Angeles, Arcangeles y Fuerzas Invisibles. Robert J. Grant

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Angeles, Arcangeles y Fuerzas Invisibles - Robert J. Grant

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      —No está ahí, —exclamó David, casi riendo—. Pero si vas a sentirte mejor comprobándolo, adelante.

      Doreen se encontró con la capilla vacía y miró atónita a su esposo.

      —¿Qué te dijo, David? —preguntó en voz baja.

      David procedió a contarle a su esposa que su ángel de la guarda le había preguntado si había cometido algún acto por el que deseaba perdón. Él había enumerado algunos conflictos e incidentes que seguían sin resolver, a lo que el ángel contestó que tales episodios ya habían sido perdonados. El ángel tranquilizó entonces a David y le aseguró que todo estaba bien.

      El aspecto más dramático de esta historia está en sus secuelas. Tras su encuentro con el ángel, David se convirtió en una fuente de consuelo para muchas personas del hospital. En lugar de pasar mucho tiempo en su habitación, recorría el hospital visitando a pacientes y hablando con ellos. Según Doreen, su marido no mostró miedo a la muerte en sus últimos días. Sin embargo, antes de la visita del ángel, le aterrorizaba pensar que iba a morir.

      Doreen creyó erróneamente que el encuentro de David con el ángel significaba que iba a sobrevivir al cáncer. No fue así. A las dos semanas de su encuentro angélico, David dejó este mundo sin dolor.

      «Transmitía una gran paz al final», afirmó Doreen. «Incluso le emocionaba la perspectiva de una nueva vida fuera de un cuerpo devorado por el cáncer. Aunque no sobrevivió físicamente, sé que experimentó una curación espiritual. Sé que el ángel vino para consolarlo en sus últimos días».

      Las secuelas del fallecimiento de David fueron fáciles de llevar para Doreen. Esperaba un largo período de sufrimiento y soledad, pero esto no se produjo. Se sentía en presencia de su marido y de su ángel de la guarda. «Yo estaba en paz», contó Doreen. «Sabía que a David le había llegado la hora de regresar al hogar. Y sé que fue un ángel el que ayudó a David y me ayudó después a mí a superar la pena».

      Apoyo angélico en nuestro entorno

      Los relatos anteriores confirman que los ángeles son enviados por Dios para ayudarnos y consolarnos en momentos de crisis personal. En cada historia, encontramos una necesidad crítica y una intervención a favor del necesitado que rebasa las explicaciones del mundo físico. El caso del doctor Rodonaia resulta tanto más fascinante por su retorno milagroso de la muerte al cabo de tres días. El mensaje que debemos extraer es que, aunque estemos en un mundo físico, aparentemente limitado, tenemos a la vez una conexión con las esferas espirituales a través de la cual pueden ocurrir milagros. Ello confirma lo que Jesús dijo a sus discípulos antes de su crucifixión: «¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles?» (Mateo 26:53). Se ha dicho que Jesús vino para mostrar a la humanidad lo que es posible cuando sintonizamos con las esferas espirituales. Si Jesús prometió que haríamos todo lo que Él podía hacer, resulta lógico que todos tengamos el poder de convocar a los ángeles en momentos de necesidad. El creciente número de casos documentados de intervención angélica que se están produciendo en todo el mundo sugiere que nuestras posibilidades espirituales superan en alto grado nuestro conocimiento de ellas.

      En los últimos años, numerosos libros, artículos, películas y programas de televisión han explorado fenómenos paranormales relacionados con guardianes o guías, visibles o invisibles, que conducen a personas comunes y corrientes a la seguridad física, la paz emocional o la transformación interior. Aunque los cuatro relatos anteriores son diversos entre sí y no parecen guardar relación alguna, existe un hilo conductor común que articula las historias: cuando nos sentimos superados por un dolor inmenso, cuando parece que el desastre o la muerte son inminentes, puede surgir una intervención que evita el desastre o la muerte de modo inexplicable y trae curación y paz, además del conocimiento de que los ángeles velan por nosotros.

