Álvaro d'Ors. Gabriel Pérez Gómez

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Álvaro d'Ors - Gabriel Pérez Gómez

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claramente se inclina Álvaro d’Ors, junto a Juan Barnés, Juan Torroba, Manuel Pausa y Joaquín Sánchez Covisa, las chicas, entre las que se encontraba Carmen García Parra, quizás una de las mejores amigas de Álvaro en aquella época. El curso que comenzaba iba a llevar a las aulas del Instituto-Escuela un nuevo compañero de clase que provenía de otro colegio: Julio Caro Baroja. La sección de los de letras tenía menos alumnos que la de los “científicos”, todo un privilegio que permitía un seguimiento muy personal por parte de los profesores, capaces de estimular el interés de sus discípulos de manera más personal. Sobre esta segunda etapa, el sobrino de Pío Baroja nos dice: «Álvaro d’Ors fue en su clase, antes de que estudiáramos juntos y en la mía, un modelo de alumno aplicado y tenía personalidad. Era alto, rubio, flaco, con una frente grande y una cara chupada. En la mirada recordaba algo a su padre y claro es que sentía una gran admiración por él. Aunque no podía haber grandes puntos de contacto entre Álvaro y yo, fuimos amigos y creo que no reñimos ni discutimos ninguna vez en la escuela o fuera de ella. La distancia inicial servía para que nos mantuviéramos en una especie de cordialidad apartada. Él era religioso, yo no. Él creía en una serie de cosas en que yo desconfiaba y tenía un brillo y una explicación de que he carecido hasta hoy. D’Ors era buen compañero de clase»[73]. Lo mismo que Caro Baroja dice de d’Ors venía a decir este de su amigo. Cuando Caro publicó su libro de memorias y nuestro protagonista se encontró con el párrafo que acabamos de transcribir, se mostró especialmente satisfecho de la última frase, en la que le consideraba «buen compañero».

      AÑOS 30. OCUPANDO EL TIEMPO LIBRE

      Álvaro permaneció en el Instituto-Escuela hasta terminar el bachillerato, en 1932. Además de estudiar con gran provecho, también desplegó una importante actividad extraescolar que le llevó a convertirse en periodista, orador y deportista, entre otros menesteres.

      De su paso por Juventud queda constancia no solo por los artículos de temática diversa firmados por él en la revista, sino también como personaje entrevistado. Se conserva una foto en la que aparece toda la Redacción después de una comida que se había celebrado en el restaurante Botín: lo mismo que los redactores de publicaciones de cierta solvencia, también ellos pensaron que deberían tener una comida de trabajo para hacer balance de sus resultados. Una mirada atenta sobre esa fotografía permitirá descubrir una pequeña mancha en la chaqueta de Álvaro d’Ors: según le comentó en cierta ocasión a su discípulo Jesús Burillo, se había manchado comiendo cordero. La revista guarda memoria de las aficiones que, en este momento, tiene nuestro protagonista:

      Además de estas aficiones, en las páginas de Juventud se recoge también que el plato favorito de Álvaro era el arroz y los mariscos en general y que las ciudades del extranjero que más le gustaría visitar eran Roma, Oxford y Brujas.

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