La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras
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Es necesario subrayar el hecho de que las FLN elaboraban documentos donde evocaban a sus militantes caídos en la lucha; estos contenían sucintos datos biográficos y así publicaban dentro de su organización quiénes habían sido y cuáles eran sus aportes a la lucha revolucionaria —antes y durante la vida en la clandestinidad—. De este modo, con la muerte adquirían cierta visibilidad2 y recuperaban la personalidad a la que habían renunciado —reuniendo de nuevo su vida civil y clandestina en una sola—. Así cuando la organización cuenta (para consumo interno) fragmentos de la vida y militancia de Gabriel —de formación normalista, maestro de primaria,3 que paralelamente había iniciado estudios de antropología y que dentro de Las Fuerzas se formó técnica y políticamente—, nos dice que él sostenía la idea de que: “el triunfo de la revolución es cierto y que no son casualidades, héroes individuales o accidentes históricos los que llevarán a nuestro pueblo a la victoria”. Pero por otro lado y sin que fuese contradictorio se reconocía con el escrito y, sobre todo con la memoria, a la persona, pues “no hay nada más importante que los compañeros” decían en esa organización. En uno de sus primeros comunicados, de 1969, las FLN asentaron que: “Partiendo de todos estos conceptos, cada compañero militante de nuestra Organización es de un valor incalculable y dependerá su combatividad de la medida con que sepa llevar a la práctica los principios” (Dignificar la historia I, p. 48). Esta ética es diametralmente opuesta a la concepción de las organizaciones que utilizan a sus miembros como artículos desechables, idea que se concreta en la siguiente frase que emiten ciertos dirigentes: “Nadie es indispensable [excepto yo]”.
Como ya he señalado, la mayor parte de escritos sobre la cuestión se han realizado a partir de la contrainsurgencia —en su faceta de desprestigiar al enemigo— o del revisionismo (pseudocientífico). En las antípodas de lo anterior están ciertos comunicados y discursos del EZLN donde se reconoce la matriz que son las FLN para esta organización, u otros donde se hace un homenaje a estos sus padres-madres. Entre lo más destacado están las palabras del SCI Marcos. Una parte importante de su valor estriba en que sintéticamente apunta los principales aportes del pensamiento de las FLN al ulterior EZLN:
Hoy el EZLN es el cumpleañero. Pero en nuestro modo hay que celebrar a quien nos engendró. Por eso hoy, en nuestro 23 aniversario, quiero nombrar y celebrar a quienes, en estas tierras norteñas, formaron y cuidaron a la organización madre de lo que hoy es conocido públicamente como el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
En Monterrey, Nuevo León, hace más de 37 años, un pequeño grupo de personas nacieron lo que llamaron Fuerzas de Liberación Nacional. Desde su origen, dotaron a la organización de una ética de lucha que después heredaríamos quienes somos parte del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Ni secuestros ni asaltos fueron fuente de sus recursos. En cambio, sustentaron su economía y su tamaño en el trabajo político entre la población explotada, despojada, despreciada, reprimida. Ni acciones espectaculares, ni golpes de mano marcaron su andar. En cambio, alimentaron lo que llamaron “acumulación de fuerzas en silencio”, esperando el momento en que el pueblo, nuestro pueblo, requiriera de los modestos esfuerzos de una organización marcada por la frase del general insurgente, Vicente Guerrero, de “vivir por la patria o morir por la libertad”. No asentarse donde tenían el apoyo, el conocimiento, la costumbre de vivir, trabajar y luchar, sino cruzar el país e irse al último rincón de nuestra Patria: las montañas del sureste mexicano. No engañar, sino hablar con la verdad sobre caminos y dificultades. No el culto a la muerte, ajena o propia, sino la lucha por la vida, pero por una vida mejor para quien sólo conoce la supervivencia adolorida del que nada tiene. No calcar manuales e importar teorías, análisis y experiencias extranjeras y extrañas, sino enriquecer las ciencias y las artes de la lucha con la historia de México y el análisis de nuestra realidad concreta. No imponer, ni con armas ni con argumentos, la idea propia, sino escuchar, aprender, convencer, crecer. No seguir el calendario de arriba, sino ir construyendo el calendario de abajo. No dejarse imponer coyunturas ajenas, sino trabajar para tener la posibilidad de crear las propias, abajo y a la izquierda. La ética del guerrero que se forjó en una casa de la ciudad de Monterrey, Nuevo León, México, habría de encontrarse años después con la ética de los guerreros de raíz maya en las montañas de Chiapas. De esa mezcla habría de nacer no sólo el EZLN, también la palabra hecha arma, escudo y espada de los más olvidados de la Patria: los pueblos indios zapatistas (Rebeldía, 48, 2006, pp. 8-9).
