Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro
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Esta posición implicaba describir las relaciones entre mercado y Estado para los ordoliberales. Pero Foucault confesó carecer de una teoría del Estado, algo que llamaba «una comida indigesta» (Foucault, 2007: 95). Entonces reaccionó mostrando que lo que él estudiaba era la estatización de gubernamentalidades. No tenía una teoría del Estado, pero sí de las prácticas estatales. Ese punto sugería que había prácticas históricas de gobierno no-estatales, que poco a poco acababan en manos del Estado. Esto es: deseaba hacer una historia de las prácticas del Estado, no pensar su esencia en una doctrina. Y en este proceso de estatalización de prácticas deseaba abordar el sentido de lo que llamó las «dos formas del neoliberalismo» (Foucault, 2007: 97). En suma, el ordoliberalismo era el neoliberalismo alemán (Foucault, 2007: 99). Asumió que el enemigo de ambos era Keynes y que eso los unió, lo que es verdad. Sin embargo, la impugnación de Keynes podía llevar a políticas muy diferentes. Ahí Foucault no quiso entrar. El curso Nacimiento de la biopolítica debía hablar sobre todo de los alemanes y esto porque «me parece más importante que los otros [los de la Escuela de Chicago] desde el punto de visto teórico para el problema de la gubernamentalidad» (Foucault, 2007: 99). Ellos habían fundado la biopolítica. Sin embargo, la reconstrucción tras la II Guerra Mundial, y las políticas de planificación y socialización posteriores a 1948, le parecían a Foucault genéricamente como keynesianas. También las alemanas. Por ello tuvo que situar a los ordoliberales alemanes contra esta presunta política keynesiana alemana. Foucault identificó la política del Wissenschaftlicher Beirat alemán como el núcleo ordoliberal de oposición a una política keynesiana (que nunca existió).
En su análisis del discurso de Ludwig Erhard del 21 de abril de 1948, Foucault lo resumió así: «Es preciso liberar la economía de las restricciones estatales» (Foucault, 2007: 102). Sin embargo, si uno va a la cita de Erhard vemos que no dice esto. Dice así: «Si bien no estamos de acuerdo en la meta, sin embargo resulta clara la dirección que hemos de tomar: la liberación respecto de la economía estatal planificada, que obliga a todos los seres humanos al degradante yugo de una burocracia que se hace dueña de toda vida». Debemos a los editores de Nacimiento de la biopolítica la cita literal de este pasaje13. Sabemos que Foucault la toma de François Bilger. Pero si vamos al texto de Bilger, nos damos cuenta de que Foucault ofrece solo esta frase del pasaje: «la liberación de la economía de las restricciones del Estado». El contexto de la frase en el libro de Bilger es más performativo. «El 28 de abril de ese mismo año, él [Erhard] pronunció su primer gran discurso, sorprendiendo a toda la Asamblea con palabras totalmente fuera de lo común e inesperadas. Mientras todos los diputados exigían planificación, él anunciaba "la liberación de la economía de las restricciones del Estado». Efectivamente, el fragmento de Bilger produce un efecto de aguda contraposición entre las prácticas de reconstrucción, socialización y planificación (supuestamente keynesianas), por un lado, y la liberación de las coacciones estatales demandada por Erhard, por otro. En suma, para Bilger y para Foucault, Erhard era un antikeynesiano neoliberal y estaba introduciendo la serpiente del neoliberalismo en el huevo de la economía política de la reconstrucción alemana. Hayek y Erhard serían lo mismo.
