La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

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La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras La izquierda mexicana del siglo XX

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de la situación nacional y la internacional; tenemos que estudiar la crítica despiadada que hicieron de las enmohecidas organizaciones de izquierda a las que premonitoriamente calificaron como propensas a ubicarse en lo que hoy conocemos como “reforma política”, sus planteamientos organizativos y previsibles maniobras intervencionistas del imperialismo yanqui en nuestro país (Mario Marcos, 2007, p.12).

      Antes de continuar debo hacer patente que no me cabe la menor duda de que, a lo largo de su historia, la enorme mayoría de los grandes cambios sociales de nuestro país se han generado desde las despreciadas periferias. Y no me refiero a los grandes cambios impulsados desde el poder, el arriba, desde el México imaginario para decirlo en términos bonfilbatallescos, ésos siempre han venido del centro siguiendo modelos exógenos de moda por las necesidades del sistema. Me refiero a los cambios impulsados desde el pueblo, el abajo, el México profundo. Cambios que, las más de las veces, han quedado truncos, traicionados, capitalizados por las mismas o nuevas élites. Aunque sea un lugar común decirlo, hay que decirlo, la plebe ha puesto el corazón y los muertos en las grandes gestas emancipadoras de nuestra patria. Y generalmente el poder ha logrado, por medio del gatopardismo, seguir adelante con su agenda. Para los rebeldes, contumaces, el arriba ofrece dos opciones, cooptar o madrear. En contra de esa agenda y pertinazmente de tanto en tanto nos reorganizamos, no solamente para resistir sino para intentar de una vez por todas acabar con el orden imperante.

      Hace relativamente pocos años fui a Ayutla de los Libres, en Guerrero, que está real y simbólicamente lejos de la ciudad capital de la República, y en el siglo XIX lo estaba aún más; también lo han estado Tomochic, Dolores, San Luis Potosí, Villa de Ayala, Tzajaljemel, Río Blanco, Chilpancingo, San Luis de Lozada, Cananea, Columpich, Apatzingán, Tehuantepec, Bacum, Chalco, Aguascalientes… Si los levantamientos de la Independencia, los liberales y la Revolución partieron desde la periferia al centro del país, las resistencias más persistentes y los levantamientos anteriores y posteriores más significativos contra el statu quo también. Por supuesto, no niego el papel central de la lucha de los estudiantes chilangos en el 68, pero es una bella excepción a la regla.

      Es por ello que la sacudida que implicó el levantamiento indígena chiapaneco finisecular se ajusta a esta dinámica. Es pertinente aclarar que la dicotomía que percibo entre periferia/centro no es totalmente equivalente a campo/ciudad. En el origen de la insurrección de los pueblos mayas de Chiapas confluyen felizmente las dos periferias que mencioné anteriormente.

      Dicho todo lo anterior y habiendo hecho una explícita toma de posición paso a delinear una de las escenas la película que aún no termina y que nos tiene cautivados y en suspenso.

      La historia de los movimientos armados de izquierda en nuestro país durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta aún espera ser contada en muchos aspectos. La versión más simple nos dice que un puñado de jóvenes soñadores, que vieron cerrada la lucha democrática, ingenuamente se lanzaron a la lucha armada y fueron derrotados con métodos crueles; desde la izquierda, si acaso, se habla de la guerra sucia que emprendió el Estado mexicano contra ellos… Pero, ¿cuáles eran estos grupos?, ¿cuáles sus diferencias?, ¿sabemos a ciencia cierta qué pensaban, qué planteaban?, ¿nos sirve de algo su experiencia, sus reflexiones?

      No todas las organizaciones fueron erradicadas; por lo menos tres sobrevivieron y continuaron la lucha —teniendo un papel importante en el México actual—; éste fue el caso de las FLN. Tampoco queda muy claro si estas organizaciones eran herederas de otras luchas. Los guerrilleros de aquella época, ¿eran simples ingenuos llevados al martirio? ¿por qué sus historias son poco conocidas, tanto que ni los mismos militantes de izquierda las conocen a fondo?