De nuevo, no pondero esto por una obsesión embriogénica sino porque es preciso conocer los procesos históricos de nuestra patria. Ni capitalista, ni neoliberal, ni positivista; soy, por el contrario, anticapitalista, neoconservador y negativista. Señalo lo anterior pues podría parecer que soy un positivista empedernido. Mas debo asentar que si bien por otras razones —entre las cuales están mi formación como etnohistoriador, mi trabajo en archivos y mi fascinación por las fuentes— tengo un amor profundo por los documentos y creo relevante su estudio, el cual debe de hacerse de manera crítica. Soy también un ferviente creyente de que cuando citamos los documentos, éstos nos hablan… y al parar la oreja ¿qué le dicen a los revolucionarios de hoy los documentos de las FLN generados en el siglo pasado?
Antes de responder a la pregunta debemos ponderar que ahora la palabra escrita hace largo tiempo pueda hablarnos públicamente, ya que dichos documentos permanecieron ocultos muchas décadas, al ser generados para consumo interno de una organización clandestina. Con excepción de lo publicado en Rebeldía, carecíamos hasta hace poco de fuentes primarias confiables para conocer este periodo de la historia de la lucha por la liberación de México.
Afortunadamente disponemos en este momento (verano de 2017) de los dos primeros números —de tres prometidos— de los llamados Cuadernos de trabajo. Dignificar la historia, publicados por el Comité editorial de La Casa de Todas y Todos —institución que resguarda los archivos originales de las FLN4—. Este trabajo editorial hace públicos algunos documentos de las FLN generados entre 1969 y 1977 —divididos en dos periodos con un corte en 1974—. La primera entrega son una serie de comunicados internos y la segunda son otros tantos comunicados y partes relevantes del diario de campaña del compañero Alfredo —quien fuera máximo dirigente de las Fuerzas‒ realizado en la Selva Lacandona. Afortunadamente el corpus documental de las fuentes primarias para el estudio de la historia de las FLN se acrecienta recurrentemente, ya que el mencionado Comité editorial desclasifica y publica periódicamente documentos originales. Cabe señalar que en la primavera de 2017 dicho Comité comenzó la desclasificación de un documento que se conocía sólo en parte; los que lo han citado fragmentariamente —y no sabemos si alterado—, lo han hecho a partir de fuentes o archivos militares o policiacos. El documento en cuestión se intitula Nuestra historia y fue originalmente publicado en el periódico interno de las FLN, Nepantla —su primera entrega fue en el número 4 (26 de mayo de 1979)—; se trata de un documento interno que narraba, a los nuevos militantes de la organización, la versión oficial del pasado de las FLN. Por desagracia para los efectos de este escrito, la publicación electrónica se hará también en entregas —que no han sido regulares como fue prometido— y por el momento no se puede leer íntegro.
Esta parte de mi escrito no intenta más que ser un eco, mínimamente comentado, de fragmentos de dichas publicaciones —citadas in extenso—, con la esperanza de que sirva como aliciente para leerlas en su totalidad. Al hacerlo, a cada quien le dirán algo.
El SCI Marcos señaló en una carta dirigida a Fernando Yáñez el papel que éste tenía como guardián de la memoria por su trabajo en lo que se llamaba en ese momento la Casa-Museo del Dr. Margil y hoy es nombrada La Casa de Todas y Todos:
Como sabemos, usted trabaja,