La buena voluntad. Ingmar Bergman
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Oscar se parece a su padre, es un acomodado mayorista, seguro de sí mismo y hombre de pocas palabras. Está casado con una mujer alta y delgada de aspecto enfermizo, con gafas que ocultan su mirada dolorida. Siempre cree que está a punto de morirse. Pasa todos los otoños en sanatorios o balnearios del sur de Alemania o de Suiza y regresa todos los años encorvada, un poco tambaleante y con una atormentada sonrisa de disculpa: tampoco me he muerto esta vez, tenéis que tener un poco de paciencia.
Gustav es catedrático de Derecho Romano y muy pelmazo, como afirman de buena gana los que lo rodean. A modo de protección se ha procurado una notable redondez. Ríe, bonachón, y sacude la cabeza ante su propio aburrimiento. Su esposa, Martha, es de origen ruso, habla sueco con marcado acento y es muy alegre. A ella y a su marido les une un profundo amor por los placeres de la mesa. Tienen dos hijas adolescentes, atractivas y algo díscolas.
Carl es ingeniero e inventor, casi siempre fracasado. La mayoría considera que es la oveja negra de la familia. Es una síntesis de inteligencia y de misantropía, solterón y no muy limpio, ni de alma ni de cuerpo, esto último para constante indignación de su madrastra. Sí, algo raro pasa con el hermano Carl, volveré a él más adelante.
También está presente Torsten Bohlin, un joven genio de rasgos atrevidos y pelo flotante, de una descuidada elegancia y muy querido de la familia. A los veinticuatro años está escribiendo su tesis doctoral (sobre el canto gregoriano en la música coral anterior al protestantismo tal y como se refleja en la colección de música hallada en la iglesia de Skattungby cuando fue restaurada en 1898). Al joven Bohlin se le considera, finalmente, como el futuro esposo de Anna. Se dice que entre ambos jóvenes se han producido señales visibles de sentimientos románticos.
La pudibunda Siri se asoma a la puerta del comedor, parece ligeramente desorientada. Karin Åkerblom dice desde el otro extremo de la habitación: nuestro otro invitado no ha llegado todavía. Vamos a esperar unos minutos a ver si aparece.
karin (a ernst): ¿Estás seguro de haberle dicho a tu amigo que la cena era a las cinco?
ernst: Le insistí en que somos de una puntualidad enfermiza en esta familia. Me contestó que él era un desesperado entusiasta de la puntualidad.
johan åkerblom: ¿Qué clase de individuo es?
ernst: Pero, papá, no es ningún individuo. Estudia Teología y será sacerdote, si Dios quiere.
carl: ¡Un sacerdote, un sacerdote! ¿Por qué no un sacerdote en la familia? Sería una aportación profesional a esta pandilla de hipócritas.
martha: ¿Y cómo se llama ese prodigio?
ernst: Henrik Bergman. Corporación universitaria de Gästrike-Hälsinge. Cantamos juntos en el coro de la universidad. Tiene una estupenda voz de barítono y, además, tres tías solteras.
oscar: Las señoritas de Elfvik.
ernst: Las señoritas Bergman, de Elfvik.
johan åkerblom: Entonces, el diputado Fredrik Bergman debe de ser su abuelo.
karin: ¿Lo conocemos?
johan åkerblom: Un viejo zorro de mucho cuidado. Se desvive por una asociación especial, un partido agrario. ¡Pues sí que estaría bonito! Enfrentamiento y división. Debemos de ser algo parientes, por cierto. Hijos de primos o algo por el estilo.
Esto da paso a unas risas que se interrumpen cuando llaman a la puerta. Yo abro, dice Anna decidida. Detiene a Siri, que se dispone a hacerlo con un gesto especial de reprobación en la cara que asustaría a cualquiera. Anna abre la puerta. Allí está Henrik Bergman. Está paralizado de terror.
henrik: Llego con retraso. Llego tarde.
anna: Le daremos la cena de todos modos. Aunque va a tener que sentarse en la cocina.
henrik: Lo siento… Yo, en general soy…
anna: … un ministro de la puntualidad. Ya lo sabemos. ¡Pase, pase, que no se retrase más la cena!
henrik: No, no creo que me atreva.
Henrik se da la vuelta bruscamente y se encamina con pasos rápidos a la escalera. Anna va tras él y lo toma del brazo. Se aguanta las ganas de reír.
anna: Es verdad que somos bastante peligrosos cuando nos reunimos todos en familia, especialmente si no comemos a la hora prevista. Pero creo, sin embargo, que debe usted armarse de valor. Va a ser una comida muy rica y el postre lo he hecho yo con mis propias manos. Vamos, venga. Hágalo por mí.
Le quita la gorra de bachiller y le alisa el pelo con la mano; Eso es, así está usted bien, y lo empuja delante de ella por el vestíbulo.
anna: El señor Bergman pide mil perdones. Fue a visitar a un amigo enfermo y tuvo que ir a la farmacia. Había bastante cola y por eso se retrasó.
karin: Buenas tardes, señor Bergman. Bienvenido. Espero que su amigo no esté gravemente…
henrik: No… no… Solo está…
anna: Se ha roto una pierna. Este es mi padre.
johan åkerblom: Bienvenido. Se parece usted mucho a su abuelo.
henrik: Eso dicen, sí.
anna: Mis hermanos Gustav, Oscar y Carl; Martha, que está casada con Gustav; y Svea, con Oscar; las niñas son hijas de Gustav y Martha; y este es Torsten Bohlin, que dicen que será mi prometido. Ahora ya conoce usted a la familia.
karin: Bueno, pues entonces vamos a la mesa ya.
ernst: Hola, Henrik.
henrik: Hola.
ernst: ¿Quién se ha roto la pierna?
henrik: Nadie. Es que tu hermana…
ernst: ¡Ja, ja, ten cuidado con ella!
henrik: Yo ya no tengo…
karin (interrumpe): ¿Quiere ser tan amable, señor Bergman, de sentarse allí, al lado de doña Martha? Y Torsten, por favor, al lado de Anna. Vamos a bendecir la mesa.
todos: Derrama, Señor, tu bendición sobre nosotros y sobre los alimentos que vamos a tomar, amén.
Rápidas inclinaciones y reverencias. Todos se sientan conversando animadamente. Siri y Lisen, uniformadas de negro con cofias blancas almidonadas, aparecen con espárragos frescos y agua de Seltz.
Las vicisitudes no han terminado todavía para Henrik Bergman. Él no ha visto un espárrago en su vida. Jamás ha tomado una comida de cuatro platos ni ha bebido otra cosa que agua, cerveza o aguardiente, no ha visto en su vida un lavamanos con una pequeña flor roja flotando en el agua, nunca tantos cuchillos y tenedores, nunca ha dado conversación a una señora sarcástica y afable que habla con fuerte acento ruso. Se alzan muros, se abren abismos.
martha: Yo soy de San Petersburgo. Mi familia sigue viviendo allí en una gran casa junto a los jardines de Alexander. San Petersburgo es una ciudad muy bonita, sobre todo en otoño. ¿Ha estado usted en San