Álvaro d'Ors. Gabriel Pérez Gómez

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Álvaro d'Ors - Gabriel Pérez Gómez страница 7

Álvaro d'Ors - Gabriel Pérez Gómez

Скачать книгу

que siempre entendería como sentimiento de conmiseración y lástima hacia quienes sufren penalidades o desgracias. Con el tiempo, quizá basándose en esta misma experiencia infantil, Álvaro entendería muy bien y tendría presente de manera muy precisa la diferencia que hay entre compasión y misericordia[14].

      Contrariamente a lo que quizá cabría esperar del hijo de unos intelectuales, cuando llegó el momento de iniciar su educación normalizada en un centro escolar, el pequeño Álvaro no solo no mostró ningún interés por escolarizarse, sino que hacía alarde de aborrecer la idea.

      Como consecuencia de estas circunstancias, los padres de Álvaro no mostraron especial interés en procurarle una enseñanza normalizada: daba tan claras muestras de inteligencia como de detestar el colegio. No le gustaban las aglomeraciones de niños que se peleaban en los patios de recreo por razones que él no entendía o que se le antojaban absurdas, como tampoco parecía tolerar la disciplina necesaria, aunque no fuera especialmente rígida. A su situación personal había que añadir lo que solía decirle, en tono socarrón, su tío Fernando Pérez Peix, en el sentido de que, para triunfar como él en el mundo de los negocios, no era necesario estudiar: «No estudies, no estudies —le decía— que, con el tiempo, los burros serán buscados». Una excusa más para reafirmarse en su postura. Pero esta actitud comprensiva de sus progenitores no significaba que se desentendieran de su formación escolar ni de su educación. Como parecía necesario que se relacionara con otros niños, le insistieron en que debía acudir a algún tipo de centro educativo. Llegados a este punto, el pequeño Álvaro les dijo a sus padres y a los abuelos que aceptaría asistir al Instituto de Danza que acababa de crear Juan Llongueras:

      Como si fuera un juego familiar, los tres hermanos se emplearon a fondo en el dibujo y adoptaron los mismos seudónimos que su padre utilizaba para firmar algunas de sus ilustraciones. Así, Víctor se hizo con el de “Xan”, Juan Pablo con el de “Lucas” y Álvaro con el de “Miler”. Como premio a los mejores resultados, algunos se publicarían en la prensa de la época como si fueran del propio Xènius. Pero si estos apodos fueron adoptados, otros les vinieron impuestos: Víctor era “Titín”, Juan Pablo fue “Totó” y Álvaro se convirtió en “Babo”; apelativo familiar que usaría algunas veces, de niño, al escribirle a los suyos.

      Como quiera que el chico iba creciendo, se hacía cada vez más necesaria su escolarización y había que ponerle algún tipo de remedio, aunque fuera provisional. Según él mismo confiesa, a la edad de seis años aprendió a leer en una sola tarde, de la mano de su madre. A escribir aprendería por su cuenta:

      Entre las salidas con la nurse y sus horas de música y danza rítmica, Álvaro también dedicaba largos ratos a estar junto a su madre, viéndola trabajar en su estudio cuando modelaba sus esculturas, junto al torno de alfarero… o en la bien surtida biblioteca familiar, donde tenía a su alcance todo tipo de obras, incluso algunas inapropiadas. Esta experiencia le llevaría después —siendo padre de familia— a estimular a los suyos con lecturas adecuadas a sus edades y circunstancias personales de gustos y aficiones. En más de una ocasión comentó que nunca tuvo ninguna restricción para acceder a los libros de su padre, que, por otra parte, era muy desprendido y no tenía especial apego por conservar los textos, que estaban siempre a disposición de los interesados.

      El resumen que hace Álvaro d’Ors de esta época es bastante explícito:

Скачать книгу