Gobernanza china. Tyra Diez Ruiz
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Por su parte, la principal causa de la caída de los Tang, de su viraje de la prosperidad a la decadencia, también fue la corrupción, la degeneración que ocasionó la búsqueda del lujo y los placeres a los que se entregó toda su clase dirigente. «Vista desde la lejanía, la capital Chang’An parecía una colina bordada, en cuya cima mil puertas se abrían. Yeguas traían lichis para deleite de las concubinas, sin que nadie supiera cuántas perecían por el camino por ello», escribía Du Mu en A la vera del palacio Huaqing, donde narraba la historia del capricho de los lichis de Yang Guifei, la favorita del emperador, una imagen con la que ponía al descubierto la búsqueda incesante de los placeres de la corte de los Tang, por los cuales no dudaban en emplear miles de personas, malgastando el esfuerzo y riqueza de la gente. El viejo libro de los Tang recoge que «en el palacio del emperador Xuanzong, fueron empleados unos 700 artesanos para bordar las ropas de la primera concubina, y otros cientos para tallar sus joyas», tal era su despilfarro y extravagancia. Cuando Xuanzong se entregó a la vida disoluta, permitió que oficiales desleales liderados por Yang Guozhong se entrometiesen en asuntos de Estado, lo que provocó disturbios que desembocaron en la rebelión de An y Shi, poniendo fin a una dinastía que había sido tremendamente próspera hasta entonces.
Constituye pues una férrea ley histórica que un gobierno honesto hace prosperar un imperio, mientras que uno corrupto acaba con él. Al rememorar el abrupto final tanto de los Qin como de los Tang, Xi Jinping enfatizaba que la corrupción es el cáncer de toda sociedad, urgiendo a todos los cuadros del Partido a tomar nota de las lecciones históricas como un espejo válido donde mirarse, con el objetivo de luchar con toda determinación contra la corrupción. Como él mismo declaró: «La revisión profunda de la historia, tanto propia como universal, sirve para concienciarnos de que mejorar la conducta de los cuadros y miembros del PCCh, mantenerse íntegro y combatir la corrupción, son vitales tanto para nuestra supervivencia como para la del país. Nuestra historia está repleta de ejemplos de gobiernos cuya corrupción los llevaron a la ruina. En lo que al mundo actual respecta, la lista de gobiernos que pierden su poder a causa de la corrupción y el desapego con sus gentes ¡es también demasiado larga para enumerarla!».
Xi Jinping posee una honda conciencia sobre la gravedad que entraña la corrupción. Ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones que constituye ciertamente «la más grave amenaza que encara el gobierno del PCCh», y que, si llegara a intensificarse, «acabaría finalmente con el Partido y el país». Igualmente, ha expresado que la gente detesta toda forma de corrupción y privilegio, comportamientos que además destruyen su vínculo con el Partido. Hace ya tiempo, cuando encabezaba la administración de Ningde en Fujian, dijo: «Aquí está el problema de quién ofende a quién: si una persona se salta y viola la ley persiguiendo su propio interés, minando con ello la autoridad y la imagen del Partido, es tal persona quien ofende al Partido, a la gente y a la ley, y no por cierto quien investiga y persigue tal crimen en nombre del interés común de la gente y del Partido».
PEI JU TUVO QUE ADULAR A LOS SUI, PERO PUDO CRITICAR A LOS TANG
En Retazos de la prosa antigua se recoge la historia de Pei Ju, un famoso ministro de la corte de los primeros Tang (618-907) que se atrevió a ser franco y crítico con sus superiores. Cuentan que incluso se atrevía a discutir cara a cara con el emperador Taizong, movido por su lealtad y rectitud. Sin embargo, anteriormente, cuando fue consejero en la corte de los Sui (581-618), se limitaba a adular y complacer al último emperador de la dinastía, Yang Di, viéndose obligado por cualquier medio a atender sus demandas. Al respecto comenta Sima Guang: «Pei Ju aduló a los Sui y criticó a los Tang, pero este cambio de actitud no fue debido a su naturaleza. Un monarca que detestaba oír opiniones contrarias transformó la franqueza en adulación, y, al contrario, aquel que gustaba oírlas, convirtió la adulación en franqueza». Lo que esto nos enseña es que solo deseando oír la verdad logramos la franqueza necesaria para conocerla. Nuestros cuadros deben seguir el principio que dice que «si el que habla no es castigado, el que escucha será alertado», dando la bienvenida así a la honestidad.
