Mujeres y educación en la España contemporánea. Raquel Vázquez Ramil
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Concepción Arenal, que no estuvo presente en el Congreso, envió un informe sobre varios puntos; en el tono sobrio que le es característico, la reconocida penalista se pronunció a favor de la educación femenina sin recortes:
Es un error grave, y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre; equivale a decirle que por sí no puede ser nada, y aniquilar en ella su YO moral e intelectual, preparándola con absurdos deprimentes a la gran lucha de la vida, lucha que no suprimen, antes la hacen más terrible, los mismos que la privan de fuerzas para sostenerla[94].
Añade que la mujer es especialmente apta para actividades como la enseñanza y, de las demás, no debe excluírsela a priori, excepción hecha de la carrera de las armas. La enseñanza secundaria es mejor proporcionársela en casa dado el ambiente poco recomendable que reina en los institutos, y la superior puede seguirse por libre o asistir a clases siempre que los estudiantes aprendan a guardar el debido respeto a sus compañeras.
Por último, Concepción Arenal defiende la necesidad de la educación física femenina y la extensión de la higiene en oposición a una tradición que exalta la inmovilidad y el horror al cuerpo humano como fuente de ignominias.
En conjunto, los ponentes de la Institución o relacionados con ella[95] se pronunciaron a favor de
la igualdad de la educación del hombre y de la mujer, o cuando menos, por mucha mayor amplitud en la educación de ésta, pidiendo juntamente la libertad de ejercer todo género de profesiones […]. También ha sido nota de una de las ponencias (la del Sr. Torres Campos) y de varios discursos, abogar por la enseñanza mixta, es decir, por la coeducación de ambos sexos en todos los establecimientos[96].
Las conclusiones aprobadas por el Congreso fueron menos radicales: aun siendo casi unánime la opinión favorable a la enseñanza de la mujer en todos los grados, hubo divisiones a la hora de tratar el tema de la escuela mixta. Los resultados de la votación final fueron los siguientes:
¿Debe ser igual la educación de los dos sexos? A favor 302 votos, en contra 247, abstenciones 99.
¿Debe facilitarse a la mujer la cultura para el ejercicio de todas las profesiones? En pro 260 votos, en contra 290, abstenciones 98.
La mujer ¿debe tener la exclusiva de la enseñanza de párvulos? En pro 407, en contra 175, abstenciones 66.
La mujer ¿podrá ejercer la Medicina y la Farmacia? En pro 473, en contra 105, abstenciones 70.
¿Deberá capacitarse a la mujer para ciertos destinos y servicios públicos, como beneficencia, prisiones, correos, telégrafos, teléfonos, ferrocarriles, contabilidad, archivos y bibliotecas? En pro 432, en contra 130, abstenciones 86.
¿Debe existir el sistema de coeducación de los sexos? En pro 267, en contra 293, abstenciones 88.
¿Es de urgencia la creación de centros de educación y enseñanza secundaria, especial y superior para la mujer en España? En pro 456, en contra 40, abstenciones 152[97].
Paradójicamente el Congreso reconoce a la mujer su derecho a instruirse hasta el mismo nivel que el hombre pero sin abrirle paso a todas las profesiones; le concede la atribución de ejercer la docencia en todos los grados, dejando bajo su exclusiva competencia la escuela primaria, salvo en el caso de establecimientos mixtos o incompletos; se pronuncia en contra de la coeducación, sólo admisible en los estratos primarios y, por último, reivindica para ella el ejercicio de una serie de profesiones liberales y funciones de la administración que se consideran especialmente adecuadas.
Aun no siendo total el éxito, el peso de los institucionistas en la votación final se hace notar en ciertos puntos, salvo el intocable de la coeducación: era el refrendo a lo que ellos defendían en sus obras escritas y en sus escuelas. No puede menospreciarse tampoco, a la altura de 1892, el influjo del entorno: hay un no demasiado largo pero sí importante camino recorrido desde 1868 y las primeras iniciativas reformistas en el terreno de la educación de la mujer española; el arraigo de la Restauración permite, sobre todo a los gobiernos liberales, sacar adelante medidas favorables a la educación general y a la femenina en concreto. Cerca ya del final de siglo, con avances como el sufragio universal masculino y el reconocimiento de las primeras agrupaciones obreras reivindicativas, el ambiente parecía preparado para asumir una mejora de la condición femenina, aunque lenta y con recortes.
Como demostración palmaria de estos avances, entre los años ochenta y noventa, 44 mujeres se matricularon en las universidades españolas, y 24 obtuvieron el grado de licenciadas antes de 1900[98]; frente a ellas, la vergonzosa evidencia de una tasa de analfabetismo femenino del 71 por 100 en 1900[99]. El gran salto en este campo se daría en las primeras décadas del siglo XX.
La situación de la mujer en las páginas del Boletín de la Institución Libre de Enseñanza
La Institución contó desde el 7 de marzo de 1877 hasta diciembre de 1936 con un órgano periódico, el Boletín. En un principio se publicaba todas las semanas, al poco tiempo se convierte en quincenal y, desde 1894, es mensual, manteniéndose así hasta el último número publicado ya en plena Guerra Civil[100]. El Boletín se definía como
una revista científica, órgano oficial de la Institución, y consagrada, tanto a la difusión de la cultura general […] cuanto, muy especialmente, al estudio de las cuestiones pedagógicas, salvando así, por una activa propaganda, los límites en que por fuerza ha de encerrarse la obra que realiza la Institución[101].
De acuerdo con este múltiple carácter científico, divulgativo y de palestra pedagógica, el BILE acogió en sus páginas numerosas colaboraciones de firmas nacionales y extranjeras sobre todo lo relacionado con la esfera educativa o socioeducativa que fuese innovador o a críticas acerca de lo que se consideraba pernicioso. El tema de la mujer, no sólo el de su educación, sino también el de su condición y su «rehabilitación» (vocablo muy utilizado por los institucionistas), estuvo presente en sus páginas pero no siempre con la misma frecuencia ni con idéntico sentido. Por ello nos parece pertinente establecer dos cortes cronológicos que permiten diferenciar tres etapas:
a) Primera etapa: desde 1877 hasta 1900, cuando cambia el siglo. No es tanto un corte convencional, cuanto reconocer que a partir de 1900 los lastimeros ecos del «desastre» del 98 empiezan a dejar paso a una serie de realizaciones prácticas en el terreno social y educativo que se reflejan en las páginas del BILE. Entre dichas realizaciones destaca la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por Ley de 30 de marzo de 1900[102].
b) Segunda etapa: desde 1901 hasta 1915, año de la muerte de Francisco Giner de los Ríos, mentor espiritual y práctico de la Institución.
c) Tercera etapa: desde 1916 hasta 1936, cuando la Guerra Civil destruye el proyecto institucionista.
Primera