Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro
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5. El coloquio como cuestión filosófico-política
5.1. Cuestiones de moral instrumental
Una de las claves filosóficas del coloquio corresponde al problema moral que aparece al comienzo como un punto de antagonismo al economicismo. Se trata de una posición crítica respecto al manchesterianismo. Se puede comprender sobre todo como una llamada a evitar el sufrimiento de las masas. En este momento del coloquio es donde mejor se expresa la crítica al laissez faire que para Foucault será una cuestión clave. En todo caso, esta crítica al laissez faire no aparece en los diálogos del coloquio como una crítica claramente económica, con la excepción de Rüstow; sino más bien como una crítica política, en el sentido de abandono de un campo.
[…] los males de nuestro tiempo. Estos males son principalmente de orden espiritual; ellos derivan de una doble confusión que poco a poco ha capturado el espíritu de las masas y de los intelectuales. La primera consiste en la antítesis planteada entre el socialismo y el fascismo, el socialismo se considera como la última salvaguarda de las democracias en peligro, el fascismo se considera la última trinchera del capitalismo bajo asedio. (Rougier, en CWL: 413)
Esto tiene varias explicaciones posibles, por una parte cierto fondo humanista que se expresa en la perspectiva de varios participantes. Rougier, por ejemplo, acude en más de una ocasión a argumentos altruistas, al igual que Lippmann que incluso llega a proponer algunas ideas místicas, al estilo nueva era.49 Pero también una perspectiva táctica, en la medida que el sufrimiento de las masas aparece como el gran fermento de los movimientos «dirigistas». El manchesterianismo que exacerbó el laisez-faire se ve como responsable al menos en parte de generar las condiciones de este fermento. De modo que la reforma del liberalismo debe incorporar esta situación como un foco necesario. Como se verá, se trata entonces también de una mirada táctica o política. En algún momento se llega a utilizar la palabra «justicia» y se la equipara a la de libertad en un posible ideario.
La idea de la justicia coexiste para algunos de nosotros con la idea de libertad y nos diferencia de los liberales manchesterianos. El fin del liberalismo es para mí el fin del régimen que admite como intocable el dogma del «laissez-faire, laissez-passer» (Detoeuf, en CWL: 431)
Por otra parte se asume, como veíamos en la anterior intervención de Rougier, que el socialismo es observado por el público general como salvaguarda de la democracia y esto hace más urgente incluso la renovación del liberalismo y la denuncia de toda forma de intervención económica como totalitaria. De modo que «lejos de ser más moral y racional, una tal economía no podría ser sino una economía ciega, arbitraria y tiránica, causando un gran despilfarro» (Rougier, en CWL: 413).
Este acento moral será rechazado por ejemplo por Heilperin, que llamará a centrarse en el debate económico. Pero —con más o menos comodidad— los diferentes participantes se mostrarán dispuestos a establecer criterios de algo parecido a una «política social»50 ya por razones morales o tácticas, o más acertadamente por ambas razones a la vez. El problema moral aparece no tanto como un problema de conciencia sino como un problema táctico. Este aspecto moral, en principio podría afirmar la lectura binaria. Un sector de liberales preocupados por la moral y la justicia, y otro sector amoral y economicista. Para ser precisos, los ordoliberales presentes como Rüstow y Röpke no aportarán especialmente en la discusión moral. De todos modos la primera impresión de que habría una conexión directa entre preocupación moral y «política social» neoliberal, debe ser equilibrada con la observación de la táctica política en juego. En todo caso, no hay que desechar este tema de la moralidad instrumental. Foucault logra entrever algo de esto en sus comentarios al ordoliberalismo, cuando menciona el problema del marco, pues el marco implica generar condiciones que establezcan los mínimos de cohesión social para que un mercado funcione. Esta no es una condición moral, sino funcional. Es una diferencia importante. Por supuesto, presentar esta condición funcional como si fuese una preocupación moral es hábil y muestra la relevancia política del coloquio. Más allá de las discusiones que se están teniendo, es evidente que Rougier con sus intervenciones transforma también el coloquio en un eventual texto de propaganda.
En este punto es importante visibilizar que, a pesar de las denuncias directas al nazismo, el coloquio tiene una relación muy directa con la extrema derecha. Denord (2009: 47) nos recuerda que la Librería de Médicis —que antes del coloquio y también después se hará cargo de las publicaciones de este liberalismo renovado— tiene financistas que han aportado a movimientos fascistas como el partido popular de Doriot. El prologuista del libro de Lippmann, André Maurois, que en un gesto extremadamente curioso no llega a participar en el coloquio, tiene estas mismas cercanías. Por otra parte, Ptak nos recordará que entre los ordoliberales si bien Röpke y Rüstow fueron exiliados por el régimen nazi, también encontraremos a Müller-Armack que a juicio de Ptak luego de la guerra experimenta una «transición de ferviente partidario del fascismo italiano y miembro del Partido Nazi en Alemania durante la década de 1930 a un proselitista del cristianismo (protestante)» (2009: 116). Por otra parte, el propio Röpke tiene vínculos reconocidos con grupos religiosos fundamentalistas. A lo largo del coloquio atestiguaremos a un Rüstow particularmente conservador y defensor de una estructura social fija. Audier (232 y ss.) caracteriza a Baudin como un conservador católico y difusor del libre mercado. En esta misma línea Denord nos recuerda que Rougier y Lippmann apenas se conocían antes del coloquio y sugiere que nada menos que Hayek en Ginebra habría ayudado a convencer a Lippmann, quien albergaría sospechas sobre esta reunión (Denord, 2009: 116). De modo que según Denord, el coloquio habría cambiado de una cena a un evento abierto y vuelto a cambiar otra vez por una reunión privada, como la que se efectuó, y de hecho se habrían bajado algunos invitados más abiertamente cercanos a la ultraderecha francesa.
Estos elementos ayudan a sopesar el reclamo moral del coloquio. No se trata por supuesto de desmentir los tímidos llamados a la justicia o los más amplios a mitigar el sufrimiento de las masas. Sin embargo es importante sopesar estos llamados de correcta bonhomía, con el economicismo resultante y con el contexto de alianza con una derecha autoritaria, juzgada a veces en los discursos, respaldada también muchas otras veces y definitivamente cercana en las influencias y la financiación.
5.2. La querella de la democracia liberal
Un segundo tema importante consiste en establecer si las perspectivas del coloquio permiten concebir esta reunión como heredera del liberalismo clásico. Foucault señala que en el coloquio había un sector que representaba el viejo liberalismo, por otra parte los miembros de la escuela de Friburgo como Röpke y Rüstow, y de la escuela austríaca. En cualquier caso para Foucault estarían algunos de los elementos clave del neoliberalismo. A pesar de este