Relatos sociológicos y sociedad. Claudio Ramos Zincke

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Relatos sociológicos y sociedad - Claudio Ramos Zincke

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gobierno entre 1938 y 1964 no alteran el carácter básico del Estado de compromiso. El viraje a la derecha de González Videla, en 1946, no lleva a intentar, de modo autoritario, transformaciones capitalistas significativas. No existe nada parecido, en la derecha, al proyecto nacional que encabezará el equipo de economistas de gobierno bajo la dictadura de Pinochet (Moulian, 1982b: 13-15).

      Con Ibáñez reaparece un discurso populista y antipartidista, y se ganan beneficios en democratización. Con Jorge Alessandri se asumen desde la derecha el discurso de la técnica y ciencia para avalar las decisiones. Intenta una política de profundización de la industrialización sustitutiva de importaciones, pero el empresariado no contribuye al esfuerzo de modernización industrial.

      La primera embestida significativa al Estado de compromiso ocurre con el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Este presenta un “programa de reformas completo y coherente” (Moulian, 1982c: 15, 16): reforma agraria, sindicalización campesina, recuperación de parte del excedente del cobre, nacionalización de la banca, industrialización pesada, reforma educacional, etc. Involucra un incremento de la democratización dentro de los marcos del capitalismo. No obstante, su doctrinarismo y “purismo” la hace reacia a las alianzas y cae en el aislacionismo, y su programa resulta frenado en la mitad del período de gobierno.

      Desde los años 1960, los partidos de izquierda sostienen, a su vez, un diagnóstico de que el centro representa fuerzas pequeño burguesas o que es instrumento de la burguesía. Rechazan así alianzas con el centro, y a su “reformismo” le oponen el camino de la rápida transformación de la revolución democrática en socialista.

      De tal modo, ni de la izquierda ni del centro hay propensión a las alianzas, pese a que ellas son indispensables para el logro de cambios de la envergadura que ambas fuerzas buscan. Esto según Moulian es una “distorsión perceptiva” (Moulian, 1982c: 18). Ambos actores colectivos no perciben que sin un bloque por los cambios no es posible realizarlos.

      En esa misma perspectiva para enfocar la realidad sociopolítica, la Unidad Popular llega al gobierno con un “programa de medidas democratizadoras, antiimperialistas y anticapitalistas que fue verbalizado como forjador casi inmediato del socialismo”. Se plantea en lucha “contra el fantasma del reformismo” y propugna un discurso que opone “reforma” a “revolución”, discurso que contiene “semantizaciones (copiadas de otros procesos) que tornaban amenazante la propuesta de democratización sustantiva”. Moulian no escatima calificaciones críticas a este discurso polarizador, portador de “ideologías excedentarias” y un “verbo jacobino” (Moulian, 1982c: 20).

      La Unidad Popular requería formar un “bloque por los cambios”, una mayoría social y política amplia, pero su discurso y su accionar lo obstaculizaron. Insiste Moulian en los factores condicionantes que ya había venido señalando en obras previas. Junto con la capacidad política desplegada por la derecha y un centro tensionado que no busca acuerdo, tras la derrota de la Unidad Popular hubo errores de diseño y dirección. Su estrategia de reformas no negociadas dentro del marco institucional alimentó la polarización política. La UP no tuvo la visión de un “compromiso histórico” que unificara segmentos populares. Enarboló mitos de política revolucionaria maniqueamente opuesta a una política reformista. Insistió en un discurso obrerista, derivado de la matriz teórica marxista-leninista. Moulian reitera aquí la idea del vacío teórico ideológico, con otras palabras. La Unidad Popular no contaba con una teoría elaborada a partir de la experiencia chilena, que fuera original y nueva. En su lugar, pensaba el proceso en curso desde la lógica de los “modelos revolucionarios”. “La izquierda toma prestada las teorizaciones existentes, con sus premisas y su lenguaje” y no percibe las posibilidades efectivas que tenía delante suyo (Moulian, 1982c: 21).

