Mujeres y educación en la España contemporánea. Raquel Vázquez Ramil
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una preparación para la vida; reflexionemos y pensemos que la escuela debe ser copia, en pequeño, de cuanto pasa en la sociedad […]. ¿Cómo se sostiene que en la escuela deben los sexos estar separados? Pues qué, ¿lo están en la vida? (Aplausos)[74].
Francisco Giner aduce que en muchas comarcas del norte de España las escuelas mixtas son una realidad y que reina en ellas un respeto y una cortesía de las que, con frecuencia, está carente el sistema de separación de sexos.
El Congreso concluyó esta sesión apuntando:
Que las escuelas de párvulos deben ser dirigidas por Maestras […].
La unión de los sexos debe terminar en las escuelas de párvulos y aun debiera verificarse esta separación antes de los siete años, por lo perjudicial que es tener ciertas confianzas, aunque pueriles, familiares, con individuos que no son de una misma familia […][75].
Frente a estas conclusiones, los profesores de la Institución habían presentado para su aprobación otras defendiendo el sistema fröbeliano y los jardines de infancia como métodos más adecuados para instruir a los niños pequeños.
Su proyecto, en este punto, sólo tuvo éxito parcial en lo referente a la dirección de las escuelas de párvulos por maestras, éxito refrendado por las medidas tomadas al respecto por Albareda, quien, como ministro de Fomento, inspiró el Real Decreto de 17 de marzo de 1882 que confiaba en exclusiva a la mujer la educación de los párvulos y reorganizaba el programa de estudios de las futuras maestras. El asunto de la coeducación era aún espinoso y sobre él planeaban los fantasmas de una tradición pacata y morbosa, que no veía más que pecado en la aproximación de seres de distinto sexo.
Más arduas fueron las discusiones sobre el tema quinto. A favor de una educación completa para la mujer y del acceso de la que lo desease a los niveles superiores, se pronunciaron Pedro de Alcántara García[76], Encarnación Martínez de Marina y Adela Riquelme; otros ponentes subrayan que la educación de la mujer ha de procurar ilustrarla en el cumplimiento de sus «sagrados deberes» matrimoniales y maternales y, por último, otros se niegan en redondo a que la mujer curse una carrera universitaria. El maestro burgalés Agustín Ruiz Yanguas no se muerde la lengua:
No vayáis a creer que yo quiero bachilleras y doctoras; nada de eso; no quiero que la mujer estudie en la cabecera del enfermo la marcha de una dolencia; no quiero que vaya al foro a defender el derecho de sus clientes, no; su sensibilidad se atrofia, su honra padecerá, y la honra es la vida de la mujer […].
[…] Deseo que la mujer adquiera la bastante y suficiente educación para llenar los sagrados deberes de la maternidad, que sea la directora de la casa […][77].
El representante del magisterio portugués, José Antonio Simoes Raposo, después de criticar los postulados de Stuart Mill sobre la educación de la mujer, ironiza, con gran regocijo por parte de los oyentes, imaginando las desgracias que ocurrirán en un hogar dirigido por una universitaria:
[…] si queréis a la mujer diputada, senadora, generala y ministra, ¿dónde vais a colocar al hombre? […] Yo de mí os diré solamente que no me gustaría tener una mujer que cuando le dijera: «Dame mi camisa y mi cuello», me contestase: «Déjame, que estoy preparando una interpelación al Sr. Ministro de la Guerra». (¡Muy bien! ¡Muy bien! Aplausos)[78].
Los profesores de la Institución presentaron un bloque de propuestas solicitando que se facilitase a la mujer una educación lo más amplia posible:
En cuanto a la mujer y su cultura, cualesquiera que sean las limitaciones que las leyes, las costumbres u otras circunstancias puedan imponerse para el ejercicio de determinadas profesiones, deben facilitársele ampliamente toda clase de estudios[79].
Sostuvieron, además, la necesidad de reformar las Escuelas Normales, ampliando las enseñanzas impartidas y sustituyendo el carácter académico de las mismas por otro más práctico; el reforzamiento de la labor de dichas Escuelas mediante la creación de Museos Pedagógicos[80], el sostenimiento de conferencias para maestros y la concesión de pensiones de estudio para visitar escuelas extranjeras.
El Congreso hizo suyos algunos de estos postulados y, así, en las conclusiones generales refrendó la conveniencia de estas actividades (puntos 25 y 26), la equiparación de salarios entre maestros y maestras[81], el desempeño de las cátedras de las Normales por señoras y
27. Que además de las Escuelas Normales de Maestras son necesarios otros establecimientos para elevar la cultura de la mujer.
28. Que debe dejarse libre a ésta el acceso a otros estudios[82].
Era un triunfo tenue de los profesores institucionistas, conseguido por muy escaso margen de votos, y en el clima favorable del Ministerio Albareda. Diez años después, en el Congreso Hispano-Portugués-Americano de 1892, el tema de la educación femenina originará intensísimos debates.
Congreso Hispano-Portugués-Americano de 1892
A partir de 1882 la inquietud del magisterio por debatir su condición y perspectivas dio lugar a una serie de Congresos celebrados en diferentes lugares del país; en casi todos ellos estuvo presente, como tema ya inevitable, el de la educación de la mujer. Destacan los siguientes:
– Congreso de Maestros de Valencia, celebrado entre el 28 y el 31 de julio de 1886 bajo el patrocinio de la Asociación de Maestros de Primera Enseñanza de Valencia. Entre las conclusiones aprobadas destacaron: la reforma de las clases de labores en las escuelas de niñas, descartando todo trabajo penoso o que no fuese de reconocida utilidad en el hogar; las labores debían limitarse a costura, bordado en blanco, marcado, zurcido, remiendo, corte, hilván y confección de piezas interiores de uso frecuente. También se dio un sentido más «educativo» al reglamento de las escuelas públicas y se defendió la propagación de las novedades pedagógicas, la obligatoriedad de la enseñanza primaria hasta los doce años, la disminución de horas lectivas, y la implantación de gimnasios, clases de canto, conferencias familiares y excursiones escolares.
– Congreso Pedagógico de Pontevedra[83], patrocinado por la Asociación Pedagógica de Pontevedra entre el 15 y el 20 de agosto de 1887. El carácter de esta reunión fue regional, y ocupó la presidencia de la mesa un destacado político de la Restauración muy vinculado a la Institución, Eugenio Montero Ríos[84]. En el Congreso de Pontevedra se discutieron cinco temas, el cuarto dedicado a la «Educación de la mujer en armonía con el triple aspecto de hija, esposa y madre». Los congresistas, entre los que no había ninguna mujer, solicitaron la creación de escuelas industriales para fomentar las ocupaciones femeninas y de conferencias dominicales para la instrucción de adultos de ambos sexos.
– Congreso Nacional Pedagógico patrocinado por la Asociación de Maestros Públicos de la provincia de Barcelona