      Tales experiencias no se corresponden con lo que tradicionalmente se ha llamado encuentros angélicos: ningún ser alado desciende de los cielos para salvar a alguien de sus desventuras. Ahora bien, si aceptamos la idea de que las experiencias angélicas se atribuyen a una fuente divina, podemos concluir que tal fuente encuentra formas infinitas para manifestarse en el mundo material. Desde tiempos remotos, los ángeles y arcángeles se han aparecido a personas que se hallaban en situaciones extremas o sumidas en la desesperación, y necesitaban consuelo o una restauración de su fe. Los encuentros con ángeles han inspirado visiones, sueños proféticos y curaciones milagrosas, y se acompañan a menudo de una manifestación física tal como la que experimentó Marie cuando su hija estaba en peligro, o David cuando habló con su ángel de la guarda.

      Los textos sagrados de la mayoría de las religiones nos enseñan que las generaciones que nos precedieron, no sólo recibían la intervención de fuerzas benéficas tales como ángeles y arcángeles, sino que de hecho se apoyaban en esas fuerzas para dirigir sus actividades cotidianas. A lo largo de las Escrituras, los ángeles se aparecieron a hombres y mujeres en sus sueños y en la vigilia. Inspirándose en ellos, los profetas hablaron de acontecimientos venideros que éstos habían proclamado, y sus contemporáneos tuvieron en cuenta tales acontecimientos. Los elegidos recibían continuamente el recordatorio de la existencia de un orden divino. Esta creencia no prevalecía únicamente en pequeños grupos independientes, sino también entre las masas.

      Nuestra época actual viene a confirmar que lo Divino nos sigue prestando la misma atención que en los antiguos tiempos de la Biblia. Así como Jesús levantó a Lázaro de entre los muertos hace 2.000 años, el doctor George Rodonaia volvió a la vida después de una muerte de tres días en los años setenta. Una madre, seriamente preocupada por el bienestar de su hija, recibió la ayuda de un misterioso grupo de hombres que se desvanecieron después de arreglarle el automóvil. Un enfermo terminal, tras encontrarse con un ángel en una capilla, recibió consuelo y entereza para afrontar la muerte. Un afligido joven que acababa de perder a su madre recibió, ante su tumba y en su jardín, el consuelo espiritual de que no había muerto realmente. Estas prodigiosas intervenciones angélicas no son sino unos cuantos ejemplos de los miles de casos que se están registrando en estos momentos a lo largo y ancho del planeta.

      El 27 de diciembre de 1993, la revista Time informó de que el sesenta y nueve por ciento de la población estadounidense creía en los ángeles. En el reportaje, la periodista Nancy Gibbs escribió: «¿Puede haber una idea más seductora que la noción de unos espíritus luminosos, al margen del tiempo y del espacio y sin debilidades humanas, que se interponen entre nosotros y cualquier tipo de daño? Creer en los ángeles es hacer que el universo resulte a la vez misterioso y benéfico. Incluso quienes rehúsan creer en ellos tal vez anhelen que alguien les demuestre que están equivocados»1.

      Muchos creen que la intervención de fuerzas invisibles y benéficas no constituye ningún fenómeno incomprensible, sino que es—como indica la palabra «ángel»— un «mensaje divino» o una llamada de Dios a la humanidad. ¿Una llamada a qué? Desde una perspectiva histórica, los seres y fuerzas angélicos invitan a los seres humanos a reconocer, asumir y recordar que existen inminentes asuntos espirituales que revisten crucial importancia.

      Tendemos a creer que experiencias tales como las narradas en este capítulo son escasas y excepcionales. Sin embargo, los miles de encuentros angélicos referidos por personas comunes y corrientes apuntan que la humanidad en su conjunto está siendo llamada hacia una misión especial; un papel especial en este peculiar renacimiento espiritual. Las manifestaciones angélicas en la vida de las personas suelen ser tan diversas como las propias personas. Se producen curaciones espontáneas, la fe es restaurada, hay individuos que regresan de la muerte clínica a los tres días sin lesión cerebral alguna. Se evitan accidentes de carretera inminentes y potencialmente fatales.

      Las numerosas experiencias angélicas que se conocen transmiten

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