Mujeres y educación en la España contemporánea. Raquel Vázquez Ramil
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– Asamblea Nacional de Maestros de Primera Enseñanza, reunida en Madrid en enero de 1891 por iniciativa del editor de textos pedagógicos Saturnino Calleja y presidida por tres hombres de la Institución: Rafael M.a de Labra, Manuel M.a José de Galdo y Emilio Ruiz de Salazar. El fin de la Asamblea, no alcanzado, era constituir una Asociación del Magisterio Español. Se discutieron en ella asuntos relativos al estatus profesional del magisterio, incidiendo en que el profesorado de las Escuelas Normales de Maestras debía estar integrado únicamente por mujeres y en la conveniencia de erradicar el privilegio de maestras sobre maestros en las escuelas mixtas. Asimismo, se aconsejó que en las escuelas de niñas se suprimiese la agricultura, industria y comercio, sustituyéndolas «por los principios de higiene y economía doméstica y la enseñanza de las labores propias del sexo y corte de prendas usuales», adecuando la materia de geometría a las labores[86].
Este tipo de reuniones, de ámbito y alcance restringidos, no aportan novedades sustanciales a la convocada en 1882 con carácter nacional, pero demuestran el afán de los enseñantes por discutir cuestiones relativas a su labor y situación, discusiones en las que el tema de la mujer estará presente, unas veces con más empuje y otras con menos; son relevantes porque mantienen encendida la antorcha de 1882 y preludian la de 1892.
Aprovechando la conmemoración del cuarto centenario del descubrimiento de América, entre el 13 y el 27 de octubre de 1892 se celebra en Madrid un Congreso Pedagógico Hispano-Portugués-Americano, presidido por Rafael M.a de Labra, en ese momento rector de la Institución Libre de Enseñanza. El programa constaba de cinco secciones temáticas:
1.ª Bases capitales para un buen sistema de educación primaria y medios prácticos para desenvolverlas.
2.ª Principios a que debe obedecer la organización de la segunda enseñanza.
3.ª Carácter y extensión de la enseñanza técnica y de los estudios de aplicación.
4.ª Bases fundamentales de la organización universitaria.
5.ª Concepto y límites de la educación de la mujer y de la aptitud profesional de ésta.
La quinta sección abarcaba, a su vez, los siguientes puntos:
1.º Relaciones y diferencias entre la educación del hombre y la de la mujer.
2.º Medios de organizar un buen sistema de educación femenina y grados que ésta debe comprender. Cómo pueden utilizarse los organismos que actualmente la representan en punto a cultura general.
3.º Aptitud de la mujer para la enseñanza. Esfera a que debe extenderse.
4.º Aptitud de la mujer para las demás profesiones, y límites que conviene fijar en este punto.
5.º La educación física de la mujer.
La mesa de esta quinta sección estaba presidida por un representante de la Asociación Matritense para la Enseñanza de la Mujer, Manuel Ruiz de Quevedo, y en ella figuraban otros miembros de dicha entidad, como Rafael Torres Campos y Asunción Vela; era vicepresidenta primera Emilia Pardo Bazán.
Si el programa de este Congreso ofrecía ser interesante, las discusiones no defraudaron en absoluto tal pretensión; las más arduas se centraron precisamente en la última sección, nutrida por numerosas ponencias y memorias, algunas de gran relevancia, como la de Berta Wilhelmi de Dávila[87], «Memoria y datos estadísticos sobre la aptitud de la mujer para todas las profesiones»; la de Emilia Pardo Bazán acerca de «Relaciones y diferencias entre la educación de la mujer y la del hombre»; la de Concepción Arenal sobre «La educación de la mujer», y la de Joaquín Sama en torno a «La educación física de la mujer».
El 17 de octubre hizo uso de la palabra Emilia Pardo Bazán, quien resaltó el carácter subsidiario de la educación de la mujer, subordinada al bienestar del esposo y de los hijos; ese carácter subsidiario dicta que a las jóvenes se les prohíba el ejercicio físico tachándolo de indecente e impropio, que su formación moral ignore los grandes ideales y los valores nobles insuflados al varón, que su adiestramiento intelectual sea escaso y además inútil pues carece de perspectivas profesionales, que su educación estética caiga en el ridículo y que su instrucción cívica no exista, dejando campo para la más atroz mezquindad. Concluye afirmando: «No puede, en rigor, la educación actual de la mujer llamarse tal educación, sino doma, pues se propone por fin la obediencia, la pasividad y la sumisión»[88].
Esta situación ha de corregirse reconociendo a la mujer un destino propio, con deberes naturales para consigo misma antes que con una hipotética familia que, en el peor de los casos, ni siquiera llega a existir. En virtud de este destino su educación ha de ser tan extensa como la del hombre y sus perspectivas profesionales tan amplias como acredite su competencia.
En parecido sentido se pronunciaron Carmen Rojo, directora de la Escuela Normal Central de Maestras, Berta Wilhelmi y la maestra Crescencia Alcañiz[89].
El día 19 intervinieron Ángel Pulido y Joaquín Sama defendiendo la conveniencia de proporcionar a la mujer una adecuada educación física; Sama destacó la necesidad de que las niñas se bañasen diariamente instalando dependencias para tal fin en las escuelas, que el tiempo dedicado al paseo debería consagrarse a jugar en el campo, y que esta actividad tendría que ser complementada con excursiones semanales y colonias de vacaciones; postulados todos netamente institucionistas[90].
A continuación, otro miembro de la Institución, Rafael Torres Campos, desmiente las opiniones comunes sobre la inferioridad fisiológica de la mujer, por ejemplo el manido argumento de su menor capacidad craneana, y observa que las diferencias intelectuales entre los sexos son obra de una educación diferente, no de la naturaleza. Repasa las ocupaciones profesionales de las mujeres en países extranjeros, parándose con detalle en el avanzado caso de Estados Unidos, pionero en este sentido como en otros, y remata diciendo: «Puede ejercer con éxito la mujer al presente la Medicina, la Farmacia, la ingeniería o ciertas funciones auxiliares de ésta, además de las carreras de la enseñanza, las artes y las letras»[91].
Considera propias también ciertas ocupaciones en la administración pública (museos, archivos, bibliotecas…), y pide la pronta apertura de la Escuela de Industrias Artísticas de Toledo, la creación de una Escuela de Grabado en la Calcografía Nacional y la admisión de mujeres en las Escuelas de Artes y Oficios.
Para evitar que la educación femenina sea inferior a la masculina y adquiera otro carácter, Torres Campos aboga por «tratar igualmente a la mujer y al hombre, educarlos del mismo modo, hacerlos concurrir juntos a las escuelas y universidades en todos los grados y esferas de la enseñanza, acabar con la irracional separación de sexos»[92].
El tono aperturista de la intervención de Torres Campos fue rebatido, al día siguiente, por el rector de la universidad de Santiago, Francisco Romero Blanco[93],