La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras
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La segunda ocasión fue cuando, entrevistado por Blanche Petrich a principios de 2003, claramente volvió a señalar que los miembros fundadores de las FLN ya habían estado en Chiapas con otra organización guerrillera que “abandonó el esfuerzo”. Tenemos dos versiones de la entrevista: la primera —que es una versión resumida— apareció en La Jornada (20/I/2003) y la segunda —más extensa— en la revista Rebeldía (4, febrero de 2003). En la versión larga Fernando Yáñez narró: “En el año 69, después de una experiencia de nuestros compañeros —y las fotografías están por ahí— ellos entran en la clandestinidad” (p. 52). Posteriormente, a pregunta expresa de Petrich sobre si antes de la fundación de las FLN el núcleo inicial ya había estado en Chiapas, Germán contestó: “En parte invitados por otros. Había otras estructuras, gente que había andado en otras actividades guerrilleras y que quisieron hacer lo mismo, pero al final no lo hicieron. No es crítica ésa es la historia” (p. 53). En aquella entrevista Yáñez no dijo de qué organización o estructura se trataba. Tendrían que pasar casi tres lustros para que tuviéramos la certeza, emanada de los propios participantes en aquel proceso, de saber que se trataba del EIM, así con todas sus letras. En el segundo “comunicado confidencial” desclasificado6 dirigido “a todos los militantes” de las FLN y titulado “Sobre la militancia” —fechado consignando únicamente mes y año: marzo de 1970— (Dignificar la historia I, 2015, pp. 55-59) aparece una reflexión sobre la aprehensión por parte del gobierno de algunas personas que habían militado en el fallido intento del EIM; además se evalúa dicha experiencia, proponiendo no repetir algunos de sus errores y se reconoce explícitamente que ciertos militantes de las FLN participaron con anterioridad en el EIM. La importancia de la publicación de este documento no solamente radica en que se reconoce la participación de los primeros militantes de las FLN en el EIM; el documento no se queda en una mera descripción de hechos o crítica, sino que a partir de una suerte de balance planteó directrices a seguir que marcaron ciertas prácticas ulteriores de las FLN. En el documento de marras se trasluce una ética diferente a la de organizaciones revolucionarias coetáneas.
Por otra parte, en el onceavo “comunicado confidencial” que se dirigió también a “todos los militantes” de las FLN (Dignificar la historia II, 2016, pp. 87-89) y fechado el 10 de junio de 1976, podemos leer cómo en la “Evocación del C. Mario Sánchez Acosta” —regiomontano y uno de los fundadores de las Fuerzas, quien fuera asesinado por el Ejército federal en Nepantla— se refleja en la vida de uno de sus militantes el paso por experiencias organizativas previas y la participación de algunos de los fundadores de las FLN en el EIM:
Durante su vida civil recorrió, como muchos de nuestros compañeros, innumerables caminos buscando la solución definitiva a los problemas de su pueblo hasta comprender por fin que sólo la lucha armada en una guerra por desgracia larga y cruenta, podría conducir al pueblo al poder.
Entendido aquello, avocó todas sus fuerzas y medios para hacerlo posible y en febrero de 1969, se incorpora a un grupo de elementos (algunos de ellos hoy son compañeros nuestros también) al Ejército Insurgente Mexicano, dirigido por Mario Menéndez, adopta entonces su primer pseudónimo: Benigno. Sus peculiaridades para adaptarse al medio —la montaña selvática— y su personalidad, lo conducen a tener mando en ese efímero grupo que pronto, por la baja calidad moral de algunos de sus integrantes y la deshonestidad de su dirigente se desintegra. Benigno, actuando en consecuencia con su pensamiento, sigue en la clandestinidad y junto a quienes demostraron tener los empeños suficientes para seguir adelante, funda el 6 de agosto de 1969 nuestras FLN.
