La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

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La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras La izquierda mexicana del siglo XX

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no, gracias. Nosotros estábamos en un trabajo de concientización, donde se requieren hombres, no armas. ¿De qué te sirve tener grandes conocimientos militares y un cañón si no hay quien los dispare? (Rebeldía, 4, p. 59).

      2) En este documento interno se asume que las FLN tenían relaciones con otras organizaciones político-militares que por lo menos les proporcionaron manuales de carácter militar. 3) Que durante 1969 las Fuerzas iniciaron en Chiapas los preparativos para construir su “núcleo guerrillero”.

      Si bien podemos ver la relación de las Fuerzas con otras organizaciones, también marcaron una clara distancia con otras tantas, criticando además sus métodos. Fernando Yáñez señaló:

      Nuestros primeros dirigentes dijeron: “El que quiera llegar aquí a hacer las cosas rápido, a corto plazo, díganle que no, que no se puede, que en esta organización no es nuestro plan”. Y existen otros lugares donde si se pueden hacer […] Claro que hubo acelerados, así les llamábamos. Se escribió en esa época de eso, está en nuestros comunicados internos, con toda la argumentación táctica y estratégica de por qué se tenía que actuar conforme a lo que nuestro pueblo estaba entendiendo. Y luego se fijó como condición el no recurrir a la violencia para obtener fondos o armas. Quien estaba en un momento dado de su participación política con nosotros en situación de incorporarse como profesional, tenía que conseguir su arma por métodos pacíficos, tenía que pedirla prestada, regalada o comprada si ese [sic por esa] era su posibilidad, pero no podía decir es que yo ahora voy a hacer la lucha revolucionaria y le voy a quitar el arma al primer policía que vea en la esquina. No todas las organizaciones tuvieron en esa época esos principios (Rebeldía, 4, pp. 58-59).

      Germán se refiere sobre todo al accionar de la Liga Comunista 23 de septiembre (LC- 23-IX), algo que nos queda claro si leemos un texto muy anterior de Marcos Mario. Cabe señalar que por otro lado reconocían el valor de otras experiencias guerrilleras en México:

      Para los que en México queremos hacer la revolución, cumpliendo el imperativo de nuestra generación, es imperativo conocer la obra política de los atacantes del cuartel Madera esto se vuelve más importante en el momento en que la confusión política provocada por las fuerzas de izquierda, que se han sumado sin pudor al presupuesto oficial y abandonan todos sus proyectos —si es que los tuvieron— de independencia de clase, desviando a las masas de la comprensión de su misión histórica. Se hace necesario abordar el estudio de la obra política de Gámiz en momentos en que las concepciones de la violencia revolucionaria en nuestro país han sido rebajadas a la simple negación de la teoría científica de la revolución por quienes considerándose herederos políticos de los revolucionarios de Madera, han confundido la actividad político revolucionaria con el simple “echar bala” o con matar a un agente de crucero para obtener un revólver, etc., desconociendo —y negando de hecho— lo fundamental de las concepciones políticas sobre la liberación nacional en nuestro país que sustentaba el profesor Gámiz.

      Ni locos ni suicidas ni mártires. Mártires los cristianos que se inmolaban en el circo romano, suicidas los kamikazes japoneses; locos, Hitler y Mussolini. El revolucionario no es suicida ni ama a la muerte. El revolucionario aspira a vivir para transformar las condiciones de vida miserable de su pueblo y si para lograrlo es necesario entregar la existencia, gustoso la da para que el pueblo siga viviendo.

      El pueblo mexicano, en su lucha por el pan y por la tierra, por la solidaridad internacional y por el libro, por la defensa de las libertades políticas ha sido muy generoso en la entrega de mártires sacrificados en el altar del capitalismo. Jaramillo y su familia fueron asesinados, Román Guerra Montemayor fue asesinado, cientos de obreros y campesinos han sido reprimidos por el Estado mexicano. En todas sus luchas el pueblo siempre estuvo desarmado en tanto que el enemigo de clase siempre estuvo armado y por ende a la ofensiva.

