La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras страница 16

La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras La izquierda mexicana del siglo XX

Скачать книгу

      Otro aspecto poco conocido es el por qué las FLN, a pesar de estar integradas por personas que eran originalmente citadinas —y que veían al proletariado como la clase revolucionaria por excelencia—, consideraron de suma importancia desarrollar el trabajo de la organización también en el campo —donde además pensaban se iniciaría la lucha—. En el siguiente documento, escrito en marzo de 1970, vemos algunas de las razones esgrimidas como contraparte a la lucha terrorista urbana que desarrollaban otras organizaciones. En el comunicado de marzo de 1970, donde se criticaba el accionar del CLR, se habla de cómo los miembros de esta organización fueron arrastrados, por el fracaso como guerrillero de Ignacio González, a la lucha terrorista, tal vez legítimamente inspirados en grupos revolucionarios como los Tupamaros y otros “núcleos de acción directa centro y sudamericanos”, pero acabaron siendo “una verdadera caricatura de las muy respetables organizaciones mencionadas”, y acto seguido señalan:

      Pero hay quienes argumentan sinceramente que la lucha en las ciudades es la forma correcta para triunfar en nuestro país porque: Primero.- En las ciudades vive más de la mitad de la población y tiende a crecer. Segundo.- Están las instalaciones industriales bancarias y comerciales más importantes. Tercero.- La explotación es más sensible, las clases sociales (ricos y pobres) están más definidas. Cuarto.- Núcleos de población más politizados (estudiantes, sindicatos) y homogéneos (iguales, con la misma lengua, costumbres, opiniones, problemas), lo que no sucede en el campo donde se dan grupos indígenas atrasados, con economía primitiva, escasos medios, comunicaciones, individualismo campesino marcado, ejidatario nylon, pequeños propietarios, dispersión de la población, analfabetismo, supersticiones, fanatismo religioso, etc. En resumen, la ciudad es el núcleo más avanzado, el campo representa el pasado reaccionario que pesa cada vez menos. Quienes de tal modo razonan, olvidan que la cadena se rompe por el eslabón más débil, y que precisamente por todos esos aparentes inconvenientes, producto de nuestra deformada economía, opresión política y miseria increíble y sin esperanzas, es donde el germen de la Revolución se agita con más fuerza, porque el campo reproduce, ampliado desmesuradamente, la real situación de la ciudad (Dignificar la historia I, pp. 57-58).

      Cabe anotar que las Fuerzas se reconocían como parte de una larga lucha del pueblo mexicano y que por ello se planteaban la lucha tanto rural como urbana, el fragmento citado implica también una crítica al accionar de otras organizaciones revolucionarias:

      Nuestra larga historia de lucha por la libertad, la tierra, la democracia, revivirá si sabemos tocar las fibras adecuadas de los problemas que lo aquejan y se alza con nosotros en contra de quienes lo sojuzgan; nuestra geografía, la incomunicación, son factores favorables que debemos conocer y explotar a fondo, el desengaño y la miseria lacerante de nuestros campesinos, el abandono de los núcleos indígenas; la desocupación de nuestra juventud sobre todo en el campo; hacen de la guerra de guerrillas el método más apropiado para el desarrollo de esta lucha. Las ciudades con su concentración fabril nos proveerán de una dirección obrera que hará de la lucha una radical transformación económica y social que principiará por volver insegura la retaguardia enemiga, pero cuyo papel principal será la derrota final del enemigo por falta de una base de sustentación.

      No renegamos de ninguna forma de la lucha rural ni de la urbana, pero deben ser usadas cuando existan posibilidades de capitalizar en el aspecto político sus múltiples efectos; olvidarlo, dejarse llevar por la impaciencia o las facilidades que en un momento dado se presenten, es un desahogo de conciencia, o acto desesperado que sólo compromete el futuro de la revolución y no aporta nada positivo a la lucha. Se combate callando o gritando, caminando o detenidos, si se hace de acuerdo a las pretensiones del pueblo y fortaleciendo nuestra posición, no haciéndola más riesgosa o vulnerable. (Dignificar la historia I, p. 76).

