Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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restringida, dada la censura política existente en la época. En él ya comienza a combinar análisis de clases y actores políticos con examen histórico de los procesos. Las ideas de este texto reemergerán una y otra vez, con mayor desarrollo y especificidad, en obras de los años siguientes, en especial en los trabajos en coautoría con Manuel Antonio Garretón. Además, lo incluirá como capítulo de su destacada y difundida obra Democracia y socialismo, de 1983.

      Es un esfuerzo por explicar lo que pasó en el período 1970-1973, a través del análisis de la lucha de clases. Para ello se remonta a la crisis de lo que llama el Estado oligárquico –la configuración sociopolítica que imperaba hasta principios del siglo XX–. Desde alrededor de 1930 se abre paso una nueva fase en la configuración del Estado. La burguesía se ve obligada a una política de alianzas y deja de tener, a nivel político, una dominación absoluta. La riqueza del salitre había generado en décadas previas una creciente importancia del Estado, que se apropiaba por la vía de impuestos de una parte del excedente. Esto proveerá al Estado de una fuerza propia, con capacidad de intervención en la economía. El propio aparato administrativo del Estado se convierte además en una capa social influyente. La minería del salitre también contribuirá al desarrollo cuantitativo del proletariado y en torno suyo se constituirán organizaciones de clase con fuerza suficiente como para presionar al Estado.

      Todo ello lleva a que, con el gobierno del Frente Popular, en 1938, se constituya un capitalismo de Estado, que fomenta una industrialización sustitutiva de importaciones en reemplazo del modelo primario exportador del Estado oligárquico. Al mismo tiempo, en la medida que articula intereses de las clases obreras y medias, este Estado canaliza institucionalmente su participación, democratizando el sistema político, e interviene para mejorar su bienestar social, un componente destacado de lo cual es el mayor acceso a la educación, que contribuirá al desarrollo de un vasto sector medio. Este Estado, que combina desarrollo capitalista y democratización, sustentado en una alianza de clases, logrará una significativa estabilidad que se prolonga hasta fines de los años 1960. Es el Estado de compromiso47. Esta será una entidad que en obras posteriores de Moulian alcanzará un rol central.

      Los sectores medios tendrán su representación política primero en el Partido Radical, partido pragmático, cuyos integrantes poseen intereses que mantienen cruces diversos con los de la burguesía. Este partido oscilará entre alianzas con la derecha y con la izquierda.

      La Unidad Popular conquista el gobierno de este Estado, que mantiene su carácter. Lo que llegara a poder hacer para alcanzar un control efectivo del Estado dependía de una adecuada dirección del proceso, dice Moulian (1975 [1973]: 26, 27), que cuide los efectos de clase. Pero, según él, “durante la UP nunca se resolvió el problema de la dirección” (29). Este problema, que termina haciéndose crítico, se expresa en (1) una dualidad de líneas estratégicas y (2) en la incapacidad de cada una de ellas de imponer su hegemonía.

      Las dos líneas son las que ya había indicado antes Moulian en su texto de 1971 en el Ceren. Una que sostiene el período de gobierno como de tránsito institucional, con un copamiento progresivo del aparato estatal. Asume que se está en una “etapa democrático nacional”. Su principal promotor inicial es el Partido Comunista. Según su análisis, Moulian dice que esta es una línea que no logró una adecuada consistencia en sus planteamientos, que fue “incapaz de demostrarse a sí misma su propia naturaleza” (Moulian, 1975 [1973]: 35). Es decir, que no logró un relato convincente que articulara bien los elementos de la situación. La segunda línea promueve la ruptura del Estado burgués y asume el carácter socialista de la etapa. Se trataría entonces de constituir “poder popular”: un relato simplista y maniqueo, pero atractivo. Según Moulian, estos planteamientos no reconocían las peculiaridades del Estado chileno ni atendían bien a las condiciones del momento, en 1972, en cuanto a las efectivas posibilidades de desarrollo de ese poder popular.

