Gestión de personas en organizaciones innovadoras. Andrés Hatum
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NO: el timonel
El timonel es un líder capaz de motivar durante una crisis y de aplicar toda su experiencia en favor del grupo que lidera, pero sin olvidar los valores institucionales. También mantiene una actitud analítica y estratégica, y es consciente de las consecuencias de sus acciones, mientras acepta su responsabilidad por ellas. El “empresario timonel” es un dirigente al que la sociedad le exige mucho; no es casual que cuando la nave pierde el rumbo sea él quien deba corregirlo. El timonel será el arquetipo que ocupará el vértice NO de nuestro mapa. Su modelo organizacional es la nave y su estilo de liderazgo la voz de mando, ya que cuando se navega (en una tormenta o en el mar calmo) todos deben escuchar sus directivas claramente.
El timonel suele ser el líder de un emprendimiento nuevo, cuando hacen falta determinación, empuje y decisiones rápidas. Paternalista y carismático, prefiere la comunicación oral sobre la escrita. Presta atención a lo que ocurre en la nave. Intenta estar al tanto de todo lo que pasa, y dedica mucho esfuerzo a crear y sostener la telaraña (“su telaraña”) de contactos que lo mantiene al día. Ellos son sus “marineros preferidos” y sus potenciales herederos, a quienes les irá delegando tareas menores para probarlos. Como es adepto al poder que ostenta el manejo, es político, por ello la lealtad es muy importante en la cultura de la nave.
Sin dejar de ser analítico, el timonel no desprecia el sistema de “prueba y error”. En ciertos casos puede optar por corregir el rumbo mediante suaves golpes de timón o aplicando virajes violentos. Todo aprendizaje debe ser realizado con discreción. Evalúa permanentemente la relación costo-beneficio de sus maniobras. La expresión “no sé” está fuera de su léxico ya que podría ser interpretada como señal de debilidad. Confianza, carisma, reconocimiento por los resultados y lealtad son las claves de la cultura del timonel. Mediante su voz de mando difunde las directivas hacia todos los miembros de la nave. Algunos de los marineros estarán más cerca del timonel, otros más alejados, pero él se asegurará de ser escuchado por todos. Como en una nave, en esta cultura priman las relaciones informales entre conocidos. Los favoritos generalmente son elegidos por sus habilidades especiales pero no faltan aquellos que permanecen cerca solo sostenidos por la simpatía del timonel.
NE: el artista
Según Max Weber10, el artista escapa a la racionalidad y busca producir desde su interior la salvación por el arte. Por ejemplo, inclusive cuando el músico interviene como parte de una orquesta permanece concentrado en su partitura. Inspirado por el mundo que lo rodea, el poeta extrae de lo profundo de su alma esos versos notables. Aunque se comparta con otros, el arte es una experiencia individual. Sabemos que los que nos acompañan están escuchando la misma ópera, pero el sentimiento es nuestro. Recorremos los museos rodeados de otros turistas, pero el acontecimiento artístico se produce en nuestro espíritu. El artista se nutre de las emociones nacidas de sus vivencias, procesadas por su libre intelecto y recreadas por su genio. Expresa sus emociones más íntimas por medio del arte. Para crear se necesita ser libre, por eso suele apartarse de las costumbres y de las normas sociales. El artista es trasgresor por naturaleza. Por eso, el prototipo del artista es el individuo que expresa la parte más irracional de su ser. Finalmente, en su trasgresión, el artista marca su época y la historia lo emplea para referenciarla.
Los individuos son el motor creativo de las instituciones. Los genios rompen los paradigmas institucionales y conducen el progreso corporativo. Ellos evitan que las organizaciones se entumezcan y las mantienen jóvenes. Traen un aire nuevo que ventila y tonifica. Son, en síntesis, los auténticos agentes de cambio.
Colocaremos el arquetipo del artista en el NE del mapa. Su modelo de organización será el atelier, un espacio colmado de formas y colores, donde sus obras –y las de otros– se acumulan anárquicamente y estimulan los procesos creativos. Su estilo de liderar será como la paleta del pintor: cambiante y policromático, impulsivo y genial. En la organización, el artista se nutre de aquello que recoge del entorno y lo combina en forma creativa para producir nuevas “obras de arte” e innovaciones.
