Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro

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Para una crítica del neoliberalismo - Rodrigo Castro Fuera de serie

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empresa y la forma de homo economicus. Así que el poder constituyente del gobierno biopolítico era el mercado, y los poderes que daban libertad eran los indirectos del mercado. Foucault creía ver que estos dos elementos ya estaban en el ordoliberalismo. Ambos a su manera producían una específica dialéctica de la Ilustración7. Los dispositivos liberógenos generaban dominación y opresión y producían un intenso poder disciplinario, legitimado por dar libertad. Foucault habla de un tipo de intervención «ambiental», en lugar de una «subyugación interna de individuos»8. Pero ese marco ambiental representaba el final de la economía política y de la forma política soberana del Estado, dada la reemergencia de los poderes indirectos, del mercado. En opinión de Foucault, esa biopolítica fue diseñada realmente por la Vitalpolitik del ordoliberalismo. Alexander Rüstow, uno de los más conocidos autores ordoliberales, habría acuñado esa palabra.

      Sin embargo, no está claro que el concepto de Vitalpolitik fuera el mismo que el de biopolitique. Vitalpolitik se traduce mejor por política orgánica y, aunque afectaba a la felicidad humana y al bienestar, no preveía las intensificaciones disciplinarias del Estado de Bienestar que Foucault ya conoce (Rüstow, 2017a: 163-177). Su contexto era relativizar la política social clásica de los sindicatos basada en mejorar salarios y reducir horas de trabajo, para intervenir en las condiciones de vida que potenciaran la dignidad humana, condición de felicidad y bienestar. Se trataba de intervenir sobre cómo el trabajador «siente su vida» (Rüstow, 2017a: 164).

      Por supuesto, esta pretensión iba dirigida contra «la religión del progreso tecnológico», que Rüstow había abordado ya en otro escrito (1951). Por lo tanto, Rüstow deseaba intervenir en los fines que pudieran concernir al «sentido esencial de la vida» y toda su reflexión se inspiraba en el mito del Fausto. En suma Rüstow estaba frente a la previsión de una vida carente de motivación, el problema que Habermas abordaría en Problemas de legitimidad del capitalismo tardío, dos décadas más tarde. En suma, Rüstow deseaba prevenir las «explosiones disciplinarias» (2017a: 165) desde una intervención en el «modo de vida», ahora atravesado por los problemas del tiempo libre, el desempleo o los desplazamientos de los refugiados del este de Europa. Era, pues, era otra forma de abordar el problema del malestar en la cultura, una «insatisfacción social generalizada», una falta de significatividad como efecto de la masificación. Esto no podía ser mejorado por la política social clásica de aumentar salarios o disminuir horas de trabajo. Por supuesto, la intervención aspiraba a rozar los elementos psicológicos, y debía tener Vitaleffekt (2017a: 166), neutralizando las «fluctuaciones violentas en su posición en la vida» (2017a: 167) como consecuencia de la continua evolución de la mediación técnica. Lo que se deseaba impedir es que la gente estuviera «intelectualmente muerta» (2017a: 167), de tal manera que pudiera vivir más allá de su «interés privado». Estos elementos, que concernían a la Vitalsituation, eran, entre otros, «la vida en la naturaleza, a cielo abierto; la conciencia de encontrarse uno en su propio terreno (aunque sea como inquilino toda la vida); la capacidad de cultivar su propio repollo y todo lo relacionado con estas condiciones. Este modo de vida producía una situación orgánica satisfactoria (Vitalsituation), de la que carece el trabajador industrial moderno» (2017a: 167). En suma, apreciamos tras ese asunto un eco del problema de la salvación del trabajador y se trataba de preguntarse por «qué suplementos positivos se requieren» para producir esta «genuina situación orgánica satisfactoria», lo que se llamará una Vitalbefriedigung. Esto es lo que Rüstow entendía por Vitalpolitik, (2017a: 168) que debería reintroducir en la vida aspectos de la situación pre-industrial. De este modo, intentaba apropiarse de la tesis de Engels en The Condition of the Working Class in England, y alcanzar un trabajo que fuera a la vez un gozo (2017a: 168). Al final se celebraba la vida al aire libre, y el trabajo comunitario gratis, en el que el obrero «tiene su propio suelo sobre el que reposar» (2017a: 169). Esto era más fácil de lograr en las ciudades medias que en las masificadas. Esta comprensión de las cosas era neoaristotélica y luchaba contra las intensificaciones. «El objetivo deseable no es el máximo sino el óptimo» (2017a: 169). Se trataba de una primera y rudimentaria filosofía de la compensación. En esos equilibrios el trabajador debería ejercer desde luego la self-help. Pero en modo alguno se trataba de convertirlos en auto-empresarios.

      Foucault tiende a creer que esa Vitalpolitik ordoliberal era su biopolítica. Sin embargo, a la altura de 1979 la biopolítica era más bien la manera en que había cristalizado el Estado de Bienestar, con su intervención masiva en la salud, la higiene, la prevención, la educación, la seguridad social. Como esta intervención masiva se comenzaba a condicionar por el mercado, Foucault supuso que era la realización de la Vitalpolitik del ordoliberalismo, el único liberalismo sistemático e integral. Por eso para Foucault el ordoliberalismo no es una variedad del neoliberalismo. Es el neoliberalismo tout court, la culminación de su racionalidad política y el modelo de la misma (Gertenbach, 2017: 252). De ahí que él no esté interesado en las diferencias con la escuela de Hayek, sino en sus convergencias y en lo que se ha llamado su «common epistemological ground» (Gertenbach, 2017: 253).

      4. Foucault sobre Ordoliberalismo y Estado

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