Teorizando desde los pequeños lugares. Roberto Almanza Hernández
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De esta manera, el colonialismo no es un desafortunado proceso que coincidió justo con el desarrollo de la modernidad europea, sino que cada fenómeno está íntimamente conectado uno respecto del otro. ¿Esto quiere decir que deberíamos abandonar completamente la modernidad, junto con la noción universal del humano como tal? Sylvia Wynter no suscribe tal planteamiento y más bien se dedica a trabajar la articulación de una nueva comprensión de humanidad. Si nosotros estamos intentando encontrar el desafío de Wynter para realizar “el Proyecto Humano” (Wynter, 2006, p. 163), entonces necesitamos confrontar el concepto de razón como dominación. En ese sentido, es importante enfatizar que para S. Wynter ello no significa simplemente la negación de la razón y entonces la valorización de lo irracional o a-racional; ello no quiere decir, por tanto, un giro hacia lo anti-moderno o lo post-moderno. Lo que Wynter (1995) sostiene es que hubo un vislumbre de algo importante en el desarrollo de la modernidad europea y el legado de 1492. Sus propias palabras son provocativas y es pertinente citarlas de manera amplia:
Debido a que la mutación por la cual nosotros hemos gradualmente llegado a asegurar la autonomía del modo específico de cognición de nuestra especie ha sido solo parcial en el amanecer del viaje de 1492 y un verdadero triunfo por tanto queda incompleto, únicamente con cumplimiento cabal de la verdadera primera victoria será posible una conmemoración de 1492. Tal cumplimiento debería tender por tanto hacia un movimiento conceptual dentro de una esfera más allá de la razón —uno que sea capaz de tomar en sí mismo nuestro modo de razón actual y el sistema de representaciones simbólicas y modos de comprensión subjetiva que oriente las matrices perceptuales y que al mismo tiempo oriente nuestras conductas— como el objeto de una nueva manera de interrogante (p. 40).
El gran desafío es, pues, subjetivar la noción de razón heredada de la “victoria incompleta” de la modernidad europea para realizar una indagación crítica en torno a ella, considerar con seriedad el modo como funciona la razón, como se manifiesta en y mediante los seres humanos, condicionada por y realizada a través de la sociogénesis. Así, y dicho de otra manera, condicionada no simplemente por la biología, o las leyes científicas puras, sino también por el significado y los modos por los cuales diferentes sistemas (sociales) significativos condicionan los procesos biológicos. De tal manera que es en mucho una materia de la poética, así como una materia de la lógica. Nosotros debemos, nos sigue diciendo nuestra autora, cerrar la
brecha peligrosa que ahora existe entre nuestro aumento de autonomía humana con respecto a nuestro conocimiento de los niveles físicos y orgánicos de realidad y nuestra carencia de dicha autonomía con respecto al conocimiento de nuestro nivel específicamente humano (sociogenético) de realidad (Wynter, 1995, p. 49).
A continuación, vuelvo a la cuestión de cómo mejorar la clausura de esta “brecha peligrosa”.
Sociogénesis y poética epistémica. Resistencia y creolización de la razón
Hay dos ideas importantes e interconectadas para trabajar extensamente que necesitan desplegarse y hacerse más explícitas. La primera es en torno a la explicación nada simple que nos ofrece Wynter acerca de varios cambios y desarrollos en el sentido del yo de los europeos e igualmente y de manera significativa acerca del desarrollo de los europeos como tales. La “invención” de África o de Latinoamérica a través del curso de la era colonial fue también, al mismo tiempo, la invención de Europa. Esto es, justo con la idea de África como un lugar habitado por un particular tipo de gente, como una consecuencia del encuentro colonial con los colonizadores, portugueses, españoles, ingleses, alemanes y franceses, se construye la idea de que todos estos colonizadores fueron, como resultado a partir de este encuentro, europeos. El colonialismo, dicho en otras palabras, está profundamente implicado en el propio origen de Europa como región y de los europeos como pueblo. Como Nelson Maldonado-Torres (2008) ha puntualizado, el año de 1492 marcó no solo el descubrimiento de territorios y pueblos, los cuales vendríamos a conocer como las Américas, sino que también marcó la expulsión de los judíos de la península ibérica. “El anti-semitismo moderno, el racismo anti-negro moderno y el colonialismo moderno […] encuentran un referente histórico común en el momento final de la reconquista española y el comienzo de una nueva forma de conquista en las Américas” (p. 3) Dicho con otras palabras, este fue un año que marcó un hito significativo en la “purificación” interna del continente e inauguró en lo externo la purificación del mundo. Este es un momento en el cual ello se hizo posible a pesar de las profundas y crecientes rivalidades y enemistades enraizadas entre los estados-nación europeos que se prolongarían durante el siglo XX y, más allá, para aún reconocerse entre cada uno de ellos como semejantes, o sea como europeos. Este fue todo un acontecimiento de lo más sobresaliente en el contexto de y en relación con el colonizado.
La segunda idea crucial e importante aquí planteada tiene que ver con el énfasis que hace Wynter (2001) respecto de los modos en los cuales tanto el pensamiento como la razón humana moldean y son moldeados por el trasfondo específico de las normas culturales e ideológicas en las cuales nosotros crecemos y maduramos como individuos y colectivos. Este es justamente el “principio sociogenético de Fanon”, tal como lo postula en su propia formulación influida por su personal formación en la psiquiatría, mientras Wynter (2001) afirma que la sociogenia es un aspecto y no la totalidad de la consciencia humana. Dentro del marco colonial, el sentido del yo tanto del colonizador como del “nativo” son profundamente moldeados por su contexto y por la articulación de lo que es normal para los participantes de este sistema. Igualmente, por incorporar e integrar en el comportamiento esas prescripciones de normalidad, ellas legitiman y perpetúan ese contexto colonial. De esta manera, “nosotros en nuestra identidad humana, poseemos únicamente modos de ser humano híbridos compuestos de natura y cultura” (Wynter, 2001, p. 60). La sociogenia, por consiguiente, no reduce simplemente la consciencia humana a cultura, como si la natura/cultura fueran una dicotomía de todo o nada. Por el contrario, toma seriamente la síntesis dialéctica entre esas dos modalidades del ser humano, lo que pone de relieve el fracaso de concebir a la humanidad como si fuera pura o tuviera únicamente pureza en una u otra de dichas modalidades, o el fracaso de esperar explicaciones del comportamiento humano o del fenómeno de un ajuste perfecto en una u otra de esas categorías.
Estas dos ideas cruciales —que la historia del colonialismo es también la historia de la emergencia de la idea de Europa y los europeos, y que tales ideas y prácticas culturales inevitablemente moldean nuestra conciencia, condicionando lo que se considera normal y, en última instancia, lo que se considera racional— apuntan hacia lo que aquí se señala como algo riesgoso, pues se trata de la tensión permanente de la relación entre lo individual y lo colectivo. Nuevamente, Sylvia Wynter (2006) es explícita acerca de este crucial punto:
La nueva definición [de Fanon] del ser humano como un modo híbrido de, por así decirlo, “natura-cultura” u “ontogenia-sociogenia” implica que los procesos por los cuales nosotros producimos nuestras