      Las mismas preguntas se hizo Marcos Mario sobre los guerrilleros que atacaron el cuartel de Madera en Chihuahua el 23 de septiembre de 1963. Este maestro y guerrillero de alguna manera logró obtener información y documentos de primera mano para recuperar esos hechos y escribir un texto titulado Nada es gratuito en la historia; además de recuperar documentos de la organización que encabezó Arturo Gámiz, logró obtener el diario de campaña de Óscar González Eguiarte (quien continuó la lucha armada fundando y dirigiendo el Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz”), y a partir de estas fuentes primarias construyó una historia que va más allá de una simple descripción de los hechos. Las preguntas y razones que lo impulsaron a investigar y escribir son casi las mismas que podemos aplicar a la historia de su organización, las FLN:

      Del ataque al cuartel de Madera se escribió mucho en su momento y aún algunos años después. Posteriormente vino el silencio. Y lo más característico de aquella abundante literatura es que nada de lo que se escribió se hizo a la luz del marxismo; es decir, no se hizo ningún análisis clasista, desde el punto de vista de la clase obrera. Todo quedó reducido a textos hechos en base a notas periodísticas, a anécdotas y a las notas biográficas —magníficas por cierto— sobre los participantes en el ataque. No ha habido tampoco el análisis o la difusión del pensamiento político de los atacantes al cuartel, ni se han estudiado las concepciones políticas que sustentaban quienes fueron consecuentes con ellas hasta el punto de dar su vida por la revolución.

      Que el régimen haya callado no es extraño. Nada espanta tanto a la burguesía como que se difunda la verdad revolucionaria. Pero la izquierda, ¿por qué? Ni suicidas ni aventureros, irresponsables o desesperados como los llegó a calificar la izquierda mexicana de aquella época. A lo sumo accedió a llamarlos “equivocados” con la silenciosa advertencia, a todo aquel que quisiera seguir su ejemplo, que se podría traducir en algo así como “ya ven lo que les pasa a los desesperados” (Mario Marcos, 2007, pp. 5-6).

      Las FLN y su creación el EZLN, han firmado al final de sus documentos con una frase de Vicente Guerrero. Cabría retomar la explicación de ello ya que ilustra muy bien el por qué son organizaciones sui generis:

      Nuestros fundadores tuvieron la visión y la inteligencia de verlo así. Sin haber sido guerrilleros, conocían la realidad mexicana. Sí algún día la comandancia del EZLN te permite hurgar en nuestra historia escrita y acudir a nuestros comunicados, verás cómo ellos, los fundadores, recurrieron básicamente a la figura de Vicente Guerrero, ese guerrillero mexicano que culminó nuestra independencia. Él fue nuestro guía moral, histórico, porque fue el que mantuvo las guerrillas hasta la caída del virreinato. Toman de él la frase que está en el Panteón de San Fernando como nuestro grito de guerra: “Vivir por la patria o morir por la libertad”. No fue “Patria o muerte venceremos” ni “Hasta la victoria siempre”. El primer núcleo se llamó “Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata”; se recurrió a otra figura nacional, cien años después, un guerrillero que no sólo fue un agrarista, como lo quisieron encasillar los gobiernos del Revolucionario Institucional (PRI) durante tantos años, sino que fue un militar, un estratega que logró mantenerse en los combates, que nunca se vendió, que peleó hasta que lo mataron a traición (Rebeldía, 4, p. 59).

      Aclaro de inicio que a pesar de que al comienzo de este texto señalé que no intentaba centrarme en individuos sino en los procesos vividos por el pueblo, en esta segunda escena aparecen personajes, mujeres y hombres, integrantes de las FLN -individuos como los que aparecen en el capítulo “Vivir como los santos” del libro Adiós muchachos de Sergio Ramírez. Estas personas dieron su vida por transformar la patria y no lo hicieron pensando en si serían recordados en una estatua, no escogieron la fama sino el anonimato; mas al morir lograron el derecho a salir de esa condición, a ser recordados por sus compañeros; así lo muestran los documentos de las FLN: “[…] esta revolución que habrá de llevarnos toda la vida, pero que, lejos de consumirla, la consumará […]” (Dignificar la historia II, p. 102).

      Creo que haciendo justicia a su memoria debemos saber quiénes fueron, pero congruentes con su teoría y práctica debemos abordar su recuerdo como parte de un proceso y de una organización que intentaba encarnar al pueblo. Tal vez las siguientes líneas contenidas en un comunicado de su organización reflejen cómo

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