrumpe tanto como puedas tu incesante monólogo interior. Dirige toda tu atención al otro. Lo que importa aquí es la calidad de tu escucha, a fin de que en el curso de la conversación puedas reflejar las cosas que la otra persona dijo, o las que se quedaron sin decir pero que tú percibiste. Esto tendrá un efecto muy seductor.
Como parte de esta actitud, concedes a los demás el mismo nivel de indulgencia que te das. Por ejemplo, todos tendemos a hacer esto: cuando cometemos un error, lo atribuimos a las circunstancias que nos empujaron a hacerlo; cuando otros cometen un error, lo vemos como un defecto de carácter, algo derivado de su imperfecta personalidad. Esto se conoce como sesgo de atribución y debes combatirlo. Con una actitud empática, considera primero las circunstancias que pudieron haber forzado a una persona a actuar como lo hizo, para que le des el mismo beneficio de la duda que te concedes a ti.
Por último, adoptar esta actitud depende de la calidad de tu amor propio. Si te sientes muy superior a los demás o presa de tus inseguridades, tus momentos de empatía y abstracción en los demás serán superficiales. Lo que necesitas es aceptar de verdad tu carácter, incluyendo tus defectos, que puedes ver claramente y también apreciar y amar. No eres perfecto. No eres un ángel. Tu naturaleza es igual a la de los demás. Con esta actitud, puedes reírte de ti mismo y permitir que los desaires resbalen. Desde una posición de genuina fortaleza y resistencia interior, te será más fácil dirigir tu atención al exterior.
Empatía visceral: la empatía es un instrumento de sintonía emocional. Aunque nos cuesta trabajo leer o deducir los pensamientos de otro, sus sentimientos y estados de ánimo son más fáciles de captar. Todos podemos percibir las emociones de otra persona. Las fronteras físicas que nos separan de los demás son mucho más permeables de lo que creemos. Ellos afectan sin cesar nuestro estado anímico. Lo que haces en este caso es convertir en conocimiento esa reacción psicológica. Presta atención al ánimo de la gente, indicado por su lenguaje corporal y su tono de voz. Cuando alguien habla, su tono emocional podría no estar en sincronía con lo que dice. Este tono puede ser de seguridad, inseguridad, actitud defensiva, arrogancia, frustración o júbilo, y manifestarse físicamente en su voz, gestos y postura. En cada encuentro, intenta detectarlo antes incluso de prestar atención a lo que dice. Registrarás visceralmente esa percepción, en tu propia respuesta física. Un tono defensivo de su parte tenderá a crear en ti una sensación igual.
Un elemento clave que debes tratar de entender son las intenciones de las personas. Casi siempre, detrás de cada intención hay una emoción, y más allá de las palabras de los demás, sintonizas con lo que quieren, sus metas, lo cual también registrarás físicamente si prestas atención. Por ejemplo, un conocido se muestra de pronto interesado en ti y te presta atención como nunca antes. ¿Es éste un genuino intento de relacionarse contigo o una distracción,