Agua segura como derecho humano. María Cristina Garros
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La Agenda contempla como metas para el año 2030: a) Lograr el acceso universal y equitativo al agua potable a un precio asequible para todos; b) Lograr el acceso a servicios de saneamiento e higiene adecuados y equitativos para todos, prestando especial atención a las necesidades de las mujeres y las niñas y las personas en situaciones de vulnerabilidad; c) Mejorar la calidad del agua reduciendo la contaminación, eliminando el vertimiento y minimizando la emisión de productos químicos, disminuyendo el porcentaje de aguas residuales sin tratar y aumentando el reciclado y la reutilización sin riesgos a nivel mundial; d) Aumentar considerablemente el uso eficiente de los recursos hídricos en todos los sectores, y asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua dulce para hacer frente a la escasez de agua y reducir el número de personas que sufren falta de agua; e) Implementar la gestión integrada de los recursos hídricos a todos los niveles, incluso mediante la cooperación transfronteriza; f) Proteger y restablecer los ecosistemas relacionados con el agua, incluidos los bosques, las montañas, los humedales, los ríos, los acuíferos y los lagos.
Asimismo, para el año 2030, se pretende ampliar la cooperación internacional y el apoyo prestado a los países en desarrollo para la capacitación en actividades y programas relativos al agua y el saneamiento, incluidos el acopio y almacenamiento de agua, la desalinización, el aprovechamiento eficiente de los recursos hídricos, el tratamiento de aguas residuales y las tecnologías de reciclaje y reutilización. También, apoyar y fortalecer la participación de las comunidades locales en la mejora de la gestión del agua y el saneamiento.
Afectaciones
La escasez del agua afecta a más del 40 % de la población mundial, una cifra alarmante que probablemente crecerá con el aumento de las temperaturas globales producto el cambio climático. Aunque 2100 millones de personas han conseguido acceso a mejores condiciones de agua y saneamiento desde 1990, la decreciente disponibilidad de agua potable es un grave problema que aqueja a todos los continentes.
En 2011, 41 países experimentaron estrés hídrico; 10 de ellos estaban a punto de agotar su suministro de agua dulce renovable y ahora dependen de fuentes alternativas. El aumento de las sequías y la desertificación ya está empeorando estas tendencias. Se estima que para 2050 al menos una de cada cuatro personas se verá afectada por escasez recurrente de agua.
Con el fin de garantizar el acceso universal al agua potable segura para todos en 2030, es necesario realizar inversiones adecuadas en infraestructura, proporcionar instalaciones sanitarias y fomentar prácticas de higiene en todos los niveles. Si queremos mitigar la escasez de agua, es fundamental proteger y recuperar los ecosistemas relacionados con este recurso, como los bosques, montañas, humedales y ríos. También se requiere más cooperación internacional para estimular la eficiencia hídrica y apoyar tecnologías de tratamiento en los países en desarrollo.
Conviene señalar que los nuevos Objetivos Mundiales y la Agenda para el Desarrollo Sostenible ODS, de 2015, van mucho más allá de los ODM, Objetivos de Desarrollo del Milenio del año 2000, que no referían en particular y en forma directa al uso y disponibilidad de recursos como el agua. Recordemos aquí que también en 2015, en París, con motivo de la COP 21, 195 naciones del mundo alcanzaron un acuerdo histórico para combatir el cambio climático suscribiendo el Acuerdo de París. Estos desafíos universales exigían y exigen la adopción de medidas mundiales, y el año 2015 se presentó como una oportunidad sin precedentes para trabajar muy intensamente para el futuro sostenible.
Como ya se adelantó, si bien no son jurídicamente obligatorios, está previsto que los países adopten como propios los Objetivos del Desarrollo Sostenible y establezcan marcos nacionales para su logro. Como surge de los propios objetivos, se necesita “una alianza mundial” revitalizada para apoyar las iniciativas nacionales. Así se reconoce en la Agenda 2030.
Supervisión de los Objetivos y medios de aplicación de la Agenda 2030
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y las 169 metas de la nueva agenda se supervisan y examinan a nivel mundial mediante un conjunto de indicadores mundiales. Los gobiernos también elaboran sus propios indicadores nacionales. A ello se le suman las reuniones anuales del Foro Político de Alto Nivel sobre el Desarrollo Sostenible, que tienen un papel fundamental en lo que respecta a examinar los progresos conseguidos.
Asimismo, los medios de aplicación constituyen un elemento fundamental de la nueva agenda. Para alcanzar los objetivos, se requerirá una inversión sustancial tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. La agenda exige que se movilicen considerables recursos, cuyo importe puede ascender incluso a billones de dólares.
Las consecuencias del fenómeno climático
El cambio climático ya afecta a la salud pública, la seguridad alimentaria e hídrica, el acceso al agua potable, la migración, la paz y la seguridad. La política y los acuerdos sobre el cambio climático influyen de modo drástico en las demás políticas, acciones y tendencias sobre ambiente y desarrollo, de modo que desconocer sus serias implicancias haría retroceder los logros alcanzados en los últimos decenios en materia de desarrollo e impediría realizar nuevos avances.
El agua en la República Argentina
En la República Argentina, los datos y estadísticas referidos al agua deben analizarse con profundidad para no llegar a conclusiones erróneas. Una primera simplificación estadística resulta alentadora: los recursos hídricos superficiales de la Argentina cuentan con un caudal medio de 26.000m3/s (820.000 millones de m3/año), lo que significaría abundancia para la cantidad de habitantes de nuestro país si el recurso se usara de manera racional, equitativa y regulada para bebida, higiene, energía, riego y ganadería. Sin embargo, estos datos crudos ningún significado tienen en sí mismos porque no se relacionan con la real distribución en el territorio y no son constantes en el tiempo. El 85 % del total de estos corresponden al área de la cuenca del Plata que representa el 30 % del territorio. En tanto que el territorio de áreas áridas y semiáridas dispone de menos del 1 % del total de los recursos hídricos superficiales, que son el 11 % del territorio. En total, más del 75 % del territorio nacional presenta condiciones áridas y semiáridas, y hay extensas regiones cuya disponibilidad de agua está por debajo del índice de estrés hídrico publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que es de 1000 m3/año habitante (6).
Las aguas subterráneas han tenido un papel fundamental en el desarrollo socioeconómico de las regiones áridas y semiáridas como fuente de abastecimiento de la población, para la industria y el riego. Las áreas urbanas, así como la población rural, se abastecen total o parcialmente con agua subterránea. No obstante, se presentan limitaciones para determinados usos por su calidad y por su vulnerabilidad a la contaminación, ya sea natural o provocada por las actividades humanas, por ejemplo, altos contenidos de flúor y arsénico, contaminación por nitratos, salinización por sobreexplotación.
Se ha producido, asimismo, la degradación de la calidad de las aguas subterráneas. La presencia de arsénico y nitratos en las aguas subterráneas, una de las principales fuentes de abastecimiento de agua potable de la población rural y de ciertas zonas urbanas, alcanza niveles peligrosos por su efecto acumulativo que causa daños en la salud. Hay problemas graves de contaminación en las zonas urbanas por las descargas no controladas de aguas residuales crudas.
Los sistemas de riego, elemento clave para el crecimiento del producto agrícola, de las agroindustrias y de las exportaciones estacionales, y que representa el 70 % de todas las extracciones para uso consuntivo del agua, tienen una eficiencia muy baja, inferior al 40 %. Los métodos de riego tradicionales aún predominan, y las superficies con sistemas de riego modernos son insignificantes. Un síntoma de esta ineficiencia generalizada