[Adhesión a la línea ideológica de buscar la verdad a partir de los hechos. Discurso en la ceremonia de apertura de la Escuela Central del Partido en el semestre de primavera de 2012 (16 de mayo de 2012).] |
Ya decían los antiguos que las palabras bonitas no eran creíbles. La crítica incisiva, las palabras incómodas, cuanto más valor tienen más difícil resulta oírlas, pues se necesita coraje para escucharlas. Pero tanto la historia como la actualidad nos enseñan que poder decir la verdad depende enteramente de aquellos que quieran oírla.
Pei Ju, un conocido ministro de los primeros emperadores Tang, fue previamente consejero de los últimos Sui. Era buen conocedor de la forma de pensar del emperador Yang de los Sui y por eso satisfacía sus deseos; una vez, el emperador Yang lo alabó diciendo: «Pei Ju me conoce bien, todas sus propuestas me complacen y se adelanta a mis deseos sin tener yo que pedirlos. Sirve al imperio con toda lealtad, pues ¿cómo si no podría anticiparse?». Como al emperador le gustaba presumir, Pei Ju le sugirió celebrar el más grandioso Festival de las Linternas jamás visto en la capital oriental Luoyang; puesto que soñaba con una época dorada en la que «todas las naciones admirasen a los Sui rindiéndoles pleitesía con sus tributos», Pei Ju le animó a comenzar una guerra para conseguirlo. Cuando cayó la dinastía, Pei Ju lideró sus tropas para rendirse ante los Tang. El nuevo emperador Taizong, sin embargo, estaba dispuesto a aceptar el franco consejo de su corte, y Pei Ju se trasformó entonces en otro hombre, criticando abiertamente los errores del emperador con el fin de que fuesen enmendados. Taizong lo alabó entonces: «En su calidad de consejero, Pei Ju expone sus argumentos con vigor, frente a frente, sin intrigar a espaldas de sus superiores. Si todos fueran como él, no necesitaríamos preocuparnos por el gobierno del imperio».
En su obra Espejo completo para ilustrar al gobierno, Sima Guang escribió: «Los antiguos decían: si el monarca es sagaz, sus oficiales serán francos. Pei Ju aduló a los Sui y criticó a los Tang, pero este cambio de actitud no fue debido a su naturaleza. Un monarca que detestaba oír opiniones contrarias transformó la franqueza en adulación y, al contrario, aquel que gustaba oírlas, convirtió la adulación en franqueza». En otras palabras: el cambio en el comportamiento de Pei Ju se debió a la distinta disposición de los emperadores Sui y Tang a oír la verdad, y no a su propio carácter. Es tal disposición de los superiores a aceptar la verdad sobre sus fallos lo que troca la adulación en franqueza y viceversa. El monarca es como el cuerpo y sus consejeros como las sombras que lo siguen.
Xi Jinping recurrió al ejemplo de Pei Ju para enfatizar que es el líder quien lleva la batuta y conduce a su orquesta a decir la verdad. Solo si los gobernantes están dispuestos a oír la verdad, así como alentar el coraje de sus subordinados para decirla, si son magnánimos al recibir críticas y muestran una actitud amigable «para corregir los errores ya cometidos y estar alerta ante los venideros», la verdad y la franqueza serán su práctica común.
En este discurso, Xi Jinping declaró que los líderes del Partido debían persistir en la búsqueda de la verdad a través de los hechos, desarrollando todo trabajo bajo el auspicio de lo real y siendo pragmáticos a la hora de tratar asuntos concretos, para así lograr que los problemas existentes puedan explicarse, reconocerse y, en su caso, ser resueltos de forma realista. Explicar la realidad es explicar la naturaleza de las cosas, contar su verdad. Y esto es precisamente lo que encarna el sentido de verdad, justicia, rectitud y vocación de servicio público de un líder del Partido. Pues para contar la verdad, es necesario haber querido oírla previamente.
Además de la historia de Pei Ju, Xi citó también unas palabras al respecto del filósofo inglés Francis Bacon, para quien la capacidad de oír la verdad era un tipo de inteligencia: «Tener la capacidad de saber escuchar la