Una versión más sintética sobre la experiencia previa en el EIM y su impacto en la fundación de las FLN se encuentra en Nuestra historia III (Nacen las FLN s/p):
La concreción del proyecto revolucionario se asienta en dos premisas: la comprensión objetiva de la coyuntura histórica que vive el país y la militancia en la fallida organización guerrillera denominada Ejército Insurgente Mexicano, disuelto por su propio dirigente, el periodista Mario Menéndez.
Esa combinación de experiencia y conciencia alienta al grupo de jóvenes que reunidos en la ciudad de Monterrey deciden continuar la lucha armada, pero subordinada a claros lineamientos políticos (tanto teóricos como prácticos) que impidan los errores y desviaciones que culminaron con la desintegración del EIM. La fecha: 6 de agosto de 1969.
Entrambos fragmentos nos muestran otra parte del balance de la experiencia que significó el EIM. Por otro lado quiero llamar la atención sobre algo que ha sido poco registrado y que es de suma importancia: la participación de algunos fundadores de las FLN en otras organizaciones que buscaban impulsar la lucha armada antes de 1968, algo que veremos párrafos adelante.
Existe la premisa de que la cruenta represión del gobierno al movimiento estudiantil —cuyo nefasto pináculo fue el 2 de octubre de 1968— fue la causa principal que llevó a muchos jóvenes a incorporarse a la lucha armada, dada la cerrazón del gobierno a permitir la lucha por la llamada vía legal. Sin embargo muchas personas habían escogido anteriormente la vía armada ya que la actitud del Estado es secular y, si bien se abren ciertos espacios democráticos, siempre que algún esfuerzo organizativo legal ha atentado de manera real contra el poder económico y político, ha sido destruido a sangre y fuego por “las fuerzas del orden” —imperante diría yo.
Aunque sus miembros habían participado en luchas abiertas, las FLN consideraban que sus miembros debían alejarse de éstas; también creían que la lucha legal estaba agotada. Pero no parece ser que los sucesos de 1968 fuesen el principal determinante para este análisis; al parecer venían cargando muchas derrotas en la lucha abierta:
Debemos insistir a nuestros compañeros que su participación en luchas abiertas, democráticas, no sólo es inútil, sino perjudicial, pues sus resultados son la vigilancia policíaca cuando no la cárcel o la muerte; que su asistencia a un mitin, protesta o reunión abierta, sólo los señala como presuntos enemigos del régimen, que su firma en un desplegado, volante o carta es, en manos del enemigo, sólo una prueba de delitos contra el Estado, que hablar a una multitud que vuelve a sus problemas personales, es “arar en el mar”, en resumen, que la lucha armada nos ha sido impuesta por una dictadura y no por nuestra voluntad, que aquélla reprimirá a sangre y fuego cualquier acto legal que amenace sus intereses, que es más provechoso un peso a la organización, porque representa una bala o una medicina (que es un día más de combate efectivo), que todas las protestas, manifestaciones, volantes o formas pacíficas de resistencia; que cinco minutos en el desempeño de una comisión o en captar a un candidato, nos acercan más a la victoria que una huelga de nueve meses perdida de antemano.
Que nuestra obligación es prepararnos para resistir los mayores embates del enemigo y no desahogar nuestra ira con palabras y actitudes inútiles que no impiden reprimirnos.
No se trata de manifestar nuestra inconformidad, sino apropiarnos de la ajena y tras un proceso de lucha constante, lenta, silenciosa, hacer que afloren en toda la población, para que con actos eficaces destruya las causas que la provocan” (Dignificar la historia I, pp. 66-67).
No quiere decir que a las FLN y a sus miembros no les afectara lo ocurrido en Tlatelolco, y que ello no fuese una de las causas para incorporarse a la lucha armada; podemos ver que lo acaecido en Tlatelolco formaba parte del análisis del por qué la consideraban la única vía posible:
El capitalismo monopolista de Estado lleva ya años enteros de constituir la estructura económica dominante. La dependencia del imperialismo configura los extremos que oculta el eufemismo “subdesarrollo”: analfabetismo, desempleo, miseria, desnutrición, enfermedad, hacinamiento, corrupción, etc., etc. Un eslabón y no el más débil del sometimiento, es el dominio ideológico, que ubica a la