      ¿Por qué Chiapas? […] La respuesta es que ellos conocieron la situación de esa región, no sólo desde el punto de vista geográfico y estratégico que tenía y tiene para México, sino que constataron que las condiciones sociales, económicas y políticas, donde incluimos el racismo y todo lo que parece que no tiene que ver con la política pero sí tiene que ver, y que ahí prevalecía bien marcadamente. Vieron en su andar por ahí que era una situación feudal, de relaciones entre hacendados e indígenas con peones acasillados, con derecho a pernada. No dudaron que ahí tenía que crecer un movimiento. Nunca dudaron de los indígenas como potenciales aliados.

      Entre los primeros indígenas que se sumaron a la lucha está un maestro, también desaparecido, Fidelino Velázquez, maestro del ejido Taniperlas. Cuando en el año de 1974 se producen los primeros enfrentamientos [en Chiapas] entre los compañeros y los solados [sic por soldados], él empezó a proveerlos de alimentación en la selva. Él también fue descubierto y tomado preso en el centro de Ocosingo y [fue] desaparecido [por el Gobierno] hasta la fecha (Rebeldía, 4, p. 53).

      Por lo anteriormente citado vemos claramente la importancia que otorgaron las Fuerzas al trabajo político en el campo, y si aunamos a esto su experiencia previa en Chiapas —con el EIM— queda bastante claro el por qué eligieron esa zona del país para implantar su núcleo guerrillero.

      En otro documento escrito casi siete años después, en febrero de 1977, (Dignificar la historia II, p. 105) se pondera de nuevo esta idea que se liga a un objetivo trazado por las Fuerzas en sus planes estratégicos y que se debe subrayar:

      [Es] demostración plena de la óptima consecuencia de la línea política de desarrollar la lucha de guerra de guerrillas rural […] ahí donde esos regionales por sus peculiares condiciones económicas, forman “el eslabón más débil de la cadena”; ahí donde las dificultades son mayores; ahí donde el medio y las condiciones de subsistencia implican la forja permanente del revolucionario, ahí [es] donde surgirán pulidos, los dirigentes que deben guiar, firmes, al triunfo de nuestros pueblos.

      Lo anterior se cumplió felizmente y con creces. Tal vez el documento pone énfasis en la gente de la ciudad que se iba a la selva, pero también menciona a los “regionales”; de ellos surgiría lo que hoy es la robusta y dinámica dirigencia indígena en el EZLN, sus herederos. Algunos trabajos de los mencionados nos hablan de la historia temprana de las FLN y de la cruenta represión de que fueron víctimas, que estuvo varias veces a punto de desaparecerlos. De nuevo reitero la invitación a leer, investigar y recuperar esta nuestra historia. Pero quiero centrarme en algunos aportes —que considero fundamentales—, que hicieron con su teoría y práctica (indisolublemente unidas) los miembros de esta organización.

      A partir de entrevistas a militantes de las FLN Laura Castellanos escribió en su libro México armado (pp. 245-246) sobre la importancia que la organización daba a las tareas cotidianas:

      La disciplina era férrea en la ejecución de las tareas cotidianas. Se vigilaba que hasta la tarea más sencilla, como el cocinar una olla de frijoles, se hiciera de acuerdo con las indicaciones. Si se olvidaba cuidar el agua o ponerle sal a la olla, ¿cómo podría asumir la persona responsable tareas de más envergadura? Si se desesperaba ante el rigor de la vida doméstica, ¿cómo aguantaría la presión de un combate en el cual estaba en riesgo su vida y la de los demás? En estas condiciones la autocrítica era apreciada por la dirigencia de las FLN.

      Para mí una organización donde es tan importante el estudio del marxismo como la preparación de los frijoles de la olla, el estudio de la historia nacional y el cultivo de hortalizas,

Скачать книгу