      Al segundo año del gobierno de la Unidad Popular, el discurso sobre el poder popular ya se había diseminado y su uso se intensificó. Esto tuvo efectos no anticipados de movilizar a los adversarios. “Aunque lo que se quería crear no podía crearse, fue combatido como si existiera”, sostiene Moulian (1975 [1973]: 34). El discurso agitador del polo insurreccional, junto con su escenografía de marchas y tomas, creó un fantasma amenazador que lograba un efecto atemorizador mayor que el del propio discurso de la derecha con sus imágenes sobre el peligro comunista. A los autores de este discurso se les escapaban los efectos de su narrativa.

      Con esa dualidad estratégica que se fue acentuando y sin capacidad de ninguna de las dos líneas para imponerse se produjo un empate paralizante, con políticas erráticas y un gobierno aislado (36). Tal falla en la dirección del proceso revelaría, según Moulian, una crisis teórica de la izquierda chilena en 1970. La línea de radicalización vive el proceso como socialista; con un discurso sin suficientes enlaces en la realidad social, genera demandas y expectativas para las cuales no está en condiciones de responder, y antagoniza no solo a la burguesía sino también a los sectores medios. Concibe la legalidad burguesa como mero instrumento y no reconoce los logros de democratización obtenidos a lo largo de medio siglo. La línea de institucionalización, por su lado, no logra una interpretación con suficiente coherencia y fuerza para enfrentarse al discurso de la radicalización.

      Parte significativa del fracaso de la Unidad Popular, que es derivado de lo anterior, es que las medidas más radicales del programa requerían, para su viabilidad, de la alianza con los sectores medios. Sin embargo, no hubo inicialmente una estrategia para atraerlos. Más bien hubo un distanciamiento discursivo; el discurso de la izquierda era reticente a lo que pareciera “reformismo” y a los acercamientos a las clases medias (Moulian, 1975 [1973]: 67, 69). En 1972 ya era tarde, habían sido movilizados por la derecha en su favor.

      Esta será, finalmente, la que Moulian plantea como su hipótesis o argumento central: “la única alternativa viable para la Unidad Popular era la aplicación de un programa democrático-nacional sobre la base de una alianza efectiva con los sectores medios” (Moulian, 1975 [1973]: 109). Esto habría sido posible al inicio del período, pero no había claridad al respecto, no existía un discurso que lo fundamentara, no se contaba con el sustento teórico.

      Lo que no logró la Unidad Popular lo consiguió la “burguesía monopólica”, que generó un movimiento social amplio, movilizando a las capas medias. La Democracia Cristiana quedó ante la disyuntiva de apoyar a esas capas medias movilizadas en conexión con la burguesía y en un cierto apoyo del orden institucional o establecer una alianza con la izquierda, que competía por sus bases sociales de apoyo y con una relación ambivalente con la institucionalidad.

      En este texto aparecen formuladas buena parte de las líneas analíticas de Moulian. Obras posteriores profundizan en cada uno de los planteamientos en él contenidos: las fallas de dirección de la Unidad Popular (en Garretón y Moulian, 1977, 1978, 1983), la debilidad hegemónica de la derecha (Moulian y Bravo, 1981), las debilidades en el discurso de la izquierda (Moulian, 1983c), la estrategia de los partidos de centro y de la izquierda desde los años 1920 (Moulian, 1982a, 1982b, 1982c), etc.

      El texto “Teoría de la crisis política y situaciones de crisis: Prolegómenos de una investigación” (Moulian, 1975b) estaba destinado a reflexionar sobre el instrumental teórico que empleaba. Es una discusión al interior de la teoría marxista. Su foco directo es cómo estudiar las crisis políticas y está ciertamente pensando en las crisis de la Unidad Popular. Toma como base el análisis de Marx en su obra “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”. En esta obra de Marx encuentra el predominio de la noción de interés, estrechamente ligada a las posiciones estructurales de clase. Frente a ello, Moulian agrega el rol mediador crucial de la esfera ideológica. En ello emerge la perspectiva gramsciana. “El vínculo entre las relaciones de producción y lo político está fuertemente mediatizado por las ideologías”. Las estructuras de reproducción social involucran la articulación entre (1) una dimensión político estatal que reposa en un orden legal o en la obtención de consensos instrumentales logrados por la vía de la negociación y agregación

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