La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

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La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras La izquierda mexicana del siglo XX

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institucionalización, sin organizaciones independientes de importancia (para no hablar de un partido de clase); una intelectualidad prostituida que en vez de organizar al proletariado para asumir su tarea histórica, se vende por un plato de lentejas, acabando por incrustarse burocráticamente en la ubre presupuestal; un gobierno que no ha vacilado en desembozar su naturaleza clasista, reprimiendo a sangre y fuego el movimiento de ‘68; en fin, férreo monopolio de poder que maniata al pueblo impidiéndole la actividad política independiente… Y por otra parte, un capitalismo dependiente, en una crisis de la que ya no habrá de recuperarse; una situación popular de miseria y explotación que ha llegado al límite, un ejército de desempleados que amenaza con transformarse, efectivamente, en un ejército del pueblo; y la conciencia de que las alternativas seudo democráticas no ofrecen perspectivas; una conciencia extendida a partir de ‘68 de que las estrechas vías legales de la burguesía no pueden conducir a transformaciones de base; un campesinado con una tradición combativa que se remonta a la resistencia indígena ante la conquista, que dadas las condiciones de miseria lo hacían, junto al medio geográfico propicio para la guerra de guerrillas, el mejor aliado del proletariado […] (Nuestra historia, Nepantla, 4, 26 de mayo de 1979).

      Otro ejemplo está en el comunicado que evoca a Anselmo Ríos (Gabriel); se nos dice que “Participó en los sucesos de 1968 en México, y ahí entendió que sólo respondiendo con la violencia revolucionaria a la violencia reaccionaria del gobierno opresor, podían nuestros pueblos sacudir el yugo, deshaciéndose de sus opresores, y emerger hacia formas superiores de desarrollo de la sociedad” (Dignificar la historia II, p. 101).

      Pero en su análisis las Fuerzas pensaban que la respuesta no debía darse desde el inmediatismo, la improvisación, etcétera, sino desde una larga lucha con visión estratégica, esto lo vemos claramente en un comunicado escrito al año siguiente de los funestos sucesos:

      El recordar la masacre perpetrada a mansalva a nuestro pueblo unido a su vanguardia de estudiantes mártires, debe ser incentivo para unirnos todos los militantes organizados y disciplinados; haciendo a un lado las tendencias de improvisación y el sabotaje indiscriminado y sin contenido político; controlando y sabiendo administrar nuestro odio y amor por caminos claros y científicos que nos aseguren un avance hacia la toma del poder y la derrota del enemigo común. Evitar derramamientos de sangre inútiles y desilusiones a nuestro pueblo, es combatir como verdadero militante (Dignificar la historia I, p. 49).

      Sobre el sabotaje y el terrorismo en las ciudades, recordemos que de acuerdo con nuestros planes, éstos ocupan un lugar importante pero secundario en el desarrollo de la lucha; su finalidad es distraer las fuerzas activas del enemigo en cuidar sus instalaciones, medios de transporte y comunicación, reservas de armas, municiones y equipos, evitando siempre dañar a la población en su vida, bienes o medios de trabajo […] téngase presente siempre que ésta es una lucha política y que sólo ganando el apoyo de la población podemos vencer […] el desprecio a la vida de la población, permite al gobierno opresor predisponer al pueblo contra un método de lucha de gran eficacia y desatar una persecución contra sus enemigos. Además, reflexiónese en el hecho de que la simple labor terrorista no puede conducir a la victoria, no puede derribar al gobierno opresor, no permite la integración del pueblo mexicano a la lucha armada (ibid., pp. 56-57).

      Las Fuerzas renunciaron a los secuestros, asaltos (llamados eufemísticamente en la jerga de los revolucionarios de entonces “recuperaciones revolucionarias”) y al terrorismo, razón por la cual los zapatistas tienen estas premisas como parte importante de su accionar; en 2003 Fernando Yáñez apuntó:

      […] no es tanto la concepción de larga duración del proceso sino que nuestros primeros responsables históricos nos hicieron ver que el movimiento parte de la conciencia, no nuestra, de los que estábamos ahí, sino de la conciencia de nuestro pueblo, en entender lo que se estaba proponiendo. Mi hermano César decía en sus escritos que “vamos a actuar conforme a las pretensiones del pueblo, no importa lo que nos tardemos”. Cuando esos artículos de análisis crítico, histórico de la época se den a conocer, van a darse cuenta porqué es una política actual de los zapatistas el no recurrir a métodos violentos para obtener fondos, armas y todo lo que la lucha requiera. Eso es lo importante. Si lees la obra del Che en el Congo, cómo llega él cuando ya había un trabajo profundo, él a lo que iba era a combatir y en pocos meses se demuestra que su opción era inviable en ese momento. Él dice: en ese momento lo que hicimos fue sembrar esto y la lucha va a seguir y a otros les va a tocar la liberación del Congo. Esto lo estamos platicando tú y yo treinta y tantos años después de que el Che lo escribió y después de 33 años de que mi hermano y Salvador, que eran los que escribían los comunicados en esa época, dijeron algo parecido y sentaron un camino. Fíjate cómo un gobierno como el gringo no puede acusar a los zapatistas actualmente de ser un grupo terrorista. Ellos que califican y clasifican todos los movimientos del mundo y tienen las armas, el poder y todos los recursos, hoy, en el año 2003, en los primeros días de este año, no lo pueden invocar en contra nuestra. Porque no hay una sola acción, no hay un solo testigo protegido, alguien a quien puedan comprar para que pueda decir que este movimiento recibe dinero de terroristas, o secuestra o roba o utiliza simplemente la violencia para obtener ni cinco pesos. No lo pueden hacer porque hace 33 años nuestros dirigentes decidieron que eso no lo podemos hacer porque eso no lo entiende nuestro pueblo. Nuestros primeros dirigentes dijeron: “El que quiera llegar aquí a hacer las cosas rápido, a corto plazo, díganle que no, que no se puede, que en esta organización no es nuestro plan”. Y existen otros lugares donde sí se pueden hacer (Rebeldía, 4, p. 58).

      En un documento de carácter fundacional, redactado en 1969 y que lleva por nombre “Comunicado confidencial a los militantes de las FLN sobre la militancia” (Dignificar la historia I, p. 48), el compañero Pedro escribió tajante: “[…] esta guerra revolucionaria, más que ninguna exigirá el combate en todos los frentes. Nuestra arma fundamental: la ideología”. Desde su nacimiento las Fuerzas abjuraron del imperante fetiche de las armas. En otro documento, escrito en 1971, se dice claramente: “Esta estrategia exige que el criterio anterior se anteponga a las cuestiones que vaya planteando la lucha, para resolverse siempre con un criterio político antes que militar, pues en ese aspecto nuestra posición es muy superior a la del enemigo […]” (Dignificar la historia I, p. 76).

      Aunque es preciso anotar que en el documento se consigna que la organización daba la directriz de que en caso de un enfrentamiento desfavorable con las fuerzas gubernamentales era preferible morir a caer preso, para no comprometer la seguridad y por lo tanto la vida de los demás compañeros.

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