La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3. Arturo Martínez Nateras

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La izquierda mexicana del siglo XX. Libro 3 - Arturo Martínez Nateras La izquierda mexicana del siglo XX

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Fernando Yáñez lo define de la siguiente manera ante la pregunta de si eran foquistas: “Núcleo. Nosotros formamos un ‘núcleo guerrillero’. La palabra foco creo que el Che Guevara nunca la utilizó. Habría que revisar su obra. No sé si él hubiera estado de acuerdo con la definición que después hicieron de su teoría como ‘foco’. Pero nosotros, César y Salvador, que era su segundo al mando, en sus escritos, lo definieron como núcleo guerrillero, que se iba a denominar Fuerzas de Liberación Nacional y que cuando creciese lo suficiente entonces se vería de ponerle el nombre de Ejército de Liberación Nacional. Se llamaba ‘Núcleo Guerrillero Emiliano Zapata’. Lógico, cuando se convirtió en ejército, ya no les tocó a ellos ponerle el nombre, pero nosotros, y sobretodo los compañeros nuevos ya muchos años después, le pusieron Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Es decir, la palabra núcleo es la concepción de crecer en silencio y no dejar de realizar el trabajo político que permitiera el crecimiento aun en las condiciones más adversas y donde no había límite en el tiempo que tomase realizar ese trabajo. Era una visión largoplacista del trabajo revolucionario que requería profesionales que lo realizaran, por ello la estructura original se propone dentro de sus diversas actividades que existe un nivel profesional de militancia. Después viene uno de simpatizantes, y todos ellos pertenecían a esa organización. Después ya vienen las masas organizadas, estudiantes y obreros en lucha, se decía en ese momento, y con el tiempo iba a incluir a otras clases sociales. Estamos hablando de las mujeres organizadas, sindicatos, etcétera” (Rebeldía, 4, p. 57).

      13 Este concepto es muy difícil de comprender por los poderosos. El mejor orador de los comandantes zapatistas (Tacho) explicó esto de manera magistral en un discurso de madrugada durante los Diálogos de San Andrés (entre el EZLN y el Gobierno federal). Lo recuerdo muy bien hablando frente al palacio municipal, rodeado de los Cinturones de paz y frente a cientos de indígenas. Explicó con sabiduría y sarcasmo cómo la delegación gubernamental les pedía a los zapatistas que plasmaran en un documento qué entendían por dignidad, para poder entender sus exigencias, y bueno, si el gobierno no entendía qué era, se trataba de personas que ni la tenían ni podían dar un trato digno a sus interlocutores y al pueblo en general.

      Planes diferentes

      Devra Weber

      […] la presencia de dos civilizaciones distintas implica la existencia de proyectos

      históricos diferentes […] que descansan en formas distintas de concebir el mundo,

      la naturaleza, la sociedad y el hombre.

      Guillermo Bonfil Batalla

      México Profundo: Reclaiming a Civilization (1996, p. 62)

      Las discusiones transnacionales comienzan a incorporar distintas expresiones del conocimiento indígena y sus conceptos sobre las relaciones entre los humanos y con el mundo en general. Éstas son cruciales para explorar dónde se encuentra la sociedad humana en relación con el mundo no humano, con el cambio climático y entre los unos y los otros. Escribo durante al turbulento año 2015: el mundo está en graves problemas. En 2010, a partir de una discusión entre indígenas de todo el continente americano, se publicó The New World of Indigenous Resistance (El nuevo mundo de la resistencia indígena), libro que, según su propia descripción, trata de la resistencia indígena y la “recreación indígena del orden mundial”. Los múltiples relatos de este libro sugieren posibilidades históricas para las perspectivas y voces indígenas sobre el pasado o sobre conflictos previos. Los ensayos incluidos permiten conceptualizaciones de, por ejemplo, la comunalidad, que “va mucho más allá de las ideas occidentales de cooperación, colectivización o preocupación social por el otro”, al ser “una manera de entender la vida como algo impregnado de espiritualidad, simbolismo y mayor integración con la naturaleza.” (Meyer y Maldonado 2010: 23). Desde finales de los años setenta, se reconoce que los mexicanos indígenas son críticos de los movimientos sociales transnacionales y binacionales, para moldear la organización panindígena, derrocar iconos coloniales y desafiar las acciones de despojo del capitalismo neoliberal. Es evidente que han transformado los movimientos de organización binacional a lo largo de las últimas cuatro décadas. Aun así, ¿es novedosa la organización indígena transnacional, como lo han sugerido muchos, o será que los recientes movimientos de organización son una manifestación más visible de una historia que suele esconderse?

      Guillermo Bonfil Batalla reflexionó sobre los distintos mundos conceptuales y “proyectos históricos” de los pueblos de México. Su trabajo prefigura al de Dipesh Chakrabarty, Al margen de Europa (2000), donde propone que Europa “se vuelve más provincial” al tomar en serio los pasados y cosmovisiones indígenas y descentraliza el pensamiento occidental, incluyendo la Ilustración, el marxismo y la manera en que se considera la “Historia”. El concepto de Historia está inscrito en el pensamiento europeo y se basa en conceptos lineales del tiempo y en nociones del progreso. El marxismo comparte supuestos sobre el tiempo, el progreso y la centralidad de Occidente. La forma de teorizar y el modelo del sureste asiático de Chakrabarty emplea diferentes visiones del mundo con respecto a la “Historia” y a las formas occidentales de conocimiento. Incluir los pasados indígenas significa reconocer una pluralidad de pasados, voces y cosmovisiones “sin que ello parezca reducirlos a algún principio general que refiera un todo predeterminado”. También implica la disposición de permanecer con una “pluralidad irreducible (o irrevocable)” (Chakrabarty, 2000, 107-108). Lo mismo sería cierto en el continente americano, tal y como lo sugirió Bonfil Batalla. ¿Acaso los pasados y proyectos indígenas no serían el prefacio de las formas actuales de resistencia indígena? ¿Cómo es que mundos conceptuales similares podrían haber apuntalado movimientos previos que no se percibían forzosamente como indígenas en sentido estricto?

      Este texto sostiene que, más que una ruptura novedosa, la movilización indígena en organizaciones binacionales y en otras organizaciones sociales supone una continuidad de patrones ancestrales. Por lo general, los indígenas no han sido reconocidos o se les ha borrado de la historia escrita. Este artículo se centra en la manera en que los conocimientos y las memorias indígenas del pasado, algunos inscritos en distintas conceptualizaciones, podrían volverse parte de una comprensión plural de los pasados.

      Mis preguntas surgieron a partir de la información que encontré durante la investigación de la base popular del Partido Liberal Mexicano (PLM), binacional, de principios del siglo XX. El PLM fue un movimiento social revolucionario dirigido por el abogado, escritor y anarquista Ricardo Flores Magón que se centraba en su periódico Regeneración. El mando del PLM se vinculaba con la base por medio de organizadores-propagandistas itinerantes que diseminaban las ideas del partido, que ayudaron a transformarlo en la mayor y más radical amenaza del dictador mexicano Porfirio Díaz entre 1906 y finales de 1910. Esta perspectiva de la base me llevó a conceptualizar el movimiento en términos de las preocupaciones y de los mecanismos culturales de la propia comunidad. Analicé materiales sobre algunos individuos y reconstruí los fragmentos del material reunido como si armara uno de esos enormes rompecabezas formados de muchas piezas pequeñas e irregulares. Y como en esos enormes rompecabezas, también aquí algunas piezas están ausentes. Sin embargo, con el tiempo quedó claro que los organizadores y grupos indígenas fueron cruciales para el PLM.

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