Autorretrato de un idioma. Группа авторов

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      Fabio: Otra razón de Pedro Antonio Beuter para que haya quedado en Valencia la lengua catalana, que dice que por cierto número de doncellas que allá fueron llevadas desde Lérida para poblar la ciudad, empezó la lengua catalana, porque las criaturas más aprenden de las madres que de los padres.

      Don Pedro: Ya sé que esto escribe Pedro Antonio, pero no tiene fuerza la opinión suya porque aquellas doncellas no poblaron sino solo Valencia y la lengua catalana quedó y se extendió por todo el reino como por hoy se habla desde Orihuela hasta Traiguera. Y así no puede cuadrar lo que él dice, sino que es verdaderamente lo que yo digo, que es cosa cierta que en aquel tiempo, no solo el rey, sino todos los escritos del rey hablaban catalán y así pudo quedar la lengua catalana y no la aragonesa.

      Livio: Que no hay que dudar esto; y lo mismo fue en la conquista de Mallorca que hizo el mismo rey; y en Menorca y en Ibiza, que después se conquistaron, fue lo mismo; que en todas estas islas quedó la lengua catalana como aún hoy la tienen, y tal como la tomaron al principio porque no han tenido ocasión de alterarla como los valencianos; y en Cerdeña, la cual conquistó el infante don Alfonso que después fue rey de Aragón, tienen también la lengua catalana; bien que allí todos no hablan catalán, que en muchas partes de la isla retienen aún la lengua antigua del reino, pero los caballeros y las personas de primor y, finalmente, todos los que negocian hablan catalán, porque la catalana es allí cortesana.

      Don Pedro: No sé yo por qué, a la verdad, no es tan codiciada la lengua catalana, y la aragonesa se tiene por mejor por parecerse más a la castellana.

      Livio: En nuestros días sí, mas en tiempo atrás no la tenían sino por muy grosera, como a la verdad lo era, y por eso tenida en menos que la de aquí. Pruébase con que los reyes, aunque tomaban el apellido de Aragón, no por eso hablaban aragonés, sino catalán, y hasta el rey don Martín, último rey de la línea masculina de los condes de Barcelona, hablaba catalán. Y el padre de este rey, que fue don Pedro Tercero, la crónica que compuso de las gestas de su abuelo, su padre y suyas, en lengua catalana la compuso y de su propia mano se encuentra hoy escrita en el Real Archivo de Barcelona, copia de la cual tiene puesta Pedro Miguel Carbonell en la crónica que de Cataluña tiene hecha.

      Más aún, os diré una cosa para abonar mi razón que, por cierto, es de ponderar, y es que en Aragón, en toda la frontera del reino con Cataluña y Valencia, no hablan aragonés, sino catalán todos los de la frontera, dos y tres leguas dentro del reino, y dentro de Cataluña y Valencia, en esta frontera no hay memoria de la lengua aragonesa. Esto pasa, en verdad, así como lo digo, y de aquí viene el escándalo que yo tomo al ver que hoy tan absolutamente se abraza la lengua castellana, incluso dentro de Barcelona, por los principales señores y otros caballeros de Cataluña, acordándome de que en otro tiempo no daban lugar a este abuso los magnánimos reyes de Aragón. Y no digo que la castellana no sea gentil lengua y por tal tenida, y también confieso que es necesario saberla las personas principales porque es la española que en toda Europa se conoce, pero condeno y repruebo el hablarla ordinariamente entre nosotros porque de eso se puede seguir que poco a poco se quite de raíz la de la patria, y así parecería ser por los castellanos conquistada.

      Don Pedro: No estoy a mal con lo que dice, que por cierto, ya comienza a pasar de la raya este abuso; tanto y más que aquí, allá en Valencia entre nosotros. Yo tendría por bien que se considerase por todos esto.

      Fabio: Yo tengo por imposible el remedio […]

      …

      Los Col·loquis de la insigne ciutat de Tortosa, escrita por el noble tortosino Cristòfol Despuig, fue publicada en el año 1557. La fecha es muy significativa porque, un año antes, el emperador Carlos I de España y V de Alemania (r. 1516/1519-1556) había abdicado la Corona en su hijo Felipe II de Habsburgo (r. 1556-1598), en cuyo reinado el conflicto entre el modelo federalista y el modelo centralista para el Imperio español se intensifica, especialmente con la revuelta de Flandes de 1566, en la que se plantea la cuestión de dirigir el imperio de acuerdo al modelo centralista y nacionalista castellano, como apoyaban las familias Alba y Zapata, o bien adoptar una posición federalista, tal como defendía la familia Mendoza, que estaba representada en la corte por el príncipe de Éboli y Ruy Gómez de Silva. En realidad, el debate sobre cómo organizar el Imperio español se había iniciado en la primera mitad del siglo XVI.