      La principal fuente de carácter conceptual teórico para la construcción analítica de Moulian es el marxismo. Dentro de este, un autor al cual destina muchas lecturas, interpretaciones y referencias es Lenin. Comienza con un temprano trabajo, que ya mencionamos, escrito en 1972, mientras trabaja en el Ceren, y continúa después en varios otros textos, tales como “Un debate sobre eurocomunismo y leninismo” e “Idolatría de la ciencia y teoría de la ideología”, ambos de 1978, y “Cuestiones de teoría política marxista: una crítica de Lenin”, publicado por primera vez en 1980 y después incluido en su libro Democracia y socialismo, de 1983. En ese recorrido mantiene algunos de sus planteamientos iniciales, pero desarrollando una elaboración crecientemente crítica.

      En “Acerca de la lectura de los textos de Lenin: una investigación introductoria” (1972), que aparece en los Cuadernos de la Realidad Nacional, verdadera vitrina de la producción de las ciencias sociales de izquierda del período de la Unidad Popular, su objetivo es dilucidar el aporte de Lenin. La preocupación, no declarada en el texto, es por los usos que se le da a los planteamientos de Lenin en el debate político dentro de la Unidad Popular y de la izquierda en general. Su conclusión es que en los textos de Lenin es posible encontrar un conocimiento abstracto, generalizable, sobre la acción política, y este se articula a través de la noción de coyuntura. En torno a ella caben los análisis de relaciones entre clases, correlaciones de fuerzas, contradicciones, política de alianzas, ideologías, tipos de racionalidad, etc. Es, dice Moulian, una teoría de la estrategia y táctica. En cuanto tal, “proporciona una orientación científica a la práctica política de la clase obrera” y el esfuerzo de Moulian es por extraer “la ciencia de la política que hay [en esos textos]” (Moulian, 1972: 188, 190).

      Esto se opone a las interpretaciones dominantes sobre la obra de Lenin: una visión empirista y otra dogmática. La primera reduce la obra de Lenin al estudio científico de un período particular de la historia rusa, a partir del cual no es posible extraer generalizaciones teóricas que vayan más allá de esa realidad concreta. La segunda le asigna a los análisis históricos de Lenin el carácter de verdades científicas ahistóricas, que pueden tener validez en cualquier contexto sociohistórico. Ambas serían, según Moulian (1972: 187), “lecturas incorrectas”.

      Este es un texto de árido estilo académico, abstracto y poco invitante para un lector más general. Sus derivaciones de aplicación no son explicitadas ni ejemplificadas. No obstante, en sus obras de los años siguientes aparecerá reiteradamente ese tipo de análisis, para el cual Moulian encuentra su modelo en la obra de Lenin, como enfoque conceptual metodológico de análisis. Es lo que le hemos visto aplicar respecto al período del Estado de compromiso y, en particular, al período de la Unidad Popular.

      A fines de los 1970 retoma sus análisis del pensamiento de Lenin ya no para rescatar su potencialidad para el análisis político coyuntural, sino que para cuestionar los usos de su obra que se hacen, según Moulian, de manera fundamentalmente distorsionada. En esta crítica, Moulian mantiene su defensa de una potencialidad del pensamiento de Lenin que se pierde en la interpretación que de él llevan a cabo sus continuadores, particularmente Stalin. En estos años, Moulian ya ha leído y estudiado la obra de Gramsci y su mirada está dirigida no solo hacia la historia pasada, sino que también a las posibilidades políticas futuras. Sus construcciones interpretativas buscan señalar caminos a seguir.

      Uno de los discursos de izquierda que Moulian revisa e incorpora en sus análisis es el del “eurocomunismo”. Este discurso, que se aparta de la línea soviética, se había expandido en Europa, particularmente en Italia y Francia, en paralelo a la crisis de los “socialismos reales”. Moulian (1978a) en una de sus publicaciones, “Un debate sobre eurocomunismo y leninismo”, en una postura concordante con la del eurocomunismo, muestra la radical separación que este tiene con el leninismo50.

      Moulian sostiene, en lo que según él es la tesis central del artículo, que “el leninismo como ortodoxia es una construcción teórica y política del estalinismo”. Stalin deshistoriza los planteamientos de Lenin que estaban referidos a coyunturas particulares, los generaliza,

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