El artista está cómodo siendo individualista, por eso busca hacer cosas que lo destaquen del resto. Quiere ser diferente. No es fácil clasificarlo ya que es adepto a cambiar y a intentar nuevas experiencias. Aprende más de la vida que de otros. No es extraño que un artista abandone un trabajo o una profesión porque considera que ya no tiene mucho más que aprender. Suele acumular varias carreras en su vida. Incluso puede tomarse un año sabático para intentar una nueva, probablemente opuesta a la anterior.
No es fácil motivar al artista, ya que se ve a sí mismo como trabajando para la organización y no como miembro de ella. El artista solo respeta a los individuos ya que las instituciones no lo conmueven, sino que, por el contrario, suele mantener serios reparos sobre todo lo corporativo. Lo organizacional es para él sinónimo de normas, lo que percibe como una restricción a su libertad. Es impredecible y tiene su manera particular de hacer las cosas. En su atelier podremos encontrar cualquier elemento atesorado para ser aplicado en algún collage. Todo esto hace que el artista sea difícil de liderar y virtualmente imposible de “gerenciar”. Suelen ser lobos esteparios que no viven en comunidad. Solo se agrupan por conveniencia, su propia conveniencia. Aún así, la organización lo necesita. Ella se nutre de su creatividad y de su inventiva. El artista trae nuevos aires a la empresa. Él puede ver cosas que se le escapan al resto. Es el encargado de mantenerla viva, atenta y joven. No lo dudemos: la paleta del artista contiene los colores que están al final del arco iris.
SE: el misionero
Max Weber menciona una serie de estados de entrega a una persona o una causa cargados de fuerte emotividad. Durante situaciones de euforia, la devoción a un caudillo carismático puede producir el abandono de la propia individualidad. “Sus tipos más puros –dice el sociólogo alemán– son el dominio del profeta, del héroe guerrero y del gran demagogo”11. Difícilmente encontraremos en una organización comercial alguien con semejante grado de adhesión a la misión empresaria. Tampoco parecería sencillo encontrar aquel héroe guerrero, dispuesto a dar la vida durante el fragor de la batalla en nombre de su nación o de su credo. Asimismo, no faltan casos de actitudes rayanas en lo heroico dentro del mundo de la empresa. Las motivaciones de los empresarios los empujan, en especial durante tiempos de crisis, a superar como auténticos misioneros con valentía e imaginación las más arduas dificultades. Muchos miembros de la empresa (dueños o no) transforman su tarea diaria en una auténtica Misión de Vida. No faltan ejemplos de empresarios que, literalmente, han muerto persiguiendo el ideal que dio sentido a su existencia.
Ubicaremos al misionero en el extremo SE de nuestro mapa de la diversidad. Ellos están dispuestos a dar todo de sí para concretar su visión. Están a sus anchas cuando despliegan sus habilidades en el campo empresario: una zona en la que dejan todo para cumplir su tarea. Están dispuestos a cambiar de campo de acción siempre que sea en servicio de la misión. Su estilo de liderazgo es como un tejido ya que se expande generando enlaces en los distintos puntos en los que lo requiera la misión.
El misionero ama la concordia y la armonía, por eso se rodea de otros como él. Juntos se lanzan al campo para realizar la tarea de sus sueños. Solo o en compañía, es capaz de enfocar todos sus conocimientos y su energía en un proyecto. Está orgulloso de sus capacidades y quiere ser el mejor de su clase. Necesita serlo; en el campo le hará falta para adaptarse a contextos desconocidos.
Perseverante, acepta los inconvenientes que se le presenten y los resuelve creativamente. “La resolución de un problema comienza al definirlo”, sería un lema acorde con su temperamento. Lo motiva el desafío de “cumplir su misión”, de ver su trabajo concretado. Hay que presentarle el problema y los objetivos a lograr, no la descripción de sus tareas. Sabe que muchos misioneros pueden más que