      Si bien se considera que España como Estado moderno nace con la unión dinástica entre la corona de Aragón y Castilla en 1479, esta nueva unión política no alcanzó un nivel de centralismo similar al de otras monarquías de la época como Francia o Inglaterra. Carlos V había seguido el modelo federalista de la corona de Aragón y además tuvo que defender el legado de los Reyes Católicos: la unión de Castilla y la corona de Aragón, la limitación del poder de la nobleza y la imposición de la autoridad real en todo el territorio tras la revuelta de las Germanías en la corona de Aragón (1519-1523), principalmente en el reino de Valencia, y la de los comuneros en Castilla (1520-1521). Sin embargo, en medio de esta exaltación del poder de la monarquía asomaba el sentimiento de un centralismo nacionalista castellano junto a una nueva concepción de imperio que distaba mucho de la idea medieval. La ocupación de los territorios americanos en nombre de la corona de Castilla en la primera mitad del siglo XVI exacerbó la identificación del Imperio español con el nacionalismo castellano. Por otro lado, un historiador valenciano, Pere Antoni Beuter, publicó en 1546 su Primera parte de la Coronica general de toda España y especialmente del reyno de Valencia, en la cual afirmaba que España había recuperado la unidad visigoda perdida tras la invasión musulmana y, por consiguiente, la unidad política restablecida debía manifestarse en una unidad lingüística a través de la lengua castellana, aunque esta lengua fuera extranjera en el reino de Valencia. Este apoyo a la tesis neogótica que recalcaba que Castilla era la digna heredera de una España visigoda unida, con la que estaban de acuerdo muchos historiadores castellanos, influyó en la ideología lingüística de la época. Uno de los ejemplos más claros de esta ideología lingüística tendrá lugar en 1606 con la publicación de Del origen y principio de la lengua castellana ò romance que oi se usa en España de Bernardo de Aldrete, donde se afirma que el castellano es la lengua hispana natural y debe convertirse en la lengua común, al menos, de toda la península ibérica. Sin embargo, la situación política y administrativa de los territorios catalanohablantes de la corona de Aragón dentro de la monarquía hispánica no reflejaba este centralismo lingüístico castellano, ya que se usaba el catalán en los ámbitos administrativo y jurídico. En 1559, dos años después de que Despuig publicara su obra, el valenciano Fadrique Furió Ceriol (1527-1592) saca a la luz, en Amberes, El Concejo y Consejeros del Príncipe y otras obras, en la cual se describen los beneficios de un Imperio español con una estructura federal en la que no se manifieste una superioridad castellana. La obra de Furió Ceriol parecía profetizar las quejas italianas y de la corona de Aragón cuando la corte del rey Felipe II dejó de ser peripatética y se estableció en Madrid en 1561, lo cual se consideró como una clara manifestación simbólica de apoyo al centralismo castellano. En este contexto histórico se puede apreciar la importancia glotopolítica del fragmento de Despuig.

      Este texto expone tres ideas: primero, la amenaza que la lengua castellana representa en los territorios catalanohablantes, ya que puede poner en peligro la supervivencia de la lengua catalana. Segundo, la conquista lingüística castellana comienza con el contacto con la lengua castellana y la consiguiente transformación o alteración de la lengua catalana que dará lugar a una sustitución del catalán por el castellano. El mejor ejemplo se encuentra en el reino de Valencia, donde este contacto y alteración lingüísticos han comenzado y a los que no se les ha hecho frente. Tercero, el prestigio del castellano no es un atributo natural, sino resultado de unas circunstancias históricas muy concretas. La posición glotopolítica que revela el fragmento se aprecia en lo siguiente: primeramente, las lenguas están en conflicto permanente por imponerse las unas a las otras, con lo que el contacto lingüístico pone de manifiesto esta competitividad de forma especial. Las lenguas representan

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