      Hasta el 23 de septiembre de 1965 la ofensiva estuvo siempre al lado de los opresores; el pueblo siempre actuaba a la defensiva ofreciendo el pecho a las bayonetas. A partir de esa fecha supo el Estado mexicano que el pueblo ya no estaba más en disposición de servir de silueta de tiro al blanco de los soldados. Nuevas experiencias guerrilleras surgieron después en todo el país: Genaro Vázquez y la ACNR, Lucio Cabañas y el Partido de los Pobres; distintas y efímeras organizaciones que nacieron al calor de la represión desatada por el régimen contra los estudiantes en 1968 y el 10 de junio de 1971; hasta culminar con la aparición, vida y ocaso de la LC-23-IX que adoptó ese nombre en pretendido homenaje y continuación de la obra de los revolucionarios de Madera (Marcos Mario, 2007, pp. 11-12).

      Retomando a la ya mencionada Deni Prieto (con nombre de guerra María Luisa) y el papel del trabajo manual dentro de la organización, podemos citar otro comunicado, en este caso fechado el 8 de septiembre de 1976 (Dignificar la historia II, p. 94) y dedicado por completo a recordarla:

      [En] Sus tareas como profesional se vinculaba ya a traducciones de libros técnicos como a cultivar alfalfa para alimentar conejos de los que debía responsabilizarse temporalmente; tanto a aprender el manejo de las armas, como a cocinar alimentos para sus compañeros; tanto a estudiar para superar sus conocimientos, como mantener limpia la casa; todos ellos, trabajos cotidianos cumplidos con la sencillez del revolucionario […]

      Aunque lo hacían porque debían y cumplían a cabalidad, no debe haber sido fácil para personas que no estaban acostumbradas al trabajo manual. En una entrevista, Gloria Benavides (una de las sobrevivientes de Nepantla) narró cómo era el ambiente en la casa de seguridad que las FLN tenían en aquella población (Castellanos, p. 245):

      La casa era más o menos grande. Tenía un terreno mediano y había gallinas, conejos, que mandábamos a otros compañeros de la organización para que comieran. Si uno pensaba en las expectativas de venir de tan lejos, rompiendo con tantas cosas, dejando atrás amores y nostalgias para llegar a una casa donde no conocía a nadie, y en donde me ponían a labrar la tierra y a criar animales cuando estaba estudiando una carrera universitaria, el asunto no podía ser más desolador, deprimente. Pero nos enseñaban a revalorar el trabajo manual, doméstico, campesino.

      No se trataba de un proceso tipo Pol Pot, que negara lo intelectual y citadino; se trataba de ser personas completas y de desarrollar todas las capacidades para poder sacar adelante el trabajo de la organización. Aunque parezca redundante, cabe retomar un fragmento de uno de los comunicados ya citados, el de febrero de 1976 (Dignificar la historia II, p. 84), en la parte que habla de la vida y militancia de Graciano A. Sánchez Aguilar (Gonzalo) —que cayó en combate junto con Julieta Glockner en Tabasco en febrero de 1975—. En la evocación se mencionan sus cualidades para el trabajo militar en el campo y la ciudad, su entrega, valentía y modestia. Pero también vemos el esfuerzo por borrar la dicotomía manual-intelectual; como condición sine qua non se podía llegar a ser personas completas y que la organización, por sus propios medios y con el desarrollo de sus militantes, lograra sus objetivos:

      A pesar de su profesión, abogado, que no tenía relación alguna con la técnica, el entendimiento de la necesidad de crecer personalmente en ese sentido, lo llevó a realizar trabajos de soldadura que variaron desde jaulas para animales hasta piezas de nuestros instrumentos [se usa reiteradamente esta expresión como eufemismo de las armas], demostración plena de que ningún trabajo por intrascendente que parezca, es tal, de que no hay dificultad alguna que no pueda ser vencida por nuestros esfuerzos cuando se tiene una ideología marxista y el deseo consecuente de aplicarla en la práctica, de hacer avanzar con nuestro adelanto personal, la revolución que nuestros pueblos harán triunfar […]

      Veamos, retomando otro documento, qué era acentuado del trabajo de los compañeros (ibid., p. 82):

      Alfredo Zarate Mota (Salvador), médico veracruzano, fundador y segundo responsable de las FLN, recordamos su esmero en que los trabajos de los compañeros se realizaran además de en forma provechosa, con criterio revolucionario, atendiendo incluso más a la forma en

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