Pero si analizamos correctamente la frase de Erhard, nos damos cuenta de que no estaba pidiendo nada contrario a la socialización, reconstrucción e intervención. La frase no incluía nada asombroso, inesperado o inactual, como sugiere Bilger. Era una frase que recuerda el viejo espíritu liberal, convertido en sentido común tras la II Guerra mundial. Su énfasis está puesto en la hostilidad a la burocracia porque somete la vida a un yugo indigno. Se trataba de controlar el tipo humano del burócrata, una amenaza a la libertad, la creatividad y la dignidad de la vida. Las tareas de reconstrucción, intervención y socialización constituían oportunidades para que este tipo humano se hiciera dominador. Era urgente ponerle límites. Erhard pretendía romper con la forma prusiana de gobierno, heredada por los nazis. No se trataba de indisponerse con las «contraintes»» o «restricciones» estatales (algo muy vago) sino con la «staatliche Befehlswirtschaft», que solo puede traducirse por «economía de mandato o comando estatal». Sin duda, eso era la economía nazi, la economía de guerra y la economía soviética. Erhard afirmaba que estaba de acuerdo con emprender esta orientación de intervención y socialización, pero no con permitir la intervención ejecutiva de las órdenes económicas del Estado. Esta era la línea roja. Erhard hablaba de una fase necesaria de reconstrucción, intervención y socialización, pero deseaba impedir una burocratización asfixiante y cerrar el paso a la economía de comando estatal. La ejecución de los planes de socialización y reconstrucción debía depender de la libertad de empresa, libertad de precios y economía de mercado, algo coherente con la diferencia ordoliberal entre Wirtschaftsverfassung y Wirtschaftsprozess. El Estado intervenía en la primera, no en el segundo. Si el Estado intervenía en el proceso económico, se produciría una economía de mandato estatal. Si solo intervenía en la constitución económica se dejaría al actor económico en libertad. Por lo tanto, no había aquí nada contrario ni inesperado a la época. Era el viejo sentido de que allí donde se impone la economía de mandato estatal, que ejecuta sus planes por medio de una poderosa burocracia, allí la vida queda sometida y la libertad y la responsabilidad se hacían imposibles.
Y ese era el sentido de la cita de Erhard, como se descubre a continuación: «Ni la anarquía ni el estado de termitas son apropiados como formas de la vida humana. Solo allí donde la libertad y el vínculo social se convierten en ley que imponen el deber, encuentra el Estado la legitimación ética para hablar y actuar en nombre del pueblo» (Stützel, 1981: 39-42). Aquí el énfasis estaba en el «weder… noch» y la traducción de Bilger es muy libre. Lo que decía Erhard es que no estaba de acuerdo ni con los fines de una liberalización absoluta, que impondría la anarquía de los libertarios americanos, ni en generar un estado de termitas, de hombres-hormigas. En suma, se hablaba de salvar la libertad, pero también de aceptar la ley vinculante dotada de esa Sittlichkeit que ofrece su legitimidad al Estado para poder llamarse Estado del pueblo.
Foucault, con su recepción de Bilger, a su vez sesgada, disuelve lo más importante del ordoliberalismo: la necesidad de vincular economía libre y Estado,14 de tal modo que este se pueda llamar Estado del pueblo. Lo decisivo es que solo bajo esos supuestos se podía entender una «menschliche Lebensforme». Curiosamente, en un curso destinado a mostrar el origen de la biopolítica, Foucault despreciaba todas las ocurrencias del discurso que hablan de Leben y de Lebensform como algo que afecta al pueblo. Sin estas invocaciones, no tienen sentido las propuestas de Rüstow de 1951 sobre una Vitalpolitik.
Sabemos que la expresión «Termitenstaat» de Erhard procedía de Wilhelm Bölsche (1931), un especialista en continuar la reflexión alemana sobre las analogías entre la vida social y la vida animal tan del gusto de la época. En suma, Erhard estaba reflejando el esquema del pensamiento ordoliberal, que se implicaba en el consejo, la reconstrucción y la socialización de la economía alemana, y esto por motivos internos al programa ordoliberal. No era nada inactual, asombroso o sorpresivo. Excluía la economía ejecutada por orden y mandato del Estado, tanto como el anarquismo económico americano, defensor de la desregulación completa. La conclusión que extrae Foucault es sin embargo esta: «Como ven, ese liberalismo económico, ese principio de un respeto de la economía de mercado que había formulado el Consejo Científico, se inscribe dentro de algo que es mucho más global, un principio según el cual deberían limitarse en general las intervenciones del Estado» (Foucault, 2007: 103). Como hemos visto, de la posición de Erhard no se sigue nada parecido a esto. Cuando Foucault añade que en el discurso de Erhard se trataba de cuestionar «la legitimidad del Estado»,